Devoradores de esperanza

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A unos cuántos kilómetros de Shiganshina, una feroz batalla se llevó a cabo desde el amanecer. El ejército de civiles comandado por la Legión de Reconocimiento, había sido interceptado por los titanes en un punto mucho más lejano del destino original.

El escuadrón Levi había tomado otra ruta aprovechando su número reducido para evitar el contacto innecesario con los titanes y así llegar antes que el ejército. No obstante, no contaban con que una cantidad significativa de aquellas criaturas se encontrarían a los humanos en un campo totalmente abierto.

El Sol se estaba poniendo y con él, las nubes se tiñeron de un rojo escarlata. No estaba de más pensar que la naturaleza era testigo del derramamiento de sangre más cruel que tuvo la humanidad después del ataque a Shiganshina hace un año. Los gritos de guerra y valor que los soldados del Cuerpo de Exploración dieron para animar a los refugiados a entregar sus corazones, pronto se transformaron en gritos de dolor y agonía con el transcurso del tiempo.

El escenario era fatal. Los titanes se llevaron un festín ese día, no había ninguno en pie que no estuviera quebrando huesos humanos en sus mandíbulas mientras sus labios y dientes se manchaban de sangre en cada mordida. Algunos devoraban gente que suplicaban por su vida, otros simplemente habían muerto durante la primera mordida o pisada.

Como era de esperarse, los titanes excéntricos fueron los que más bajas produjeron en menor tiempo. Algunos de ellos corrían despavoridos hacia las concentraciones mayores de humanos para lanzarse contra la multitud, consiguiendo matar a muchos civiles que al final sólo pudieron ser consumidos por el miedo a la muerte, minutos antes de que la misma los abrazara.

—¡Erwin! —Hange se acercó rápidamente con su caballo hacia el comandante, quien estaba manchado de sangre y completamente despeinado. La subcomandante tenía el mismo aspecto y, por si fuera poco, habían manchas de sangre que no se evaporaban al no ser de origen titánico. —¿Hasta cuándo seguiremos peleando? Los titanes no dejan de llegar, parece que Levi no pudo conseguirlo.

—Sí, eso parece. No tenemos alternativa, ya no podemos arriesgar más vidas. —Respondió en seco el rubio mientras observaba cómo algunos civiles intentaban abandonar la escena, pero fueron interceptados por varios titanes de menos tamaño que los sujetaron y aplastaron sus cráneos entre sus dientes. —¡RETIRADA!

El grito de Erwin resonó por toda el área seguido de una bengala roja que disparó al cielo. Su orden fue escuchada por todos los soldados y civiles que no supieron que hacer en ese momento.

—¡Los que puedan moverse, tomen sus caballos y abandonen la zona! ¡Volveremos a Trost inmediatamente! —De inmediato, dirigió la mirada a Mike Zacharius quien ya se acercaba a él montado en su caballo. —Mike, tu y tu escuadrón apoyen a los que no puedan escapar porque los titanes los están siguiendo. Cuento contigo.

—Entendido, Erwin. —Respondió el soldado fornido mientras jalaba aire por la nariz. Mike era considerado como el segundo hombre más fuerte, siendo superado por Levi. Una de las habilidades que más destacaban de él era su agudo olfato, el cual le permitió advertir al ejército sobre la presencia de los titanes en un punto prematuro al previsto.

Un grupo pequeño de civiles corrieron hacia el camino que habían tomado desde Trost mientras dos titanes de 16 metros los seguían. A pesar de ir a paso lento, sus zancadas eran más amplias permitiéndoles alcanzarlos en poco tiempo. De pronto, dos soldados aparecieron velozmente detrás de los titanes, logrando cortarles la nuca a cada uno salvando así las vidas de los refugiados.

—¿Se encuentran bien? —Les preguntó Adler, siendo uno de los responsables de derrotar a los titanes.

—Oe, muchacho, que no se te suban los humos a la cabeza. —Replicó Auruo siendo el otro soldado en ayudarles.

La luz de dos alasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora