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Berlín 1933

Era el cumpleaños veintiuno de Franz, esa noche era la primera vez que saldría a beber de manera legal, Peter no tenía problema, pero yo... me llevaron a un bar de nombre "El Dorado", ubicado en la ciudad, uno de los pocos donde la comunidad homosexual se reunía, ya que con el ascenso del partido Nazi, muchos de estos sitios estaban siendo cerrados, pero, según las malas lengüas, este sitio pasaba buenas y generosas sumas de dinero a la policía del tercer Reich y había logrado escabullirse por el momento. Era un gran bullicio el que había ahí, al menos dentro de las paredes de ese sitio, podíamos ser nosotros, libres sin ser juzgados, la banda tocaba y la gente bailaba, yo intentaba no mirar descaradamente, habían hombres vestidos como mujeres, habían mujeres besando a otras, hombres compartiendo sus bebidas, en fin, con mis dieciocho años, se sentía muy extraña la situación, pero no dejaba de sentirme como en casa.

Logramos llegar hasta la barra del lugar para pedirle al cantinero tres tarros de cerveza, aquel caballero alto, ojos marrones, de rubios cabellos y cara de pocos amigos, nos vio de forma extraña.

Ustedes dos - Por supuesto,  señaló a Franz y a mí. -¿Son mayores de edad?

-¿Qué pregunta es esa? - Franz, contestó ofendido. - ¡Por supuesto lo somos!

El hombre, desconfiando de nosotros, alegó que no vendían cervezas, solo tragos de licor y que probablemente no tendríamos el presupuesto necesario para pagar.

-Tal vez ellos no, pero yo sí lo tengo - Peter, hizo aparecer un enorme fajo de billetes en su mano. -Sirve una botella de ... - El estruendo de algo quebrándose le interrumpió, aquel hombre había dejado caer una copa, la cual se había vuelto añicos, al parecer, el sujeto era nuevo o era torpe con sus manos y una serie de insultos de esos que están prohibidos decir en público fueron dichos entre dientes por el cantinero, expresando su molestia por haber dejado caer la pieza de cristal, nos observamos entre nosotros en silencio, pensé que si me movía me diría algo, pero volteo hacia nosotros y forzando una suave voz, nos indicó con su mano una mesa libre.

-Tomen asiento, en seguida los atienden. - Presuroso, comenzó a levantar los trozos de vidrio, antes que alguien se percata y recibiera algún castigo. seguramente lo recibió ya que fue a tomarnos la orden y otra persona fue colocada en su puesto.

Franz estaba muy ansioso por empezar a bailar, se notaba su entusiasmo, Peter fue quien comenzó a ordenar por todos, y yo, trataba de actuar lo más natural para no ser sorprendida por mi ilegalidad.

-Lo siento- El cantinero, ahora mesero, dejó de tomar nota. -No puedo servirle alcohol, a la señorita, ella no es mayor de edad. - Peter alegó lo contrario, yo no sabía que hacer y Franz, estaba por armar uno de sus escándalos.

-¡Oh vamos Erich!, sírvele un jugo, y me traes dos tragos a mi, por favor. - La voz de esa mujer, atrapó mis oídos y me hizo voltear a verla, de inmediato, mis ojos la encontraron, ella me guiño el ojo y con un puchero, le volvió a pedir a aquel hombre que trajera las bebidas. - ¿Puedo tomar asiento con ustedes? - Sonrió coqueta.

-Giselle... - El mesero, pronunció ese dulce nombre con una gota de pesar. - Ya tuve problemas en la barra, lo último que necesito es que vean a esta niña ebria. - El tipo no se veía convencido de la petición de la mujer, pero tampoco se negaba a servir su pedido.

