𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐩𝐨𝐛𝐫𝐞𝐳𝐚. [𝟐]

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Sokka había comenzando a ir a menudo al local y Zuko se sentaba durante algunos momentos en la misma mesa, hasta que el lugar estuviera lleno y tuviera que ponerse en marcha otra vez.

Realmente a Iroh no le molestaba que su sobrino pasará sus ratos libres junto a la compañía de algún cliente. Pero realmente le sorprendía la inocencia que Zuko desprendía, sin notar el interés amoroso que el chico de la Tribu Agua demostraba.

—¿Qué pasa, Zuko? —le preguntó una noche, al ver al joven tan pensativo, sin haber tocado el plato de su cena.

El chico levantó el rostro, mirando a su tío. Con la duda en sus ojos.
Pensó un momento en si debía o no responder.

—Me gusta Sokka. —admitió, con la mirada baja. Iroh sonrió. — Pero no sé si le guste yo, además... Tengo está fea quemadura, y él no me lo ha dicho. Pero pertenece a una posición bastante alta de la Tribu, es hijo del jefe. Y yo solo sirvo té.

La risa de Iroh hizo que una molestia creciera en Zuko. ¿Qué le causaba tanta risa, su fracaso en el amor? Iba a levantarse e irse a dormir, hasta que el hombre mayor habló.

—No creo que le importe mucho eso. Zuko. ¿Pero por qué no tratas de conquistarlo? Si te rechaza al menos habrás dado la pelea.

Iroh paso la tarde enseñándole a un desesperado Zuko, reglas clásicas de la realeza y algunas tradiciones de la Tribu Agua. Tal vez en su momento fue llamado príncipe, pero había pasado tanto tiempo, que su comportamiento y actuar no eran para nada elegantes, según el mismo, así que Iroh trató de enseñarle algo de modales y una vestimenta menos sucia y vieja.

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—¡Katara! ¡Katara!

Los gritos repentinos hicieron que la niña diera un salto en su cama. Estaba cómodamente leyendo pergaminos antiguos que pertenecían a maestros del Agua, cuando el escándalo de su hermano mayor la asustó.

—¿Qué sucede, Sokka? —preguntó con el ceño fruncido. No llevaban mucho tiempo en la ciudad del Reino, porque las cosas que su padre estaba planeando no parecían resultar.

Sokka sostuvo las manos de su hermana y la miró por unos instantes con una sonrisa.

—Me enamoré, Katara. Él es guapo e inteligente, ¡Y me escucha! No le parezco torpe ni nada, realmente cree en mí.

Katara abrió los ojos asombrada, para luego sonreír. Cuan importante era que alguien nos escuchará y Sokka parecía haber encontrado a la persona indicada.

—¡Eso está increíble, mí querido hermano mayor! —exclamó feliz, dándole un abrazo para alejarse al instante. — Debes decirle a papá. No tendrá porque buscar un matrimonio, debes decirle que estas enamorado.

—Pero Katara. Ni siquiera sé si es un sentimiento correspondido. Además, a papá no le gustaría que saliera con un simple vendedor de té.

—¿Y acaso el amor ve naciones o riquezas? Papá durante mucho tiempo no nos ha escuchado, es momento de que entienda que las cosas se hacen de otro modo.

Sokka sonrió. A la tarde siguiente, con los nervios a punta, Zuko lo invitó a una cita. ¿Podría acaso ser una cita de amigos? Cómo fuese, la sorpresa que se llevó Sokka al ver al chico parado vistiendo ropas similares a las de la Tribu Agua, fue una sorpresa total.

Lo fue más verlo actuar de manera recta, hablando demasiado demasiado cortes y casi sin vida. Hacía reverencias a menudo y trataba de hablar de política.

—¿Qué estás haciendo?

—¿Qué? Yo, yo trataba de...¿Comportarme cómo alguien noble?

Sokka soltó una risotada.

—Zuko, tu me agradas siendo solo tú.

La saliva costó demasiado en pasar por la garganta de Zuko. Era ahora o nunca.

—Realmente hice el ridículo, pero hey. Mí tío se esforzó mucho en el peinado. —sonrió, buscando algo en el bolsillo de su pantalón. Sokka miró con atención como un collar de material blanco era sostenido por las manos de Zuko. — Hice esto para ti.

Los ojos azules se enfocaron en el obsequio. De significado fuerte; compromiso. Sokka miró a Zuko y luego al collar, repitiendo el proceso.

—Yo...—no sabía qué decir.

—Sé que no tengo mucho que ofrecerte. —comenzó a decir Zuko. — Sé que mereces a alguien que pueda dirigir un pueblo entero, alguien que sepa de nobleza y esas cosas. Alguien que destaque en la alta sociedad y no alguien que se la pasa entre vasos de té y ropa gastada. Pero al menos quiero que sepas que, te amo.

—Ay, Zuko. —se acercó lentamente, posando sus manos en las mejillas del chico. Sobando con lentitud el lado de la quemadura. — No me importa nada de eso, yo te amo así. En toda tu pobreza y tú me amas así, escuchando todo de mí.


A la mañana siguiente Hakodo vio como su hijo llegaba a la casa donde se hospedaban con un collar de compromiso adornando su cuello. Y con la palabra de que viviera de ahora en adelante en Ba Sing Se, dando todo el derecho a la herencia de jefatura a su hermana Katara. Hadoko entendió que habían cosas necesitaban cambiar para no hacer tanto daño.

Zuko llegó feliz a casa, para contarle a su tío que las cosas iban a cambiar. Que estaba comprometido y que el lugar sería atendido por otra persona más. Iroh después de todo sabía, que no había amor más sincero que aquel que nacía de la inocencia, totalmente desinteresada.











Y todo inicio por un dibujo
chafita que hice ú

ᴀᴠᴇɴᴛᴜʀᴀs ᴅᴇ sᴏᴋᴋᴀ ʏ ᴢᴜᴋᴏ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora