1. El comienzo

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CAPÍTULO: 1

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Lo normal en la vida sería ir al colegio a pesar de que uno no le guste ir o si, otro sería tener amigos, parejas, disfrutar de una vida de locura, hacer idioteces y otras cosas más. Pero, ¿qué es normal en la vida de aquella chica de diecinueve años? Casi nada, lo único normal era pasar gran parte de su día en el sofá leyendo algún libro o viendo una serie con su madre.

Los ojos azules de la adolescente se abrieron cuando el primer rayo de Sol se coló entre sus cortinas claras y soltó un gruñido dándose la vuelta. Un suspiro salió de sus labios al no conciliar el sueño y pataleó en su cama para después salirse de la cómoda superficie e ir a abrir las cortinas y ventana, para que la brisa fresca de la mañana entrase y ventile su habitación.

Emitió un bostezo mientras se tallaba su ocelo derecho y se fijó en la pareja de adolescentes que se besuqueaba en la vereda como si ese fuera el último beso de su corta vida, hizo una mueca de asco al ver como un hilo de saliva unía los labios de ambas personas y le dio una arcada cuando el chico le metió la lengua en la cavidad bocal de la fémina.

—¡Consíganse un cuarto, mocosos! —gritó sacando su cabeza por la ventana y los adolescentes la vieron con enojo para después irse de ahí, saludó con su mano a una señora de edad mayor que justo pasaba por la vereda y ésta la miró con extrañeza—. Señora berrinchuda.

Se adentró a su habitación a mirar la hora que estaba en el reloj que se ubicaba arriba de la mesita de luz que tenía a un costado de su cama y soltó un resoplido al ver que era temprano.

«¿Qué mierda hago a las ocho de la mañana?» Se preguntó mentalmente y caminó con una muda de ropa entre sus manos al baño que estaba en el pasillo, abrió el grifo del agua caliente para después abrir la fría pero solo apenas y se echó una mirada al espejo notando unas pequeñas ojeras debajo de sus ojos azules.

Hizo una mueca de decepción al ver que no había mejora para la cicatriz notoria que estaba en su cuello y se encogió de hombros. «Otra cicatriz para recordar» Pensó sacándose la ropa que usó de pijama y se adentró a la ducha temblando al notar que en la habitación hacía frío.

Al cabo de media hora salió con ropa limpia puesta y una toalla en su cabeza, su rostro blanco estaba seco pero por su cuello se podía notar como gotas de agua se resbalaban por su piel.

Vio con una mueca la sala de su casa encontrándola más sucia que su habitación y se sacó la toalla para comenzar a cepillar su enredado cabello marrón, por su mente pasaron leves recuerdos al observar una foto enmarcada posada arriba de un librero y chistó su lengua trenzando su cabello largo.

Para la edad de diecinueve años podía saber lo que ocurría a su alrededor con una sola mirada y todo eso se debía por toda la mierda que le sucedió hace unos años. Aunque nunca quiso sentirse agradecida por aquel sujeto por hacerla así y mucho menos haberle hecho tanto daño a su madre y a ella misma.

Susurró un par de maldiciones al ver que pasó más de media hora cepillando y trenzando su cabello, dejó la toalla sobre una silla de madera y agarró la escoba para proseguir a limpiar la casa antes de que llegase su madre del trabajo.

Tarareó alguna canción que le llegaba a su mente y pronto salió de su ensoñación al escuchar que la puerta era abierta por su madre, quien cargaba un pesado maletín negro que dejó a un costado de la puerta para ir a darle un beso en la mejilla a su hija.

—¿Cómo estás hoy? —le preguntó la mujer mayor a la adolescente y ésta hizo una mueca extraña.

—No quisiera hablar de eso, mamá —murmuró la chica de ojos azules dedicándole una ligera sonrisa a su madre adoptiva y se dirigió a la cocina para cocinarle algo a la matriarca—. ¿Qué deseas comer?

—Aqua, debes dejar de cerrarte porque eso no te hace bien. Sé que pasamos por cosas pero eso no indica que tengas que cerrarte a mí, soy tu madre, pequeña —acarició los hombros de la menor y ésta solo asintió ida—. ¿Qué sucedió hoy?

—Recuerdos en sueños.

—Ya pasará, linda — le aseguró su madre dedicándole una sonrisa—. Solo debes pensar en otras cosas y tratar de enterrar esos recuerdos al fondo de ti, o superarlos.

—¿Cómo superaré eso, madre? Si me costó un año salir de la casa por tener miedo, ¿crees que superaré lo que hizo ese bastardo conmigo y contigo? — le preguntó a Sandra con su ceño fruncido dejando de lado el cuchillo filoso que estaba usando para cortar el morrón rojo—. Dime, ¿crees que superaré esa mierda?

—Aqua.

—Aqua no, madre —dijo fuertemente volteándose para seguir con su tarea—. Ve a terminar la agenda de tu jefe que tienes guardada en tu maletín, que mañana tiene ese señor una reunión.

Sandra, la madre adoptiva de Aqua, la miró con rostro cansado y asintió dejando de lado aquel asunto, sabiendo que a Aqua le iba a costar salir a delante. Caminó a pasos tranquilos hacia su maletín e hizo lo que su hija le dijo y a pesar de que quiso hacerse la sorprendida al ver la nota adhesiva pegada a un costado de la agenda en donde claramente decía sobre la reunión que dijo la adolescente, no se sorprendió. Ya que sabía que su pequeña podía detectar cualquier cosa y ser observadora solo por lo que le ocurrió hace unos años.

Levantó su mirada al notar lo callada que estaba su niña y suspiró al verla inmersa en sus pensamientos, se fijó en lo que hacía y una sonrisa tironeó de sus labios al observar que estaba preparando su plato favorito, tallarines.

Aqua Swan era, sin dudas, una caja de sorpresas para ella.


Aqua Swan era, sin dudas, una caja de sorpresas para ella

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H | ᴇᴅɪᴛᴀᴅᴏ

𝐇𝐚𝐝𝐢𝐭𝐚 |Edward Cullen ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora