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Era lo peor que nos había pasado hasta el momento, dentro de mi cabeza habían miles de cosas, quería volver a casa, podía pedir perdón de rodillas, negar ser como Franz, tenía miedo, no sabía qué hacer, no teníamos donde ir, ni siquiera podíamos caminar, podía mentir sobre lo que él había gritado y aceptar casarnos, no podía ser tan malo, era mi amigo y tal vez solo fingiríamos al estar fuera de casa... Una fuerte opresión en mi pecho me detuvo, mi memoria trajo el recuerdo de un olor, unos labios sobre los míos tan suaves, pequeños y al cerrar los ojos el vago recuerdo de una sonrisa. -Giselle... - Las, lágrimas, volvieron a inundar mi rostro, aceptar casarme con Franz, era suprimir lo que había sentido por esa mujer, incluyendo lo que había ocurrido la noche anterior, cuyos recuerdos comenzaban a volver.

Mi amigo estaba muy maltrecho, su nariz y la herida de la cabeza no dejaba de sangrar, me deshice de la pañoleta que llevaba en el cuello e improvisé un vendaje en su cabeza. Busqué en mi bolsillo los pocos marcos imperiales que me quedaban, y como pudimos abordamos un taxi hacia la joyería donde trabajaba, no sabía dónde o con quien más recurrir, las lágrimas no dejaban de brotar en mis ojos en silencio, mientras veía por la ventanilla del auto, no quería ver a Franz, sentía odio, vergüenza, tristeza, coraje, estaba preocupada.

-Lo siento mucho Rachel- Franz, que no había hablado desde que salimos de la casa, por fin rompió el silencio que nos había rodeado. - Te arrastré conmigo por culpa de mi estupìdez, ¿Puedes perdonarme algún día? - Su voz estaba quebrada, parecía resistir las ganas de llorar. Yo no soporté escucharlo hablar así, siempre lo tuve en un concepto de alguien tan seguro de sí mismo, fuerte y confiable, sin embargo se veía tan destruido como yo, me lancé a sus brazos, liberando un quejido de sus labios por el dolor que le causé, pero a la vez, aquella respuesta que él necesitaba para estar más tranquilo.

-Nunca te podría odiar, hermano- Realmente le quería tanto. Llegamos a la joyería, y el conductor nos ayudó a bajar las maletas, mientras yo ayudaba a Franz a bajar del auto, él estaba mareado, su nariz ya no sangraba, pero la venda improvisada si estaba llena de sangre, el señor dejó el equipaje en la acera y se marchó. Dejé el equipaje mientras caminábamos lento hasta la entrada de la tienda. Giré el pomo de la puerta, rogando para que Peter estuviera atendiendo y no sus padres, por suerte, así fue, él se encontraba detrás del mostrador, pero no estaba solo, Erich, se encontraba del otro lado, ambos disfrutaban de un trago, los vasos y la botella estaba sobre el mostrador.

-¡Franz! - Peter, corrió hacia nosotros, ayudando a quitarlo de mi hombro. -¿Qué les ocurrió?. - Le recorría el rostro con las puntas de los dedos para ubicar los golpes que llevaba el otro en el rostro, mientras yo, me había dejado caer en el suelo y cubierto el rostro con las manos, intentando contener las lágrimas que se aferraban a seguir brotando, era bastante ingenua o inocente. Me quedé inmersa en un pequeño mutismo, podía escuchar las voces de Franz y de Peter, pero no entendía lo que sucedía, ni siquiera me percaté que Erich había salido de la tienda para recoger nuestras cosas.

-Rachel, ¡reacciona!- Recibí una bofetada de la mano de Erich, me había perdido en mis pensamientos. El hombre me ayudó a levantar y salimos del sitio, Peter llevaba en brazos a Franz, le murmuraba cosas y el menor intentaba sonreír, subimos de nueva cuenta al auto del rubio, se empezaba a hacer cotidiano que él nos rescatara, porque de nueva cuenta terminamos en su departamento, con mi hermano en el sofá, mientras Peter le limpiaba el rostro, Erich llamaba a un médico y yo tomaba una ducha.

Mientras dejaba que el agua me limpiara la sangre seca, algunas imágenes de la noche anterior regresaron, recordé a Giselle, tomando mi mentón y dejando suaves besos en mi rostro antes de llegar a mis labios, mi cuello; Al pasar el jabón para terminar de lavarme, la sensación del tacto de otra persona en mis piernas, me erizó la piel, ¿Qué había pasado entre nosotras?, era algo que no entendía a la perfección pero era seguro que quería más de eso, y que efectivamente, no podría nunca haber contraído nupcias con mi mejor amigo.

