Capítulo trece: El grupi.

91 7 0
                                    

Me echó de menos. ¡Me echó de menos!

Así estuve despistada toda la hora de Biología recordando ese abrazo. No ese. El abrazo.

Sonreía como estúpida y jugaba con mis manos. Lo que teníamos hasta ahora comenzaba, y no hablo de una relación amorosa, sino la más íntima amistad, la más especial. Eso era, y de ahí no pasaría.

-Señorita Pettit, ¿podría responder mi pregunta? -la maestra me baja de la nube.

-¿Perdón? -sacudí mi cabeza y me incorporé en el asiento.

-Sí. Ya que sabe tanto como para no sacar su cuaderno, podría responder mi pregunta.

-Lo siento, estaba distraída. -se indignó.

-Lo esperaba de cualquiera menos de usted, Pettit.

-No volverá a ocurrir.

-Está enamorada, maestra. Es normal. -dice Luciana pícara. Puede ser mi mejor amiga pero, ¿por qué teníamos que tener la mayoría de clases juntas?

La clase silbó y empezó a murmurar con unas cuantas pequeñas risas.

-Silencio. -dice la maestra.

-De Pettit, el jugador de fútbol. -dice alguien que no distingo. La clase se alborota. Yo me sonrojo.

-¿Cómo Cristóbal Pettit le pondría cuidado a alguien de secundaria, especialmente a alguien cómo esa mojigata? -Dice la morena de mi lado que empieza a reír con su grupo. Mis dientes rechinan.

-Por la misma razón la cual no se fijaría en una zorra como tú. -dice Luciana.

-Lú...

-¡Ya basta! -interviene la maestra-. O se callan todos, o se van a la oficina del director.

Cuando mandaron a llamar a los del comité, Luciana y yo fuimos al gimnasio. Fuimos una de las primeras en llegar, pero como ya habíamos terminado nuestra pancarta, al fin, el maestro Gómez nos puso de asistentes de unas chicas de preparatoria. Agatha, la rubia sonriente llevaba a Luciana de un lado a otro, y no pude evitar reír, era amigable, y un tanto igual a ella, y supongo que eso era lo que a Lú le fastidiaba de la linda rubia. En cambio, Gómez me asignó a Cinthia, la chica de cabello corto que una vez había visto junto a Cristóbal y su moreno amigo, y al igual que la rubia, era amigable y risueña.

-Cielo, ¿podrías llevarle ese pegante al grupo de chicos que está allá? -me pide ella.

-sí, claro.

Me acerqué hacia ellos con el enorme tarro de pegante que hace rato le habían pedido altaneramente pero divertida, supuse que eran amigos, ya que vi al moreno amigo de Cristóbal y claro, a él. El moreno me sonrió al llegar allí, y recibió el pegante. Me fijé más allá del moreno, donde estaba Cristóbal, me sonrió y y yo le devolví la sonrisa.

-Hey, puedes soltar el pegante. -dijo el moreno burlón.

-lo siento. -susurré, bajé la cabeza y me volví hacia Cinthia.

En la hora del almuerzo, me perdí de mis amigos y fui a la banca más lejana de la escuela. Allí, había y pequeño lago y unos patos que me hicieron recordar...

-¿Alimentado de nuevo a los patos? -dijo a mis espaldas. Me volví hacia Cristóbal con una pequeña sonrisa.

Él me la devolvió y se acercó, sentándose a mi lado.

-Está prohibido. -dice él.

-¿no que lo prohibido es lo tuyo? -se vuelve hacia mí con una mirada que no pude entender. Quizás nerviosa, ansiosa..., oscura y misteriosa.

The twilight of our love (Re Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora