[ D o r i a n ] I

393 29 3
                                    





Había tomado el autobús temprano en la estación cercana. Su amiga Lana condujo desde el apartamento que compartían,  en ciudad universitaria hasta ahí, ayudándola a bajar la única maleta que llevaba una vez que habían llegado a su destino. 

—¿Estarás bien? 
—Sí, Lanie, tranquila. 
—Cualquier cosa vendré por ti ¿ok? Salúdame a tu mamá. 
—Claro, cuídate mucho. No le contestes al tonto de Kyle. 

Lana se encogió de hombros, la abrazó y se introdujo de nuevo a su auto, una vez que ella se aseguró que su autobús ya estaba ahí. 
Una vez arriba de este, se colocó los audífonos dejando que la dulce voz de Jorja Smith la trasportara a otro lugar y se dispuso a esperar que su parada llegara. 
A veces cuando escuchaba esa canción se sentía muy solitaria. La letra le recordaba al innombrable, él era el chico que más le había hecho experimentar cosas y el que más le había hecho daño; con el que tuvo algo que nunca fue, y que nunca será. 

Dorian se sentía mal al recordar éstas cosas. No sabía por qué los recuerdos venían a su mente como la basura al flotar en el agua, pero lo hacía, no podía controlarlo y sólo le provocaban ganas de llorar.

¿Es que nunca podría ser suficiente para que alguien fuera valiente y se quedara? Quizá había en el mundo dos clases de chicas y Dorian era del tipo del que son diseñadas para admirarse de lejos, como muñecas de porcelana en el aparador de una juguetería.

Le dolía, le dolía pensar así, pero más le dolía que a veces pensaba que era cierto. Cada chico que se acercaba a ella terminaba siendo peor que el anterior, yéndose muy pronto, dejándola con canciones tristes y noches de reflexiones vanas. Y estaba cansada, esta vez quería algo duradero y etéreo. No esperaba indisponibilidad emocional o amor por un rato. Ella quería entrega total, al fin y al cabo ella también quería entregarse a alguien que lo valiera y le demostrara que por algo todos los que estuvieron antes se fueron.

Pero le parecía tan tonta la idea a la vez, no porque le pareciera ridícula en sí sino porque sabía que era poco probable  que a esas alturas era imposible que tuviese su amor de adolescente puesto que sentía que realmente era una cosa sobrevalorada de alguna forma, un amor que te cambia la vida, ¿no es suficiente existir para ser amada? 

Despejándose un poco de estos pensamientos, sobre todo porque no podía llegar con los ojos llorosos a casa de su madre, ya que pensaría que está pasando algo malo, y no era así, para nada. 
Se secó las lágrimas con las mangas de su sudadera más cómoda y dejó que sus pensamientos se dispersaran un rato. 



A unos asientos más adelante, un chico con el cabello despeinado se estiraba en el suyo, quejándose porque era muy pequeño para su cuerpo, resollando desesperado. Quizá había sido mala idea quedarse con esa chica en ciudad universitaria, considerando que está a tres horas y media de su hogar, pero todos sus amigos sabían que Hal Sarkozi tiene una debilidad por las rubias. 
Conocía muy poco a la chica, incluso en su estancia en su departamento pudo notar que no llegarían a un lugar lejano en una posible relación, pero estaba bien, Kelly, (¿se llamaba Kelly realmente?) le dijo que podía visitarla cuando quisiera, lejos de sus amigos. 

Aunque la verdad es que había dormido terriblemente mal, le dolía la espalda, le dolían las piernas  y el agua caliente se había acabado del edificio de la chica, entonces, aun con el olor a sábanas,  tomó el primer autobús a su casa y no miró atrás. 


Pasada la hora, Dorian despertó por el movimiento del autobús, avisándole que ya habían llegando a su parada, reconoció el viejo lugar donde solía esperar el transporte antes y sintió nostalgia y alegría de por fin estar en un lugar significativo. 
Se levantó de su asiento y sacó del portamaletas la suya, pero cuando iba encaminándose hacia la puerta, el camión arrancó, dejándola confundida. Con las prisas gritó un "Alto" pero chocó con las largas piernas de una persona que iba a unos asientos más adelante, el cual abrió los ojos alarmado. 
—¿Puedes fijarte por donde vas? 
La chica lo miró mal, porque sabía que si se quedaba a pelear, definitivamente perdería la parada. 
Como pudo salió de ahí con la maleta en su mano y en su hombro la mochila de siempre, la que cargaba a todos lados. 
El autobús esperó unos minutos ahí, como esperando a que la chica regresara pero después el chófer arrancó. En ese lapso de tiempo Hal observó a la chica más bien su espalda, es decir no le iban para nada las morenas, pero ella... Tampoco le iba, así de sencillo. Volvió su vista hacia su celular y se olvidó de  los ojos de esa chica. 

D is for Dorian | t.c.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora