Tal vez estuviera proyectando sus propias emociones en aquel misterioso hombre de ojos violetas. El también tenía miedo. Odiaba estar de vuelta en Atenas, odiaba los recuerdos que afloraban su mente.
"Acostumbrate, Kardia. Así es como se hace"
Volveré... Te lo prometo.
Se levantó de la silla con brusquedad y paseo por el despacho, inquieto. Había borrado esas voces de su mente durante 15 años, pero habían vuelto atormentarlo desde que había puesto el pie en la ciudad. Shion le había sugerido que estableciera su base en cualquier otra de las ciudades en las que su padre tenía despacho, pero Kardia se había negado.
Había huido de esa ciudad una vez y no iba hacerlo de nuevo. El enigmático y atractivo Degel Le Blanc lo distraería de la agonía de sus pensamientos.
— ¿Kardia? — dijo Shion desde el umbral —. La cena está servida.
— Gracias — Kardia metió la tarjeta de Degel en el bolsillo interior de la chaqueta gris que se había puesto . Sentía un agradable cosquilleo de excitación por la idea de ver al fascinante Señor Le Blanc y desechó sus oscuros secretos.
Había pedido que sirvieran la cena en una terraza privada del patio interior del complejo. La luz de las antorchas proporcionaban un ambiente muy íntimo. Degel no había llegado aún y se tomó la libertad de servir dos copas de vino. Segundos después oyó sus zapatos. Se volvió sonriente.
— Señor Le Blanc.
— Si insiste en que lo llame Kardia, tendrá que llamarme Degel.
— Gracias... Degel — inclinó la cabeza, más contento por su concesión de lo que debería.
A la luz de las antorchas, estaba magnífico. Había mantenido el moño de aspecto profesional, pero había cambiado el traje por una sencilla túnica de seda color chocolate. En otra persona podría haber parecido un saco de papas, pero en el caso de Degel, se pegaba a sus curvas y relucía con cada movimiento. El sospechó que había elegido la túnica por su modestia, y que no era consciente de que incrementaba su atractivo. Llevó la mano a una de las copas.
— ¿Vino?
— Gracias — aceptó tras un leve titubeo.
Saborearon el vino en silencio, envueltos por la suavidad de la noche. En la distancia se oía el susurro de las olas y, más cerca el ruido del viento de las palmeras.
— ofrecería un brindis, pero no parece la ocasión apropiada — dijo Kardia.
— No — Degel bajó la copa —. Debe comprender Señor Antares...
— Kardia.
— Se me olvida todo el tiempo — río suavemente.
— Creo que quieres olvidarlo — dijo él, pensando que no parecía una persona acostumbrada al buen humor.
— Como dije antes prefiero mantener una relación profesional.
— Estamos en el siglo XXI, Degel. Tutear con alguien no supone una invitación a la intimidad.
— En la mayoría de los círculos — concedió él, intrigándolo más aún —. En cualquier caso, lo que quería decir es que estoy seguro de que sabes que la mayoría de lo que contiene esa cámara ha sido robado de museos de todo el mundo.
— Lo sé, por eso quería que fuera evaluado y asegurarme de que no hay falsificaciones.
— ¿Y Después?
El tomó un sorbo de vino y lo miró, divertido.— Después voy a venderlo en el mercado negro, por supuesto y a deshacerme de ti.
— Si es una broma, no tiene gracia — apretó los labios y estrechó los ojos.
— ¿Si es? — lo mira fijamente —. Por Athena, ¿ en serio crees que eso sea una posibilidad? ¿Por que clase de hombre me tomas?
— No lo conozco, Señor Antares — Se ruborizó levemente —. Sólo se que he oído de su padre...
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Tu eres una obra de arte
Fiksi PenggemarKardia Antares hijo único de un magnate rodeado de escándalos tanto sociales como envueltos en hilos de corrupción, evitando los malos pasos de su padre hace de lado a su familia Degel un famoso tasador de pinturas llega a la paradisíaca isla en el...