-Ignacio Spallatti;
Llevaba alrededor de quince minutos esperando a la rubia en la cafetería.
En un momento llegue a creer que no llegaría, hasta que lo hizo.
La campanilla sonó dejando entrar a la rubia con su corto vestido amarillo que hacia juego con sus vans del mismo color.
Se sentó enfrente mío con un sonrisa.
—perdón por la tardanza —hablo —
—no importa —rasque el puente de mi nariz —empiezo a leer
Ella asintió y se acomodó en el sillón para escucharme mejor.
Empecé a leer donde ayer nos habíamos quedado.
Fue cuestión de segundos que empecé a sentir repetitivos golpecitos en mi tobillo derecho bajo la mesa.
Mire a la rubia quien posaba su rostro sobre una de sus manos y con la otra marcaba el ritmo que llevaban sus golpecitos en mi tobillo.
—rubia, rubia —llame su atención logrando que dejará de golpearme —
—¿que? —pregunto saliendo de su burbuja —
—¿me estas escuchando?—pregunté dejando caer el celular sobre la mesa —
Abrió su boca con la intención de responder pero alguien se le adelantó.
—Hola,¿vas a pedir algo? —le pregunta mi vieja con una sonrisa —
Ella asiente ahora dándole toda su atención a mi vieja probocando que ruede mis ojos.
—lo mismo de ayer —contestó sonriente—
La mayor anotó el pedido de mi compañera y volvió a desaparecer en la cocina.
La rubia se distrajo viendo a su alrededor, olvidándose en lo absoluto de la novela.
—me hace acordar a una serie que veo —rio arrugando su nariz —
Deje salir un suspiro cansado llamando su atención.
—¿podemos seguir con la tarea? —me apresuro a decir aprovechando que me estaba viendo —
Ella asintió.
Volví a tomar mi celular dispuesto a leer, pero su mano atrapó la mia y de un veloz movimiento me lo quitó de la mano.
—leo yo.
Se acomodó en el sillo y empezó a leer en vos alta.
Empezaba a sorprenderme sus aportes en la materia, días atras juraría que no te leía un párrafo ni a palos. Pero ahí estaba leyendo.
Se distraia fácil, después de terminar un párrafo miraba por el ventanal y la primera mosca que pasaba la hacia distraer, pero fuera de eso era alguien extraño del que me gustaba juzgar.
—si me seguís mirando te voy a dar con el coso de las servilletas —me amenazó —
Me reí fuerte causando que la rubia mirará a todos lados.
—¿de que te reis? —sonrió —
—que te haces la mala con ese metro veinte —me burle —
—te mato —volvió a amenazar fingiendo enojo— mido un metro cincuenta para tu información.
Me saco la lengua justo cuando mi vieja llegó con lo que había pedido la rubia.
—señora,¿puedo ubicar a su hijo? —le preguntó aguantando su risa —puede creer que me dijo enana, yo enana.
Mi vieja río bajo, por las boludeces que decía la rubia. Le dejo la bebida en la mesa y la miro.
—ubicalo todo lo que quieras.
Se dio media vuelta y desapareció de nuestra vista.
—viste, negro —señaló para donde se había ido mi vieja —ubicate porque te ubico de un bife. Enana, doy de modelo con mi altura.
—dale, lee antes que el vecino se de cuenta que le falta un gnomo en el jardín —la jodi recibiendo un fuck you de su parte—