Al salir de la ducha, el médico ya estaba suturando la herida de Franz, el pobre hacía gestos mientras se quejaba de la cicatriz que quedaría y arruinaría su hermoso y perfecto rostro, Peter, medio sonreía y le tomaba la mano en señal de apoyo, por otro lado Erich, estaba haciendo una llamada telefónica, hablaba en voz baja, así que no presté atención y fui a sentarme con mis amigos, la única familia que tenía. ¿Cómo está tu golpe? - Mi hermano, de verdad estaba preocupado - Me defendiste, estoy seguro que tienes un enorme moretón en la espalda.

-¡Ya está arreglado!- Erich, cortó la conversación - Se quedarán aquí por unos días. - Giré mi rostro y lo observé con incredulidad, mi hermano, parecía aterrorizado con la idea. - Hablé con Giselle, no tiene problema en que tomes su habitación, ella no vendrá a dormir en unos días, en cuanto a ti... - Señaló a Franz

-¡No dormiré contigo! - Dijo de inmediato e intentó levantarse, pero el médico le riñó, así que tuvo que serenarse y guardar silencio.

-¿Puedes tranquilizarte?, tampoco estás en posición de elegir.- Peter, se molestó por la actitud de Franz

-Nunca te dejaría tocar mi habitación- Erich, señaló el sofá más amplio de la sala - Esa serà tu cama- le sonrió con cierto sarcasmo. -Nos dividiremos gastos y labores, aquí todos ayudan.- Se quedo viendo fijo a mi hermano. Los dos mayores, salieron a despedir al médico, así que permanecí abrazada a mi hermano que dormía por efecto de los medicamentos. No supe cuánto tiempo transcurrió después de eso, cuando abrí los ojos, me cubría una manta y ellos platicaban en la mesa muy animadamente, Franz, aun dormía también.

-Peque, acércate, debes tener hambre- Peter, toda dulzura y caballerosidad, me sirvió la cena, y antes de irse, me dejó unos marcos los cuales quise rechazar, él, no lo permitió, aseguró que había sido parte de su culpa que estuviésemos en esa situación y que me esperaba al día siguiente para empezar a trabajar el turno completo. cuando me tiré a la cama, el olor de ella estaba ahí, fue una sensación bastante reconfortante, me hacía sentir que no estaba sola, de nueva cuenta los recuerdos de su toque volvieron a mi mente, intenté seguir a mis recuerdos y usar mis dedos de la misma forma, pero no era tan satisfactorio como cuando ella lo había hecho, al terminar, el sueño, el dolor y el cansancio me venció.

Por la mañana, me sentía desubicada ya que muy pocas veces había dormido fuera de casa, pero todas ellas siempre mis padres estuvieron a un lado, esta vez, todo era soledad, salí hacia la estancia, encontré a Franz dormido en una posición extraña, pero eso no fue lo que acaparó mi atención, en el balcón, Erich, platicaba con una paloma, mientras tenía otras pequeñas aves en su hombro. Él se veía feliz y les sonría a los polluelos que muy alegres hacían pequeños sonidito y expulsaban melodiosos cantos mañaneros, al parecer estaba limpiando las jaulas o colocando comida, era un contraste extraño del rostro que mostraba siempre a la persona que veía a través del cristal.

-¿Quién diría que posee ese pasatiempo?, No parece amigo de las,aves - Franz, se burló de él y se apoyó en mi espalda.

-No le veo lo extraño, tú amas a los gatos pero eres alérgico- Fue mi turno de molestar.

-Buenos días -Erich, entró muy alterado al hogar, mientras llevaba una pequeña ave en su mano. Al parecer la pequeña no había comido apropiadamente y ahora tenía una crisis vomitiva. el teléfono comenzó a sonar, el rubio se las ingenio para contestar la llamada al término, regresó a la mesa pero volteo a verme con una expresión de total preocupación. Me contó que Giselle, tenía que cubrir un evento importante por la noche, pero que no poseía ropa adecuada, me pidió llevarle un cambio de atuendo a la oficina, unas zapatillas y un sobre con documentos que había dejado en el cajón de su mueble. Me dijo cómo llegar e incluso me entregó las llaves de la puerta. Él se quedaría en casa vigilando que su ave, no muriese atragantada por el vómito, luego iría a la imprenta, donde tenía algunos pendientes y le dejó en claro a Franz que debía ir a su empleo y pedir unos días libres para que descansara del intento de asalto que había sufrido. Ël era rápido para crear todo tipo de excusas para lesiones provocadas por los abusivos.

con el corazón palpitando, entré al guardarropa de Giselle, todo el sitio olía a ella, mi cuerpo hormigueo cuando de un cajón extraje la ropa íntima blanca, del closet, un dúo de falda y blusa para su evento, cogí unas zapatillas que fueran a juego y me desaparecí con rumbo a la editorial del periódico.. Me sentía emocionada, feliz de ver a mi reina, de tal vez, poder obtener un premio por haber sido buena, sin pensar que cuando entrara a la oficina, me llevaría la peor de las sorpresas. Una mujer que no era yo, besaba a Giselle. 

SacrificeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora