Capitulo 10

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-A decir verdad, no Ann. Es decir, no específicamente...

-¡Di la verdad, Braulio!- Interrumpió Mariana.

-¡Es la verdad! No, Ann. Si hemos llegado a hablar de ti, pues... ha sido como de cualquier persona.

-No te creo...- Lo miré, sin querer creer lo que estaba diciendo. –Pero, está bien, no digas nada, deja todo así.

Cambiamos el tema y seguimos charlando. Después los dejé un rato a solas mientras caminé un poco. No podía creer lo que Braulio me había dicho. ¡No podía ser así! En su mirada yo veía otra cosa, totalmente lo contrario. Su mirada me decía algo más, yo sabía que había algo más, pero uno de sus mejores amigos me estaba diciendo lo contrario. No debía aferrarme más, era claro, pero el corazón me decía que aquellas palabras no eran ciertas y tenía que continuar, me lo debía a mí misma.

Durante la primera semana de vacaciones no salí de casa. Aproveché para pasar horas frente al computador, y sobre todo, para platicar con Joan. Estaba sufriendo mucho y con riesgo de que Daniela me odiara, tuve que mandarle un mensaje para saber qué estaba sucediendo.

-Ann, será mejor que no insistas. Yo definitivamente no quiero nada con Joan y no lo entiende. Ya no lo quiero. Ya estoy saliendo con alguien más.-Escribió cruelmente.

-Y, ¿Por qué no se lo dices? Lo culpas de todo. Quizá si le dijeras la verdad él ya se hubiese resignado. Él te quiere en realidad.

-Pero yo a él ya no. La verdad es que nunca lo quise. Comencé a salir con él por... juego. Pero las cosas se salieron de control. Lo siento mucho, pero es la verdad.

-Pues no me parece justo, él se siente muy mal, en verdad. Ayúdame a ayudarlo... dile que ya estás saliendo con alguien.-Escribí.

-No Ann, no se lo diré. Lo siento.

Después de esa conversación me sentí muy mal. No sabía si debía decirle a Joan lo que Daniela me había contado. No quería romperle el corazón de tal forma. Decidí esperar antes de tomar una decisión y traté de levantar su ánimo. Conversábamos todos los días prácticamente todo el día. Era increíble cómo eran interminables nuestros temas de conversación. Ambos nos brindábamos ánimo para continuar con la persona que queríamos y nos dábamos consejos. Se había convertido en mi confidente, en mi mejor amigo. Marlon, al que antes consideraba mi mejor amigo no era como Joan. Joan era más maduro, me comprendía; definitivamente se había convertido en alguien muy importante para mí.

La segunda semana hice un viaje a la playa, con mi familia. Durante el trayecto yo era la encargada de poner la música que escuchábamos en el auto. Recordé que Joan me había compartido una lista de reproducción para que escuchara algunas canciones que le gustaban, así que decidí ponerlas.

Miraba a través de la ventana, y mientras escuchaba la lista de Joan, llegó a mí un sentimiento muy extraño. Pensé en él, en su ternura, en su forma de ser. Por fin sentí algo que estaba muy profundo, muy dentro de mí. Algo que no estaba dejando salir, por muchas razones, la principal era Daniela y el amor que él le tenía. La segunda era la distancia, y la tercera... Jean Carlo. Sin embargo, justo en ese instante de atardecer mirando la playa a través de la ventana caí en cuenta de algo: me estaba enamorando de Joan, pero ese sentimiento debía guardarlo para mí y nadie más. Nunca nadie debía saberlo.

Durante los días que estuve en la playa me desconecté de todo. Debía pensar mejor las cosas y lo que sentía, además de que el internet del hotel era muy malo. Sólo un día encendí el computador para enviar un mensaje a Joan y lo logré.

-Escuché la lista de reproducción que me compartiste, ¡Me encantó!- Escribí.

-Sabía que te gustaría. Me gusta compartir contigo la música que me gusta, porque sé que tenemos los mismos gustos musicales. Te extraño Ann.

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