Capítulo dieciséis: Primera tarde.

96 7 0
                                    

-Nat... Ehmm... Hola, tú.

Hablaron por un momento en susurros, no entendía muy bien de qué hablaban, pero ni me molesté en averiguarlo, por primera vez, me sentía cómoda durmiendo sobre una mesa.

-Tengo que irme. Aquí está su almuerzo, ¿Podrías dárselo cuando despierte?

-no hay problema.

-bien, adiós.

-adiós.

Puso la bolsa en otra mesa y sentí sus ojos en mí. No tenía la suficiente fuerza para abrir los ojos o de decirle que dejara de mirarme, e independiente de que la tuviera, así menos lo haría. Era Cristóbal, y Cristóbal hacía lo que se viniera en gusto.

-Pensé que jamás despertarías. Tu almuerzo se va a enfriar.

Luego de no sé cuánto tiempo, intenté levantarme ya que había decidido que era suficiente.

-estoy cansada. -logré decir.

-no pienso ir a calentarte el almuerzo luego.

-da igual. -se rió.

-Descansa, fue una desvelada mortal.

-lo importante es que sacaré una buena calificación.

-lo importante ahora, es que duermas, nena, cuidaré de tu sueño.

-no me llames así. -rió.

Volví a dormir, y cuando desperté, no encontré a Cristóbal, sólo estaba Gómez durmiendo sobre su escritorio. Luego que porqué se escapan sus estudiantes. Miré hacia la ventana y no vi a nadie, luego miré mi reloj. ¡Joder! debí haberme ido a casa hace media hora.

La puerta se abrió dando paso a Cristóbal con una bolsa y pude oler la comida desde mi posición. Ya no estaba tan cansada, esta siesta me ayudo un poco, pero mi estómago ya gruñía, y fuerte.

-traje tu almuerzo. Es la segunda vez que voy a calentarlo. -se encogió de hombros.

-parece que Gómez también tenía el sueño atrasado.

-¿sigue dormido? Podríamos...

-No -le corté-. No quiero más problemas.

-Bien. Come, debes estar hambrienta.

-espera, estuviste toda la hora del almuerzo aquí, ¿ya has almorzado?

-no. -antes de protestar, me cortó-: traje también el mío. No pienso dejarte comer sola.

Sonreí.

Comimos juntos y hablamos sobre todo. Me gustan este tipo de conversaciones, en donde los temas fluyen, donde hay risas y bromas por todos lados, y además de eso, debates y acusaciones, los temas se daban solos y no teníamos que cambiar de tema con preguntas estúpidas, y creo que eso es lo mejor de todo. Me gustaba hablar con Cristóbal.

Gómez gimió y se levantó torpemente de la mesa mirando a todos lados confundido, luego su mirada se posó en nosotros.

-¿Qué hacen comiendo en el aula? Saben que está prohibido. No me hagan darles otro día de detención.

-son las cuatro, maestro Gómez. La jornada acabó. -él abrió los ojos como platos.

-no, no puede ser. ¿Por qué no me despertaron?

-es que se veía tan dulce y sereno durmiendo que no quise interrumpir su placentero sueño. -mordí mis labios, reprimiendo una carcajada.

-no estoy para bromas, Pettit, y..., Pettit -se calló un momento, y recorodó que los dos teníamos en mismo apellido-. ¿Por qué siguen aquí? Deberían irse a casa.

The twilight of our love (Re Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora