Peter

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Peter solía amar la ciudad; cuando llegó de Nueva York a Inglaterra, la capital estaba apenas dañada por la guerra y las cosas eran brillantes y prometedoras. Estados Unidos, por otra parte, se caía a pedazos.

Ahora detestaba Londres. Odiaba su peste interminable, su gente sucia y grosera, y la necesidad de tener que ir allí para poder subsistir. Parker pocas veces se ponía de mal humor, pero cada vez que estaba allí, sentía deseos de gritar. El olor a muerte seguía impregnado en su olfato por más que intentaba respirar aire fresco.

Y después, Ned.

Era su mejor amigo desde hacía años, pero en esas circunstancias detestaba su debilidad; aunque eso no le estaba quemando la cabeza. Aquello era apenas una piedrecilla en el zapato. En lo que no podía parar de pensar era en MJ, en cómo había tomado su mano sin permiso ni titubeo cuando sintió el peligro. ¿Por qué él? ¿Por qué tomó su mano y no su ropa o su canasto? Peter Parker no paraba de pensar mientras caminaban por las callejuelas ya despejadas de la ciudad.

Michelle no decía nada, ni siquiera lo miraba.

Gwen también tuvo esa clase de detalles con él, pero su mano nunca le hizo sentir ese cosquilleo nauseabundo y maravilloso en la boca de su estómago, el calor de sus dedos nunca le hizo estremecerse como lo hacían las manos de Michelle.

—¿Peter?... ¿Peter? ¡Peter! —una mano cayó en su hombro y le tiró hacia atrás.

—¡Ah, Ned! —se quejó adolorido—. ¿Qué sucede?

—No, ¿qué sucede contigo, amigo? La fila está allá. —su dedo índice y regordete señaló a sus espaldas, donde MJ estaba formada con su gran canasta. —¿En dónde está tu cabeza?

—Ni yo lo sé. —sinceró. —Ni yo lo sé. —esta vez, dijo eso último para sí mismo antes de caminar de regreso hasta el final de la fila.

Las largas filas eran algo recurrente en la vida de Peter Parker. En la ciudad se hacía línea para todo, incluso para obtener lo más básico.

Delante del trío había por lo menos una fila de diez personas esperando su turno, con sus canastos grandes y vacíos. No pasó mucho tiempo para que llegara el turno de MJ.

—¿Su tarjeta? —Michelle le extendió la tarjeta de víveres especial y el soldado a cargo la marcó con un sello de tinta roja brillante que traspasaba el papel; después pudo ingresar al supermercado. Tras ella siguió Ned y finalmente el neoyorquino. Con los tres dentro, todo se volvía más sencillo pero eso no los libraba de las largas colas en cada departamento.

MJ se adelantó para ir al departamento de panadería por la ansiada dotación mensual de pan dulce hojaldrado y Peter le perdió la vista mientras esperaba su ración de patatas. Tampoco estaba recibiendo lo mejor; las papas estaban deformes, sucias y del tamaño de la palma de su mano. Estaba seguro que May gritaría al cielo de solo verlas.

—¡¿Disculpa?! ¡Debe haber un error! —un alboroto llamó la atención del adolescente y lo hizo salir de su fila. Siguió los gritos y habladurías y llegó hasta el departamento del pan. Tuvo un mal presentimiento que se materializó a los pocos segundos; aquella chica que gritaba molesta era Michelle.

—¡MJ! —corrió y empujo a un par de personas que solo estaban alrededor buscando entretenimiento barato. Su mano cayó en el hombro de la morena para llamar su atención. —¿Pasa algo?

—¡Dicen que no está mi nombre!

—Debe haber un error, Michelle.

—¡Claro que hay un error! —exclamó alterada.

—¿Puede revisar de nuevo? —intervino Peter ante la incapacidad de MJ de tranquilizarse, aunque él la comprendía. —¿Por favor?

—Lo lamento, su nombre no aparece. Necesito que salga de la fila, nos está retrasando.

«Serenity Now» [ AU | PeterMJ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora