Día 22: intercambio

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—¿Puedo pedirte un favor? —preguntó casi suspirando a la vez que su dedo índice subía y bajaba por mi espalda desnuda.

—¿Ahora? —repliqué frunciendo el ceño mientras elevaba mi vista a sus ojos.

—Si alguna vez volvemos a pelear o separarnos, reconciliémonos de esta manera —pidió riendo al final.

—Ya quisieras —dije golpeando su brazo a la vez que intentaba escaparme de su agarre y él me jalaba con cuidado hacia su pecho.

—¿Tan malo fue? —lo había herido, justo en la hombría.

 —Terrible —respondí mordiéndome el labio inferior a la vez que dejaba los ojos en blanco.

 —Oye —se quejó aprisionándome contra su pecho aún más a la vez que reía.

 —Te falta práctica, fortachón.

 —Oh —canturreó sonriendo de lado—. Claro, como si tuviera mucho tiempo para practicar, esto
no es deporte —rió sonando algo ofendido.

 —Lo sé —asentí dejando los ojos en blanco a la vez que pensaba que tal vez, solo tal vez, la imagen que tenia de él por asociación de etiquetas no era la correcta.

 —Entonces... así que ahora me pones apodos de película. ¿Qué me parezco a Thor o algo así?

 —¡Vaya ego! —reí observándolo con sorpresa.

 —¡Vamos! Estos brazos son dignos de súper héroe... —bromeó tensando sus bíceps varias veces.

 —Claro que sí Hércules baterista —reí palmeando su pecho varias veces.

 —¿Hércules? De acuerdo, lo tomo, pero ¿son mis brazos lo suficientemente fuertes para sostenerte, Megara? —inquirió enredando dos dedos en mi cabello enrulado.

 —No lo sé. Sostenme cuando esté por caerme y te diré.

 —No va a pasar, lo sabes —afirmó estirando los mechones de cabello hasta llegar a las puntas teñidas de rojo.

 —¿Intentarás escaparte? —pregunté recostándome sobre su pecho de nuevo, me dolía el cuello de estar observándolo tanto.

 —No, no de nuevo —respondió rápidamente mientras se dejaba caer en la almohada—. ¿Tú sí?

 —Antes probablemente sí. Es por eso que me sorprendió que tú lo hicieras primero —hablé soltando un suspiro de alivio al haber dejado ir esas palabras.

 —Estamos bien, ¿verdad?

 —Si no lo estuviéramos jamás hubiera venido a tu apartamento —respondí acomodándome en la cama antes de que sus ojos se volvieran a mi rápidamente.
—No andas con rodeos —habló sorprendido.

 —La cuarentena —argumenté besando su pecho antes de, rápidamente, levantarme de la cama e ir recolectando mi ropa del suelo hasta llegar al baño para cambiarme.
En lo que estaba buscando el café en su cocina, mi celular comenzó a sonar y me sorprendió que, a pesar de ser la madrugada, Colton estuviera despierto.

 —¿Hola? —pregunté casi entre susurros.

 —Alina, hola, tengo tu bolso aquí —respondió sonando dormido.

 —Lo sé, lo sé. ¿Estabas esperándome despierto?

 —No —dijo bostezando—, acabo de ir al baño y me tropecé con tus cosas. Las dejaré en el pasillo...

 —Espera, voy por ellas —siseé caminando hacia la puerta de entrada que tenía una perilla de seguridad similar a la mía, la abrí y tomé el bolso que Colton había empujado en el suelo junto a mi mochila—. ¡Gracias! —siseé enseñándole el dedo pulgar a la vez que él tomaba sus cosas y pasaba por delante mío con cara de dormido.

 —¿Dónde vas? —pregunté algo sorprendida ante sus movimientos.

—Con Jess —respondió sonriendo de lado en lo que yo también lo hacía.

—Oh —canturreé alzando las cejas—, buena suerte —comenté guiñando un ojo.

—Le diré que recuerde darle de comer a tu gato —señaló tendiéndome la mano para que la estrechara—. Un gusto hacer negocios contigo.

—Lo mismo digo —sonreí estrechando su mano—. Recuerda usar protección, aún está terminando el doctorado —acoté haciendo que volteara hacia mi nuevamente.

—Anotado —rió golpeando su bolso dos veces a la vez que cerraba la puerta del apartamento entre risas, encontrándome con Fletcher a mis espaldas.

—¿Quién era? —inquirió con la voz ronca.

—Colton —respondí hurgando en mi mochila para poder sacar el café que había traído.

—¿Qué quería?

—Me entregó mis cosas y estaba escapando a mi edificio —comenté colocando el sobre dentro de su cafetera.

—¿Qué? ¿A cuidar a Oliver? —preguntó sentándose en la silla a la vez que se fregaba el ojo y yo reía.

—A Jessica —carcajeé encendiendo la cafetera para volverme a él.

—Vaya intercambio —sonrió de manera ronca.

—Ni me lo digas —suspiré negando con la cabeza varias veces.

—Te divertirás, lo prometo —asintió guiñándome un ojo.

Eso espero... No me escapé por nada.

Amor en tiempos de cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora