Capítulo veintiuno: Mi maravilla.

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-Esta es la dirección.

Luego de salir de enfermería junto a Cristóbal, nos tuvimos que separar. Fui a mi casillero junto a Josué a recoger ciertas cosas, y entonces fue cuando Abigail se acercó a mí, apareciendo de la nada, como la bruja que es.

-Te espero a las seis en mi casa. -ajustó sus gafas.

-Ahí estaré. -respondí.

-Hey, ¿qué les pasó en la cara?

Miré a Josué, y al unisono dijimos-: Nada.

-Ya -dijo con desconfianza-. Ustedes, idiotas, sí que son raros.

Y entonces se fue. Josué me miró por un momento y con un asentimiento de cabeza, me indicó que ya era hora de irnos.

-¿Te acompaño a casa?

-Bueno yo...

-Hey, Natalia. -llamó por atrás, nos volvimos hacia él, quien ya vestía con su uniforme y sus cascos colgando por su cuello.

-Hola. -sonreí.

-Yo... Te espero allí. ¿Está bien? -habló Josué con cierta incomodidad.

Lo observamos alejarse hacia donde apareció Lauren junto a otra chica, por suerte. Me volví hacia Cris de nuevo quien me miraba sin alguna expresión. Aveces me daba miedo.

-¿Te llevo a casa?

-Bueno... Yo...

¡¿Otro?! Debería dejar de pensar tanto las cosas.

-Es que yo iba a ir con...

-¡Genial! -me cortó-. ¿Vamos o...?

Me lo pensé por un momento. ¿En qué momento dije que sí? Esperen, ¡en ninguno! No podía ser tan accesible, tampoco me iba a dejar manipular, ¿quién se creía?

-Josué se ofreció en llevarme a casa.

-Hmm... Pues ve y le dices que te vas conmigo. Te espero aquí.

-¡No! Ya le dije que sí a él primero. -traté de sacar la mayor dureza de mi voz.

Contrólate, Natalia. Hazte la difícil.

-Hmm... Pero...

-No -le corté yo esta vez-, ya está decidido, no lo eres todo.

-Pero, Natalia...

-Para, Cristóbal. No insistas.

-¿Me quieres escuchar? Tu amigo Josué ya se fue.

-¿Qué? -Me volteé y lo que más me temí, que Josué no estuviera, era verdad. ¿Por qué se fue? Ni siquiera se despidió, ¡ni me avisó!

Vaya amigos.

Cristóbal me observaba divertido, hasta me rodeó caminando lentamente, como si me analizara, reprimiendo las ganas de reírse, y sí que se carcajeó, ¡en mi cara! ¡Se estaba burlando de mí! Entonces lo fulminé con la mirada, ¿Qué le causaba tanta gracia?

-Entonces... -habló por fin cuando se calmó un poco-. ¿Te llevo?

Metió sus cascos en su mochila y luego la dejó en el asiento de atrás. Su Montero estaba reluciente, todo estaba en orden, hasta olía a pino.

-¿Tuviste tiempo para mandarlo a lavar?

-Bueno, falté a las primeras clases de la mañana, pero no. Lo lavé yo mismo, alcancé a llegar antes del primer receso.

Vaya que era rápido.

Encendió su auto y nos encaminamos a mi casa. El camino fue silencioso hasta el primer semáforo de la siguiente esquina, ya que Cristóbal siempre tenía algo que decir.

The twilight of our love (Re Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora