Ned

162 18 1
                                    

En un principio y antes que la guerra estallara, Londres era una ciudad grande y libre. Cualquiera podía transitar por sus calles sin miedo y había una variedad de tiendas y precios, tanto que elegir era complicado y tedioso. Veinte años después aquello era solo parte de las historias que los abuelos contaban a sus nietos para entretenerlos.

Londres —como la mayoría de las capitales del mundo—, había sucumbido a la guerra y había reducido su tamaño considerablemente hasta quedar como un pequeño pueblo, casi como una aldea del medievo. La rodeaban unas altas murallas de concreto ennegrecido y grasiento de aproximadamente diez metros. Las puertas eran monstruos gigantes de acero abiertas de par en par.

—Oh, dios mío... —Peter interrumpió con asco, llevándose el dorso de su mano a su nariz para cubrirse del hedor. Justo en las entradas, había pilas de cadáveres irreconocibles, pudriéndose al calor del sol. Las aves de rapiña abundaban a los alrededores y era una manera barata de mantener a los malvivientes fuera de la ciudad.

Su abuela le había contado que el ejército británico había intentado enterrar a todos sus muertos, pero las cosas estaban tan mal que las fosas comunes habían llegado a su límite y era imposible. Entonces comenzaron a apilarlos a las afueras de la ciudad sin discriminación. Desde altos mandos del ejército y gobierno hasta vagabundos y huérfanos, todos se pudrían a la vez sin excepción.

Un perro que llevaba un brazo putrefacto con colgajos de piel amoratada pasó frente a ellos mientras atravesaban las puertas de la ciudad. MJ aguantaba la respiración pero Peter parecía querer vomitar. Ned, por su parte, intentaba no prestar atención a la peste que se le impregnaba a la ropa y miraba al cielo, a los buitres girando sobre él.

—Identificaciones. —espetó con voz decidida un soldado que cuidaba las puertas. Llevaba un cubrebocas especial para filtrar el aire y su gran arma colgando de su espalda. Ned de inmediato metió la mano a su bolsillo del pantalón para sacar su credencial y lo mismo hicieron MJ y Peter sin quitar la mano de su nariz y bocas en algún momento.

El soldado observó las tres identificaciones y después observó los rostros de los muchachos. —Adelante. —dijo a secas, entregando sus documentos sin amabilidad.

Una vez sorteado aquel obstáculo, venía uno peor.

La ciudad era un caos; apestaba a cadáveres, fruta podrida y aguas negras. El suelo siempre estaba mojado y debían rodear las calles destruidas para llegar al supermercado que les correspondía. La gente se empujaba por todas partes para pasar y Ned se quedó atrás, atrapado en una multitud de la que le costó librarse.

—¡Peter! ¡MJ! —gritó él, levantando sus brazos mientras corría agitado para alcanzarlos. Los muchachos se giraron ante el llamado de auxilio y se aferraban a las paredes húmedas a los costados de la calle para dejar pasar al resto de personas.

—¡Rápido! —gritó Parker, haciéndole señas desesperadas con las manos. Leeds corrió con todas sus fuerzas, perdiendo el aliento en más de una ocasión hasta finalmente tenerlos frente a frente.

Ned miró hacia abajo y encontró las manos de MJ y Peter aferradas la una a la otra. Él no dijo nada y continuó su camino. Demasiadas cosas habían sucedido aquella mañana como para preocuparse por otras cosas que no fuesen regresan con la canasta llena y el sello del mes en su credencial. 

«Serenity Now» [ AU | PeterMJ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora