Capítulo diecinueve: Celos.

84 7 2
                                    

-Diviértete.

-Define "divertirse". -Papá rió fuerte.

-Corre que se te hace tarde. Te quiero, calabacita. -besó mi frente y des aseguró la puerta del auto para que saliera, y así lo hice.

Caminé hacia la entrada y a diferencia de, prácticamente, todos los días, no encontré a Luciana por ninguna parte, ella siempre me esperaba afuera ya que no se atrevía a entrar a la escuela sola, no estando en noveno grado. Era algo bastante arriesgado.

Bufé. No me quedaba de otra que entrar.  Pero para mi suerte, la buena, encontré a Josué  en la entrada. Sonreí. Hacía semanas que no lo veía, se había ido a unas "vacaciones" a su ciudad por asuntos familiares, o al menos eso fue lo que dijo en su mensaje de texto.

-¡Jos! -Le sorprendí, y de inmediatamente recordé al perro de Cristóbal. Josué se volvió hacia mí y con una gran sonrisa, me abrazó fuerte.

-¡Me asustaste, tonta! -dijo divertido.

-Eso no me sorprende, eres un asustadizo de primera -reímos los dos-. ¿Cómo te fue?

Se alejó un poco y pensándolo por un momento, se encogió de hombros.

-¿Me creerías si te dijera que fue lo mejor del mundo?

-No.

-Me conoces tan bien. -Sonreí. Era su forma de decirlo la que me decía que su paseo no fue nada bonito.

-Lo que pasa es que eres muy fácil de leer.

-¿Me llamaste fácil? -fingió indignación, colocando una mano en su pecho.

-Eres una fácil, maldita puta barata. -nos reímos a carcajadas sin importar que todo el que pasara, se asustara al escuchar nuestras horribles risas.

-Tú no cambias.

Sonreí y le dediqué una mirada inocente.

-¿Y Lú? Creí que estaría contigo.

-Pues no ha llegado.

-¿Y Andrew, Lauren?

-Lo más seguro es que estén en algún lugar de la escuela besuqueándose.

-Ya. -dijo algo incómodo y de pronto mis mejillas ardieron. Sabía cuáles eran las intenciones de Josué hace unos años, pero siempre fingí que no me daba cuenta, él sabe que no puede decirme nada, espero no lo haga. Eso lo arruinaría todo.

-Hey, Pettit. -Llamaron a mis espaldas. No pude evitar rodar los ojos al escuchar su voz, pero aún así me tuve que voltear.

-¿Sí?

-Como te has dedicado a no entrar a clase de química, el maestro Gómez ha dejado un trabajo de a parejas.

-Sí, lo sé. Es para la otra semana, yo y Luciana lo haremos juntas.

-No he terminado de hablar, querida. Resulta que como ustedes dos no estaban, y la clase anterior yo falté, entonces Gómez le asignó otro compañero a Sartre. Y sólo tú y yo quedamos.

Me lleva el...

-¿Tengo que darte las malas noticias o tu cabecita si captó lo que quise decir?

Respira, Natalia... 1... 2... 3...

-Yo ya tenía una parte adelantada con Luciana.

-Pues qué pena, yo traté de hablar con Gómez pero él insistió en que me hiciera contigo, eres tan pésima en química, y necesitas toda mi ayuda. Pobre.

7... 8... 9...

-¿Y cómo vamos a hacer?

-Te espero en mi casa a las seis. Hoy. Saldremos de ésta hoy, pero procura no demorarme, mi tiempo es valioso. -y con eso dicho, se dio la vuelta, alejándose de nosotros.

15... 16... 17...

-Tienes que estar muy de malas para tener que hacer un trabajo con Abigail. -bufé.

-En especial, siendo uno de química. Últimamente, no me ha ido de lo mejor.

-Así parece. Esa hizo de física de octavo grado la peor pesadilla.

-¡Es una arpía! ¡Una bruja! No la soporto. Todos mis intentos por alejarme de ella habían funcionado hasta ahora. Éste no ha sido un buen año.

Abigail Snow. Bonita, inteligente, e intelectual... En su cabeza. Comedora de libros, siempre en los primeros puestos, animadora, popular y rompe corazones. Fastidiosa, y muy competitiva. , Reina del drama, ridícula, bruja, arpía, put...

-Hasta ahora han comenzado, Natalia, no te lamentes aún. -sonreí.

-Ya. Será mejor que entremos.

A la segunda hora, recibí un mensaje de Luciana diciéndome que no vendría ese día, que estaba jodidamente enferma y lo mas posibñe era volviera hasta el viernes. Suspiré, y me concentré de nuevo en la clase.

En clase de teatro, como la vez pasada, tuve que hacerme de nuevo con Abigail. ¿Por qué el destino es tan cruel? Y hablando de drama, no había visto a Cristóbal en todo el día.

-¿Qué tal la clase? -me dijo Josué, cuando nos dirigimos a la cafetería.

-Ni me preguntes.

-Escuché que fuiste a detención. -me paré en seco y lo mire suplicante.

-No quiero hablar de eso, por favor.

-¡Wow! La gran Natalia Pettit en detención... Eso no se ve todos los días. Qué preciso me tuve que ir.

Se escucharon gritos varoniles por todo el pasillo y la gente se arrinconó a la pared. Venía el entrenador con el equipo de fútbol trotando al compás. Vi a Cristóbal entre ellos y no pude evitar sonreír, pero mi sonrisa se borró cuando Abigail llegó en ese preciso momento y le saludó agitando la mano. Pero lo que lo empeoró, fue que él le devolvió el saludo con una sonrisita, de esas que da cuando se la da de coqueto y galán.

No sé cuánto tiempo llevaba aguantando la respiración, cualquiera que me viera diría que tenía una fiebre terrible, estaba hecha furia, todo un huracán se armaba en mi cabeza, roja, igual que Tinker Bell o hasta peor. Podría hasta jurar que me salía humo de las orejas, más el sonido de un ten de vapor.

-¿Estás bien? -preguntó Josué alarmado.

Me volví hacia Cristóbal, él me observaba atentamente. Lo miré sin expresión alguna, pero eso no significaba que aún no estuviera roja de la escandalosa rabia. Una sensación que yo desconocía, o más bien no quería admitir ni reconocer, me daba miedo. Recuerdo que eso mismo me había dado con Pablo, muchísimas veces, pero esto era más fuerte, y me regañé a mi misma por sentir eso. Desvié la mirada y le sonreí a Josué.

-Perfectamente. ¿Vamos?

The twilight of our love (Re Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora