•Kimetsu~no~yaiba• One-Shots♡ *En Pausa*

♡Muzan Kibutsuji♡

"No la juzguen por lanzarse al fuego, necesita que la sangre hierva, necesita sentirse viva."

— Entonces, ¿aceptas?—un pelinegro con penetrantes ojos rojos observaba amenazante a una muchacha, su cuerpo joven y herido descansaba frente a él.

______ limpió la sangre de su boca con la manga de su haori, tan solo hacer ese pequeño movimiento le generó mucho dolor, pues tenía todo su cuerpo herido en grandes proporciones.

— N-No—gruñó la joven pilar escupiendo sangre a los pies de aquel demonio. El pelinegro sonrió de forma irónica y se acercó a la joven, se puso de cuclillas para quedar a su altura e introdujo una de sus uñas en el cuello de ______.

— Creo que lo pensé mejor—murmuró Muzan con su voz ronca—, no podrás elegir.

El pelinegro se acercó amenazante al cuerpo herido de ______. Levantó su mano y clavó una de sus uñas en el cuello de la joven cazadora, la chica se estremeció al sentir la sangre del demonio ingresando por la perforación de su piel. Hacía movimientos bruscos e incontrolables, pues cada rincón de su ser quemaba como el mismo infierno. Comenzó a sentir que todo en ella cambiaba, el color de su piel ya no era (t/c), si no, que una textura y color tan blanca como la nieve se apoderó de cada pigmento de su piel. Su cabello creció tanto que le llegaba hasta un poco más arriba de sus rodillas, las hebras ahora doradas con algunos destellos blancos sorprendieron al demonio.
Lunares rojos y pequeños en una mejilla de la chica quedó de evidencia marcando el lugar por donde Muzan le había perforado.

Kibutsuji sonrió complacido y triunfante al ver que el cuerpo de la chica reaccionaba de buena forma al cambio, poco a poco ella comenzó a calmarse y ya no tenía esos espasmos agobiantes.

— Ahora me servirás a mí, y solo a mí—dijo levantando el rostro de la chica con una de sus manos—. No puedes hablar de mí, ni puedes decir mi nombre.

Hizo una señal de silencio llevando su mano libre sobre sus labios.

— Muchas cosas malas podrían pasarte sí rompes esa sencilla regla—murmuró cerca del rostro de ______.

El demonio dejó el cuerpo nervioso de la nueva demonio y se alejó con pasos pesados.

Una vez que sintió a Kibutsuji alejarse, ella se apoyó sobre sus manos levantando así un poco su cuerpo del suelo.
La chica buscó su katana de cazadora, no le sorprendió encontrarla partida en dos grandes trozos.

Lo poco que le quedaba de auto control lo usó para analizar con detención su maldita situación; no podría volver a la asociación de cazadores, en ese estado lo más probable es que terminen con su vida apenas la vean con su nueva apariencia.

_____ rió por lo bajo, había perdido la batalla contra Muzan; y consiguió un destino peor que la muerte.

Su fugaz y frágil calma se vio violentamente interrumpida cuando su garganta se comenzó a sentir seca y molesta, todo su interior gritaba desesperado por conseguir algo de alimento. Por más que ______ trató de ignorar esos llamados, su cuerpo se liberó de sus amarres y dejó que las células de Muzan terminaran por apoderarse de cada rincón de su ser, incluyendo de la persona que alguna vez fue.

Los años pasaron y _____ se había convertido en una de los demonios más fuertes, tanto que Muzan le había asignado el número dos dentro de las lunas superiores, nunca ha podido alcanzar a Kokushibo; tampoco se molestaba en hacerlo. Sabía muy bien que aquel demonio tenía bien ganado el primer puesto.

Cómo olvidar aquellos primeros años, a pesar de que en principio sentía rechazo hacia el pelinegro, poco a poco comenzó a comprender el anhelo del demonio. _____ se había propuesto a hacer todo lo posible para ayudar a que su amo pueda domar el sol y convertirse en el ser perfecto que tanto anhela ser. Le era difícil estar odiando por tanto tiempo a Kibutsuji, cuando se enteró de su pasado y que tan dura ha sido la vida con él, creyó que en realidad el demonio actuaba con justa razón e incluso hasta con cierto derecho. Tan cegada por el amor, el deseo, y la obsesión, se dedicó a pasar sus días cumpliendo hasta el mínimo deseo de quién se había adueñado de su corazón.