Que feo es cuando la persona que más amas es la persona más fría del mundo. Que feo es que le intentes demostrar tu amor y el te saque a patadas de su vida. Que feo es que tú seas la pobre indefensa presa de sus castigos y malas costumbres.
Vivir co...
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Desperté a las cinco de la mañana, la cabeza me dolía a más no poder y una fina capa de sudor se deslizaba por mi frente. Volteé en la cama sin querer, toqué el hombro de Christopher, este se removió entre mas sábanas y siguió con su sueño pesado.
Me senté sobre la cama y quité el cabello de mi rostro, ¿Dónde había quedado mi coleta hecha por Christopher? Un simple desastre en persona, era. Los ojos me ardían y sentía que el calor se apoderaba de mí para dejarme devastada. No soportaba la fina tela del camisón, se pegaba a mi cuerpo y molestaba como nada esa noche.
–Christopher...–murmuré
No hubo rastro de algún movimiento, el seguía durmiendo tranquilamente en aquella noche calurosa.
Decidí no molestarlo y me puse de pie. Un repentino mareo me obligó a sentarme nuevamente. El movimiento del colchón al sentir mi peso, hizo que Christopher volviera a moverse y volteé a verlo.
–¿Qué ocurre? .–preguntó abriendo un solo ojo.
–Me siento fatal .–respondí en un susurro.
Terminó de abrir sus ojos y se sentó en la cama. Frotó su cara con ambas manos y luego dio la vuelta a la cama, para sentarse a mi lado y tomar mi mano.
–¿Qué es lo que te duele, amor? .– preguntó y brindo leves caricias a la piel de mi mano.
–Todo, es como si un camión me hubiera pasado por encima y estropeado todos mis huesos incluidos mis músculos.
–Si, muy mareada .–pasé una de mis manos por el sudor de mi frente.– Tengo mucho calor, Christopher.
–Es normal, estoy a tu lado .–bromeó.
Sonreí levemente y se acercó más a mí.
–¿Qué haremos contigo? .–preguntó en un susurro.– Creo que deberíamos llamar al médico que venga aquí, para no dejar a los niños solos.
–Lo que digas .–dije y me tiré a la cama.
Mis piernas colgaban de la cama y mi espalda estaba apoyada sobre el colchón. Ese calor era insoportable, molestamente asqueroso. Christopher soltó mi mano y se acostó a mi lado.
–¿O crees que debo llevarte al hospital?
–No, no, aquí .–dije rápidamente.
Christopher besó mi mejilla y se puso de pie. Lo vi caminar apresuradamente cruzando la habitación y entró al baño.
La costumbre de mi esposo, dejar el móvil cargando en el baño. No pregunten, solo ignoren sus anormalidades.
Entró nuevamente a la habitación, con el móvil en mano y una cara de preocupación que dejaba mal al más serio y sin sentimientos.
