Día 1: cambia la cara

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Desperté de repente con ganas de ir al baño. Me levanté con cuidado de la cama para no despertar a Oliver y me dirigí con los ojos entrecerrados hacia el cuarto de baño. Una vez fuera, regresé a la cama y me cubrí hasta la cabeza, sintiendo la luz ingresar a la habitación de manera sospechosa. De un salto, me destapé y volteé a mirar el reloj en mi mesa de luz.

— ¡No! —siseé reincorporándome para vestirme e ir al trabajo, pero mi ropa no estaba preparada sobre la silla. Fruncí el ceño algo confundida, hasta que lo recordé—. Oh —suspiré dejándome caer sobre el colchón para frotar mis ojos. Había olvidado que la alarma estaba programada para las 10:30am, ya que estábamos en cuarentena.

Sin quitarme el pijama, preparé el desayuno y salí al balcón del apartamento para tomar algo de aire. El sol estaba oculto detrás de unas nubes grises, pero se sentía su calidez en la piel.

Estaba a media taza de café cuando el celular comienza a sonar, era Paula creando una video llamada con el grupo de amigas.

— ¿Quién más no sabe qué hacer? —preguntó ella soltando una de sus clásicas risas en lo que yo la miraba con seriedad.

—Adoro como le buscas el lado divertido a todo —rió Noah gesticulando con sus manos.

—Estoy cansada de traducir estos subtítulos, necesito una vida —acotó Lu acomodando sus anteojos sobre el puente de la nariz—. Quería terminar y salir a pasear con mi perra, veo que no se puede.

—Solo para hacer compras de emergencia —comenté elevando los hombros a la vez que mis ojos pasaban por los tres cuadrados en la pantalla. Maldita sea, ya las extrañaba.

— ¿Alguna más siente un impulso de conectar el celular a un parlante y subir el volumen para que todos salgan a bailar? —habló Pau acunando su rostro en el hueco de la mano.

—Mis vecinos son los peores, hay un silencio que mata más que el virus —bromeó Lu robándonos una risita a todas.

—Aquí algunos comenzaron a festejar desde anoche, muchos del secundario sin clases —dijo Noah haciendo el signo de la paz con sus dedos.

—Qué suerte —respondí bufando—, aquí también hay un silencio sepulcral... Muchas personas mayores de edad.

—Bueno amores, un gusto verlas —interrumpió Lu acomodándose en el lugar—, pero debo terminar esto para mañana. La vida del traductor, ya saben —rió en lo que todas asentíamos, pues éramos todas traductoras repletas de trabajo pendiente.

—Nos hablamos por el grupo y coordinamos otra llamada, ¿les parece bien? —sugerí y rápidamente asintieron.

— ¡Sí! El extraño demasiado —exclamó Noah haciéndonos sonreír.

—Bien, mucho amor para mí, ¡bye! —saludó Pau antes de finalizar la llamada y dejar mi reflejo en la pantalla.

Bloqueé el teléfono y observé el recordatorio en notificaciones, indicándome que lleve los papeles correctos a la entrevista que tenía en la compañía. Cancelada gracias al virus.

— ¡Hey! —Gritó alguien y bajé la mirada hacia la calle, creyendo que habían robado a alguien, pero no había ni un alma—. Aquí —continuó hablando hasta que mis ojos dieron con la voz misteriosa. El vecino de enfrente estaba recostado sobre la baranda de su balcón con una taza roja entre sus manos—. Cambia la cara —dijo conteniendo la risa antes de llevar la cerámica a sus labios y ahogar la risa.

— ¿Tanto se me nota? —respondí imitándolo, dejando mi pecho a unos centímetros de la baranda negra de metal.

—Un poquis —señaló haciendo una seña con sus dedos índice y pulgar—. ¿Qué pasó? —inquirió haciendo su cabeza hacia adelante.

—Entrevista de trabajo cancelada por obvias razones —expliqué asintiendo a la vez que me imitaba.

—Mira el lado positivo, tienes un break antes de entregarte a otro jefe.

—De verdad quería el puesto, sin importar el jefe —reí ladeando el rostro mientras me planteaba si había estado tanto tiempo viviendo frente a mí. Jamás lo había visto, aunque casi nunca salía al balcón por nada en el mundo más que tender la ropa.

—Nunca antes te había visto, ¿llevas viviendo mucho ahí? —preguntó agitando su pie izquierdo de lado a lado.

—Sabes, estaba pensando lo mismo —sonreí de lado robándole una risilla—. Vivo aquí hace casi tres años ya, ¿tú?

—Dos años —indicó frunciendo el ceño—. ¿Y nunca nos habíamos visto? —inquirió ladeando la cabeza.

—Parece que no —solté enarcando las cejas en lo que me alejaba de la baranda para silenciar el celular que había estado sonando a mis espaldas.

—Fletcher —habló de repente y volteé para encontrarme con su cuerpo inclinado sobre la baranda mientras extendía su mano sobre el vacío. Solté una risilla y negué con la cabeza para proceder a imitarlo, como si fuera posible estrechar nuestras manos con una calle de por medio.

—Alina —respondí fingiendo alcanzar su mano y agitar el brazo de arriba hacia abajo como si estuviéramos saludándonos.

—Un gusto —sonrió de lado, agitando su cabello negro en dirección contraria al viendo que nos azotaba.

—Igualmente —correspondí desviando la vista hacia el cielo antes de volverme a él para verlo imitarme—. Espero no ser descortés, pero tengo trabajo que hacer...

—Oh, claro, no hay problema —habló rápidamente, reincorporándose de un solo movimiento para quedar erguido al igual que yo.

—Entonces... —balbuceé como si pudiera escucharme, balanceando el peso de mi cuerpo sobre mis pies ante la incomodidad.

—Nos vemos después, suerte traduciendo —comentó ganándose mi mirada rápidamente junto a una expresión de sorpresa. La misma sonrisita de antes se formó en su rostro antes de girar sobre sus talones e ingresar al departamento, cerrando la puerta de vidrio y las cortinas detrás de él.

Vaya que estaba prestando atención... Fletcher.

Amor en tiempos de cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora