1

898 17 1
                                    

Ya no oigo mis voces, de modo que ando un poco per-
dido. Sospecho que sabrían contar mucho mejor esta histo-
ria. Por lo menos, tendrían opiniones, sugerencias e ideas
definidas sobre lo que debería ir al principio, al final y en
medio. Me indicarían cuándo añadir detalles, cuándo omitir
información superflua, qué es importante y qué es trivial.
Después de tanto tiempo, no recuerdo muy bien las cosas y
me resultaría muy útil su ayuda. Pasaron muchas cosas, y me
cuesta saber dónde situar qué. Y a veces no estoy seguro
de que algunos incidentes que recuerdo con claridad ocu-
rrieran de verdad. Un recuerdo que parece sólido como una
piedra, acto seguido me resulta tan vaporoso como una ne-
blina. Ése es uno de los principales problemas de estar loco:
nunca estás seguro de las cosas.
Durante mucho tiempo creí que todo había empezado
con una muerte y terminado con otra, como un buen par de
sujetalibros, pero ahora ya no estoy tan seguro. Quizá lo que
realmente puso todo en movimiento tantos años atrás, cuan-
do yo era joven y estaba loco de verdad, fue algo más insig-
nificante o más efímero, como unos celos ocultos o una rabia
reprimida, o más universal y permanente, como la posición
de las estrellas en el cosmos, la fuerza de las mareas o el mo-
vimiento rotatorio del planeta. Sé que algunas personas mu-
rieron, y yo tuve la suerte de no unirme a ellas, lo que fue una
de las últimas observaciones que hicieron mis voces antes de
abandonarme para siempre.

la historia de un loco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora