Capítulo veinticinco: Enfermedad en casa.

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Cuando fue de día, bajé a tomar mi desayuno. Agradecí porque ya se hubiera ido Francia, ya que no quería cruzarme con ella. Aquella mañana estaba nublada, el sol se veía poco, pero estaba bonito. Al menos no hacía el mismo calor sofocante de siempre. Había dormido mucho, Cristóbal y su familia se habían ido a eso de las doce, porque se les fue el tiempo hablando, igual que a Cristóbal y a mí. Quedaron en volver un día cualquiera, y papá prometió ir a visitarles pronto.

Lavé los platos. Y cuando ya me iba a ir, sorprendí a mi papá mirándome.

-Buenos días, papá.

-Buenos días, Nata.

-¿Ya desayunaste?

-No, a eso vengo.

-¿Te preparo algo?

-Hazme un café, hija. Por favor.

-Bien.

Alzé los brazos para alcanzar el pote con café instantáneo, puse agua en la estufa y esperé a que hirviera.

-¿Te acuerdas de lo que me habías pedido la otra vez?

-¿Qué cosa? -pregunté distraída.

-Esa cosa. Esa que te daña los oídos.

-¿Qué?

-El reproductor. -y entonces del bolsillo de su bata levantadora, sacó una pequeña cajita.

-¿Me compraste uno?

-Sí, calabaza, te lo mereces.

-¿En serio? -sonreí ampliamente y me acerqué a abrazarlo.

-Gracias, papá. -tomé la caja, y la abrí. Cuando lo vi, me mató de la risa, ya sabía lo que había pensado, que su hijita amaba el color rosa.

Pero esto era fucsia.

Y aunque no es que me gustara mucho el color, era el mejor regalo. Y sé que mi papá lo había comprado con esfuerzo, y para darme gusto. Lo apreciaba mucho.

-¿Te gustó? -me preguntó, con una cara de ilusión. Y pude haber muerto de ternura ahí mismo.

-Mucho. Gracias, pa.

-Me alegra escucharlo.

Papá luego tuvo que salir urgentemente porque tenía una urgencia. Subí a ponerme algo cómodo y recoger mi cabello en una coleta. Me asomé a la habitación de Henry y noté que seguía profundamente dormido. No me demoraría, no es que fuera correr una maratón.

Saqué las llaves y cuando ya estuve afuera, empezé mi recorrido.

No había pasado ni media hora cuando el cielo se oscureció y de un momento a otro, empezó a llover tan fuerte que me empapó en cuestión de segundos. Estaba muy lejos de mi casa, aún así me devolví pegando pique, metiendo los pies en charcos, mientras las gotas de lluvia pegaban fuertemente sobre mi cara haciendo que arrugue los ojos, nublándome l

Cuando por fin llegué, seguía lloviendo igual de fuerte. Parecía que la lluvia me perseguía. Saqué las llaves de mi bolsillo y me apresuré en entrar.

Dejando rastros de agua en mi camino, caminé hasta mi habitación a quitarme la ropa antes de que me resfriara.

Tomé un baño caliente aprovechando para lavar mi cabello con Shampoo. Cuando me aclaré el cabello, salí de la ducha y me organicé. Entré a mi habitación y vi borroso. Estaba tan cansada que con la bata de baño tan húmeda, me recosté y cerré los ojos, pero no pude volverlos a abrir después.

Cuando desperté, lo primero que vi fue mi ventana como anochesía. Me levanté de golpe, pero luego me cogió un leve dolor de cabeza que no duró mi dos segundos.

The twilight of our love (Re Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora