-Especial de cumpleaños 2-

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Berlín 1936

— Feliz cumpleaños amor.— Besé con desenfreno a mi mujer, me había despertado dos horas antes, con tal de tener el desayuno listo para ella, desde el día anterior había cocinado una tarta de cumpleaños, tuve que ser muy cuidadosa porque el olor podría delatar a todos lo que estamos en este departamento.

—Feliz cumpleaños amor, mío — Me contestó ella, nosotras teníamos la suerte de haber nacido el mismo día, claro, Giselle, tenía cuatro años más que yo, así que celebrábamos nuestro cumpleaños juntas, desde que habíamos comenzado a salir.

Llevaba tres días en el departamento de Erich, ella y Anneliesse. Salí a escondidas de la bóveda con la única intención de pasar con ella nuestro cumpleaños, a pesar del riesgo. Odiaba el gobierno y la persecución del Reich, Anneliesse, estaba teniendo bastantes problemas, tanto era así que había cedido a las insinuaciones de un allegado al partido Nazi, solo para desviar un poco la atención sobre ella.

Dejé que Giselle, tomara asiento y le coloque la tarta en las piernas — ¿Lo horneaste tù?, se ve delicioso, me encanta cuando me cocinas. — De alguna forma siempre me las arreglaba para cocinar en fechas importantes, Giselle, amaba comer, y con el paso de los años, me hice buena cocinando sus platillos favoritos.

— Es mi regalo para ti. — tomé un poco del betún con un dedo y lo unte en su nariz para después limpiarlo con mi lengua. — Sabe delicioso. — Dije picara, no desaprovecharía la oportunidad, menos cuando habían sido tan considerados los otros en darnos espacio esa mañana.

— Debería entonces probar este betún. — Desabotonó mi blusa y untó el glaseado en mis pechos, así que haciendo a un lado la comida, terminé montada en ella disfrutando de otra clase de desayuno.

Para el mediodía ya habíamos logrado salir de la cama, nos habíamos duchado, separadas, por supuesto, había escasez de agua, no podíamos darnos el lujo de desperdiciarla. habíamos partido el pastel adecuadamente y ella me entregaba mi regalo.

— Es hermoso— El cuadro era un retrato de ella con un enorme ramo de rosas rojas, mis favoritas. Coloqué aquel regalo que ella había pintado con lo poco que quedaba de sus acuarelas. Ya había intentado conseguir más pero, por alguna razón estaban escaseando algunos productos, entre ellos los artísticos, ya que requería un permiso especial, el Führer, tenía restringido todo lo referente a las artes, así que este cuadro era ir en contra de la ley, algo que esta pequeña familia sabía hacer bien. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, me dolía no poder pasar el tiempo con ella, de alguna forma había comenzado a odiar mi procedencia — ¿Por qué no soy alemana?, ¿Por qué nací judía?, ¿Por qué no puedo estar junto a ti?, ¡Odio toda esta mierda!. — Me derrumbé en sus brazos, ella me consoló a base de besos, no tiernos, no románticos, también ella estaba llena de furia y de tristeza, eran besos rústicos, demandantes, salvajes.

— ¡Basta! No puedes maldecir todo, entiendo como te sientes, comprendo tu frustración, pero reaccionar así no solucionará nada. — Ella tenía un punto, no ganaría nada más que volver a tener un colapso nervioso, pero tampoco podía sentir lo frustrada que estaba, ella podía salir y caminar, podía andar libre, mientras yo... había perdido todo, estaba encerrada como las aves que Erich cuidaba.

— Quiero salir y caminar a tu lado de la mano, ¿Es mucho pedir? — Últimamente las discusiones aumentaban, pero ella me abrazaba y mi ira se aplacaba después de llorar, ella insistía en que debía decirle como me sentía, ya que tenía esa mala costumbre de guardarme todo.

— No es malo que quieras salir conmigo, yo quiero hacerlo, algún día saldremos de la mano y nadie dirá nada, pero recuerda que ahora soy una mujer casada. — Guiñó el ojo derecho— Así que nuestra relación seguirá siendo prohibida. — Soltamos una enorme carcajada. — Tengo otro regalo, espera aquí. — Fue a buscar entre los libros, uno que estaba hueco, y de ella sacó un pequeño bulto, envuelto en un pañuelo de seda — Quiero darte esto, ha estado en mi familia por años y es mi deseo entregárselo a la persona que más amo en el mundo.

Colocó el pañuelo en mi mano para que lo abriera, era un hermoso prendedor con joyas variadas, en forma de mariposa. — Es hermoso, y muy... costoso, esta joya no debería tenerla yo. — Intenté devolverlo, pero ella se negó rotundamente. — Giselle... —Insistí.

— Es para ti, mi abuela decía que este prendedor me ayudaría a encontrar al amor de mi vida y le creo, creo que esta joya tiene ese poder y eres a la única persona que he sentido deseo de compartirla, eso debe ser la señal de que eres tú ese amor — Con lágrimas en los ojos, lo fijó en mi cabello rizado. — Además luce muy bien en ti.

Volvimos a comernos a besos, sin saber que sería el último cumpleaños que pasaríamos juntas.

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