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detectarlos se traduce en otras. Mi jefe del Wildlife Service
llamó a la policía local para informarle de que yo era total-
mente inofensivo, aunque siempre me he preguntado cómo
lo dedujo y tengo sinceras dudas sobre su veracidad general.
De modo que me toleran en los partidos de fútbol y otros
actos, y ahora, realmente, aunque no pueda decirse que sea
bienvenido en esta antigua ciudad industrial, por lo menos
soy aceptado. No se cuestiona mi rutina, y más que loco, me
consideran excéntrico, lo que, como he averiguado con los
años, es un estatus bastante seguro.
Vivo en un pequeño apartamento de un dormitorio gra-
cias a un subsidio del Estado. Está amueblado en lo que yo
llamo estilo moderno encontrado en la calle. Mi ropa proce-
de del Ejército de Salvación o de alguna de mis dos herma-
nas menores, que viven a un par de ciudades de distancia y
que, de vez en cuando, por algún extraño sentimiento de cul-
pa que no comprendo, sienten la necesidad de hacer algo por
mí vaciando los armarios de sus maridos. Me compraron un
televisor de segunda mano que apenas veo y una radio que
rara vez escucho. Me visitan cada pocas semanas para traer-
me comida casera, medio solidificada, en recipientes de plás-
tico, y pasamos un rato hablando con incomodidad, sobre
todo de mis padres, a quienes ya no les apetece demasiado
verme porque soy un recordatorio de las esperanzas perdi-
das y la amargura que la vida puede proporcionar de modo
tan inesperado. Lo acepto e intento mantener las distancias.
Mis hermanas se ocupan del pago de las facturas de la cale-
facción y la luz. Se aseguran de que me acuerde de cobrar los
escasos cheques que llegan desde diversos organismos esta-
tales de ayuda. Comprueban que haya tomado toda la me-
dicación. A veces lloran, creo, al ver lo cerca que vivo de la de-
sesperación, pero ésa es la impresión que ellas tienen, no la
mía, porque en realidad yo me siento bastante cómodo.
Estar loco te proporciona una visión interesante de la vida.
Sin duda, te lleva a aceptar mejor ciertas cosas que te ocu-
rren, excepto las veces en que los efectos de la medicación se
pasan un poco y me siento muy inquieto y enojado por el
modo en que me ha tratado la vida.

la historia de un loco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora