CAPÍTULO 4: Rompiendo tus murallas

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Para variar cada lunes dormia de más. Era como si el domingo no quisiera despedirse de mí, como si mi cama me reclamara más tiempo. Iba corriendo lo más rápido que mis piernas respondían. Alguien gritaba mi nombre, pero no me había vuelto a mirar, supuse que era algún compañero de clase.

De repente alguien me sujeto de la maleta y me hizo dar la vuelta en redondo, no fue algo brusco, pero fue suficiente para poner mis sentidos en alerta. Era Alex.

—Caminas muy rápido bonita— dijo él en tono agitado. Se podría decir que llevaba corriendo un trayecto largo.

—Es que tengo un poco de prisa. Ya sabes, lunes.

Alex esbozó una sonrisa. Pude ver sus preciosos dientes blancos y perfectamente alineados, nada fuera de lugar.

—¿Me preguntaba por qué te fuiste la otra noche?

—Tengo una idea estupenda—Busque rápidamente un papel y un esfero en mi mochila, y garabatee mi numero en el— Llámame esta noche, exactamente a las 2 am—Pude ver su confusión a través de sus ojos—No me preguntes el por qué ¿Si?, Cuídate.

Le sonreí y salí disparada hacia mi clase donde en primer puesto estaba Sonia. Tome aire antes de verla, esa mujer me exasperaba, su forma arrogante de creer que todo el mundo estaba bajo su palma, me desquiciaba. Yo era tan indiferente con ella que seguía sin entender cuál era su interés en hablarme o cosas así y lo peor de todo es que la profesora de psicología estaba empeñada en que trabajáramos en equipo.

—Hola Lauren ¿Lista para el jueves?—Preguntó Sonia.

Me quede absorta en mis pensamientos, tratando de recordar. Sonia enarco una ceja y unos de tacones se posaron sobre la rejilla de mi asiento.

—¿Lo olvidaste?—Soltó un bufido— El trabajo de Psicología.

Puse cara de asombro, porque realmente me sorprendía no recordar aquel trabajo.

—Bien, entonces el jueves en la cafetería, esa que queda cerca a los rosales de la universidad.— Respondí

—Bien Lauren, que no se te olvide.

Sonreí de la manera más hipócrita posible, enserio esa chica no me agradaba.

Después de un largo día de trabajo lo único que ansiaba era tirarme en mi cama y caer en un coma profundo. Mire mi reloj que marcaba la 1:50 a.m, en aquellos 10 minutos me puse el pijama y me tape las cobijas, y a las 2 en punto mi teléfono sonó, conteste rápidamente.

—¿Diga?

—Buenas noches, bonita o debería decir ¿Buenos días?

Solté una risita

—¿Cómo estás?

—Ansioso por saber para qué querías que te llamara tan tarde.

—Por qué estaba bastante ocupada, no me gusta llegar tarde y menos a clase.

—Oye bonita, en vista de que perdimos la oportunidad de conocernos y bailar... y todo eso ¿Quisieras salir este sábado?

No sonaba como una mala idea, la idea de dejar de ser un aburrida y enclaustrada persona.

—Bien me parece perfecto ¿a las 7 en el bar del sábado?.

Un bostezo se oyó al otro lado de la línea.

—Pareces cansado. Es hora de dormir Alex.

—Bonita me encantaría hablar contigo hasta el amanecer. Pero los ojos me pesan.

—Descansa Alex.

—Buena noche Bonita. Nos vemos el sábado.

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