-Yo la cuidaré, claro si me permiten sentarme con ustedes.- Los chicos voltearon a mi, creo que ellos notaron de inmediato que el coqueteo era específico a mi ser, así que yo, toda cautivada por tan bella mujer, solo pude asentir con la cabeza y me levanté para cederle mi asiento, todos me observaron extraño, Franz, rio descaradamente, Erich, el mesero, le ofreció la silla que sobraba, por lo que me percaté había sido innecesario mi actuar.

Erich, dejó las bebidas en la mesa y de advirtió a Giselle, que no me emborrachara. Ella lo ignoró y le dio un beso en la mejilla, eso frenó mi corazón después de haber estado latiendo a mil por minuto. Los chicos dieron un trago y Franz, no soportó más, arrastró a la pista de baile a Peter, que no se veía tan convencido de bailar, pero que lo hizo solo para complacer al cumpleañero.

-El mesero... - Rompí el silencio que se formó en la mesa mientras bebía mi zumo. - ¿Ese hombre es tu novio? - Necesitaba saber con urgencia lo que estaba pasando, ella era una hermosura andante con su cabello largo y ondulado, su piel blanca y tersa, los lunares que se asomaban en su espalda desde el escote del vestido, su risa escandalosa, era demasiado perfecta para salir con un mesero sin atractivo alguno.

Ella, no contuvo la risa, y me acercó una de las copas. - Bebe- Parecía analizarme, no sabía que buscaba, pero al parecer algo en mí le había gustado. De forma muy imprudente, acerqué el licor a mis labios y lo tome de un solo trago. Se sintió quemante, ardía mi garganta y estómago, ella, gritó y me quitó la copa de la manos. - ¿Qué crees que haces?. - Ignoré su pregunta mientras seguía tosiendo a causa de la bebida. - ¿No vas a contestarme? - Esperaba mi respuesta.

-Contesta primero - La desafié y le regale la sonrisa más sarcástica que pude, ella quiso contestarme, pero el cantinero, llego corriendo a nuestra mesa.

-Salgan de inmediato, la policía viene en camino. - Estaba pálido, ya se había quitado el mandil, ya no se veía como un empleado. pero entré en caos, no dejaba de pensar que todo era mi culpa. -¿Dónde están tus amigos, niña? - Erich, ya le estaba ayudando a poner el abrigo a mi chica.

-¡No soy una niña! - Grité desesperada mientras buscaba a Franz y a Peter con la mirada - Me llamo Rachel, y no los veo. - Estaba en pánico, mientras a lo lejos se empezaba a escuchar el ruido de los autos policiales. - ¡No están!

-Ni se te ocurra.- Erich le dijo de inmediato a Giselle.

-¡No voy a dejar a mi pequeña aquí! - Eso se había sido tan dulce que hubiera gritado de alegría a no ser porque ya estaba llorando por no encontrar a esos dos. Ella tomó mi bolso y Erich el de Giselle - Vamos, deprisa. - Con mucha fuerza y seguridad, tomó mi mano y comenzamos a caminar entre la gente que estaba entrando en pánico como nosotros.

-¡La salida trasera!- Indicó aquel sujeto, mientras tenía tomada la mano de ella. Cuando logramos salir, ellos, se acomodaron su atuendo, mientras Erich desaparecía. Ella volteó hacia mí y me pidió me tranquilizara, que caminara despreocupada, nos iríamos a su casa y por la mañana me llevaría a la mía, yo necesitaba encontrar a Franz y a Peter, por lo que ni siquiera entendía qué pasaba.

-¡Rachel! - Escuchar la voz de esos dos, me devolvió el alma al cuerpo, corrí a abrazarlos, ellos me dijeron que debíamos huir de inmediato. solo pude asentir, sin embargo Giselle, ya estaba abriendo la puerta del auto de Erich y nos hacía señas para subir, gritaba que era riesgoso que nos encontraran caminando, así que todos terminamos dentro del auto del cantinero torpe, en dirección desconocida y con un silencio un tanto incómodo entre Peter y Franz.

SacrificeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora