Día 6: la canción

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—¿Cómo te trató la noche? —preguntó él desde la comodidad de su balcón, observando su celular a la vez que yo tomaba asiento afuera y bebía mi vaso de jugo de naranja.

—Estuve concentrada en las ideas nuevas... leí que la empresa buscaba nuevos autores, así que me emocioné un poco —comenté ladeando la cabeza en lo que él elevaba la vista en mi dirección.

—¿La empresa de la otra vez? —inquirió bebiendo café.

—La misma —asentí concentrada en el desayuno.

—Esto es nuevo —destacó observando el cambio de menú en lo que yo lo miraba con atención, detallista—. ¿Qué te pareció la sesión de canto de ayer? —curioseó ladeando la cabeza, aparentando estar desinteresado.

—¿Te refieres al concierto? Me encantó —respondí colocándome de frente en su dirección—. Debes decirle a Luke que te deje cantar más, tienes una voz preciosa —halagué destacando su talento.

—Deja a Luke como la voz principal y a mí atrás, es mejor —dijo con desinterés.

—Escucha, eres un dios en la batería, pero puedes dar muchísimo más con tu voz —expliqué sintiendo su mirada constante sobre mí—. Si no quiere, pásame su número que tendré una conversación con él —sonreí logrando que riera.

—Sí que eres un misterio, Lina —comentó dejándose caer en la silla entre risas.

—Hablando de misterios, Fletcher —comencé enfatizando su nombre—, ¿dónde está la canción que me prometiste? —demandé elevando el ceño de arriba hacia abajo.

—Que ansiosa, quería sorprenderte con una serenata, pero veo que no puede esperar —rió golpeteando sus dedos contra el apoyabrazos del sillón.

—¿Qué? —pregunté entre risas a la vez que el viento alborotaba mi cabello, impidiéndome observarlo.

—¡Te veo esta tarde! Alrededor de las 7:30 —indicó a la vez que intentaba apartarme los mechones de cabello del rostro—. Vaya que eres arte —murmuró aunque pude oírlo.

—¿Qué? —fingí logrando contener mi melena a un lado para mirarlo.

—¡Que eres desesperante! —exclamó riendo a carcajadas.

—Don Comedia —dije enseñándole la lengua antes de dejar caer mi cabello de vuelta sobre mi rostro antes de desaparecer dentro del departamento.

—¡Te espero! —gritó justo antes de que cerrara la ventana sin antes enseñarle el dedo pulgar en alto aunque quería enseñarle el del medio. Luego de eso, regresé a mi sillón y continué leyendo hasta el medio día que me dio hambre y armé un sándwich tan repleto de porquerías que parecía la torre de Pisa haciendo equilibrio.
Por la tarde, realizamos otra video llamada con mis amigas; Lu estaba en cuarentena con su novio, Pau se peleaba con su perro y Noah practicaba unas canciones en el ukelele mientras todas intentábamos calmar a nuestras familias con respecto a las noticias, los síntomas falsos y el cuidado que debían tomar si salían a la calle.

De repente, oí una guitarra eléctrica resonar y miré la hora en la pantalla, 7:31. Corté la llamada rápidamente y corrí hacia el balcón, cerrando la puerta detrás de mí para que Oliver no escapara, y mis ojos chocaron con los suyos apenas giré. Una sonrisita se escapó de sus labios en lo que golpeaba el micrófono con su dedo índice y todos los vecinos volteaban a verlo.

—Buenas tardes —comenzó recibiendo contestación—. Lamento molestarlos, pero quería compartir esta canción en la que estuve trabajando estos días y, bueno, espero que no quieran arrojarme sus macetas a la cabeza —bromeó tomando la guitarra para colocar la cuerda sobre su hombro y apretar un botón en el parlante. Sus ojos encontraron los míos y me guiñó rápidamente antes de que el piano comenzara a sonar de fondo.

Amor en tiempos de cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora