El día había amanecido fresco y soleado. El cielo se veía más claro que de costumbre, en un azul profundo que ninguna nube era capaz de opacar. Peter sorteaba los escombros de los edificios destruidos por las bombas enemigas mientras disfrutaba el viento fresco golpeándole suavemente las mejillas y despeinando su cabello.
Aquello marcaba el inicio de la primavera, pero para el adolescente no existía alguna diferencia, los días siempre se sentían igual y desde hacía varios años, el clima o los cambios de estaciones habían dejado de importar.
Peter dio un salto desde una columna destruida y cayó con ambos pies en el suelo, levantando una nube de tierra que le ensució los zapatos, brincó en medio de un charco de agua y lodo que manchó los pantalones color café claro y subió por una escalera a medio terminar entre dos construcciones sin forma que en algún momento, habían sido un par de casas. Allí iniciaba un desnivel que le traía de regreso a tierra firme y tras un par de pasos más, le dejaba frente a la puerta metálica de la casa de Ned.
—¡Peter! —exclamó el muchacho tan pronto abrió la puerta. Su rostro regordete se iluminó con una genuina sonrisa. Edward era el tipo de persona que prefería estar todo el día recorriendo el centro de la ciudad en ruinas antes que quedarse en casa a seguir pelando patatas. —Creí que no vendrías, se fue la señal y no pude llamarte más.
—Lo siento, mi tía no me dejaba salir si no terminaba de ordenar la alacena. ¿A dónde iremos hoy?
—No lo sé, simplemente quiero salir un rato y respirar aire fresco.
La risa escapó por lo bajo con complicidad.
Peter no era capaz de recordar el aroma de la tierra mojada o las ventiscas veraniegas. Su olfato estaba impregnado de ese olor a metal oxidado, pólvora y un poco a azufre cuando había detonaciones a varios kilómetros a la distancia cerca de la capital. Se había acostumbrado al sabor metálico en su lengua y al polvillo que se le pegaba a la piel. Ned era todo lo contrario a su mejor amigo y siempre luchaba por encontrar ese pequeño lugar que le recordara lo que alguna vez tuvo y no supo aprovechar.
Caminaron entre piedras y muros destrozados hasta llegar a un montículo de escombros que escalaron con total naturalidad. Hacían eso casi todos los días y parecía ser más una rutina que un obstáculo. Del otro lado les esperaba un lago que se había formado en medio del pueblo con las continuas lluvias luego del ataque de Japón a Inglaterra. Era un gran cráter y un lugar excelente para encontrar peces que eran infinitamente mejor que la sopa insípida de papas con repollo. Pero ese día no iban a pescar.
—¿Has hablado con MJ? —Ned cuestionó de imprevisto a un despistado Peter que recogía piedras para lanzarlas al lago.
—No. Quizá se quedó sin señal. —Ned bufó. La respuesta pareció no satisfacer del todo al muchacho de cabellos negros. Peter era sumamente despistado incluso en sus propios sentimientos y emociones, pero sabía muy bien que entre ellos existía una chispa especial que ninguno se atrevía a reconocer. Ned nunca había mencionado nada al respecto.
—Deberíamos ir a visitarla.
—¿Y llegar sin avisar? No, no. —Peter respondió más consciente de la situación. Lanzó las piedras a un lado y caminó hacia donde el contrario se encontraba sentado. —Sabes que a MJ no le gusta que hagamos eso. Le enviaré un mensaje después... Ojalá la señal ya haya regresado.
El silencio se hizo presente entre el par de adolescentes.
Allí no se escuchaban a los pájaros cantar, no se escuchaban las hojas de los árboles meciéndose con el viento ni mucho menos se escuchaba el bullicio de la ciudad. Era como un pueblo abandonado en medio de la nada donde los fantasmas salían únicamente por las mañanas para intentar sobrevivir un día más.
A veces entre los silencios se escapaban pequeños suspiros o pensamientos en voz alta. Otra veces simplemente no decían nada hasta que comenzaba a anochecer y las alarmas de toque de queda los obligaban a volver de inmediato a sus hogares.
Esta vez fue Peter el que rompió el silencio, o mejor dicho, lo hizo el aparato oculto dentro de su bolsillo.
—Oh, es mi tía. —respondió al ver el remitente en la pantalla estrellada del teléfono móvil. La señal había vuelto y con ello, la preocupación de May Parker. «Necesito que regreses ya, llegó el correo» alcanzó a leerse entre las líneas del cristal dañado y eso solo podía significar una cosa. —¡Llegó una carta de mi tío! —su voz se volvió aguda y chillona, como la de un niño al que le acaban de dar la mayor sorpresa de su vida. Se levantó de un salto y tomando las pocas cosas que tenía, emprendió el camino a casa.— ¡Nos vemos luego, Ned!
Peter corrió entre las ruinas con todas sus fuerzas.
Su tío Benjamín era de los pocos hombres del pueblo que aún se mantenían con vida en el ejército y recibir una carta suya era algo que no pasaba todos los días.
Le gustaba leer las cartas de su tío porque siempre enviaba más de cinco hojas, todas maltratadas y amarillentas. Siempre le contaba sobre sus aventuras; le contaba sobre su vida y lo mucho que extrañaba estar en casa con ellos y Peter siempre guardó todas y cada una de ellas como su mayor tesoro. Las guardaba en una carpeta especial llena de recortes del periódico y tenía la esperanza de mostrárselo cuando la guerra terminara.
Empujó la puerta de metal con todas sus fuerzas y entró corriendo hasta la cocina.
—¡Tía May! —gritó agitado y exageradamente feliz y emocionado—. No leas la carta del tío Ben sin mi. ¿Cuando llegó? ¿Volverá pronto? ¡Oh, dame la carta, quiero leerlo! ¿Sabes lo que le sucedió a su compañero Sebastian? Dice que una granada le voló el pie y...
—Peter. —May le interrumpió con una seriedad poco usual. May Parker era una mujer siempre alegre y llena de positivismo incluso en esas circunstancias, pero ese día marcaba la excepción.
Al muchacho se le bajó la adrenalina de golpe y aún con la respiración agitada y el rostro cubierto de sudor, miró a su tía con preocupación. La británica tenía entre sus manos una carta abierta a la que se aferraba inconscientemente. Él solo pensó lo peor. —¿El tío Ben... está bien?
—No es sobre Ben... —dijo apenas en un hilo de voz suave. May apretó los labios a la vez que le extendía el sobre abierto. Peter lo tomó inseguro, observando la carta con curiosidad. No conocía la dirección del remitente y al parecer, su tía tampoco.
—N-no lo conozco, yo... —balbuceó.
—Es Gwen. —sentenció y el alma de Peter pareció abandonar su cuerpo con la simple mención de su nombre.
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«Serenity Now» [ AU | PeterMJ ]
General FictionEs el año 2050 y la tercera guerra mundial estalló hace 20 años. Peter, Michelle y Ned no conocen nada más allá de su pueblo destruido en Inglaterra y solo intentan sobrevivir, pero además de la muerte el trío descubrirá el lado más oscuro e inhuma...