32: La segunda prueba

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Capítulo treinta y dos

La segunda prueba


Los siguientes días vivimos en la biblioteca, tratando de encontrar algo para Harry. Todas las pociones que podrían funcionar requieren ingredientes que tendría que sacar del armario de mi papá y tardan muchos días en estar listas. La única que se hace rápido tiene la desventaja de que hay que ingerirla por la nariz para que llegue a los pulmones y luego hay que nadar con la boca abierta para que el agua también llegue a los pulmones, y recién ahí la poción extrae el oxígeno para que el pobre desgraciado que tomó eso (Harry) comience a respirar. Hay que tenerle mucha fe a quien haga la poción para arriesgarse a morir ahogado así, y admito que no soy la persona más estable en este momento.

Así que, en breve, descartamos las pociones.

Por algo es que en teoría tienes que tener diecisiete años para ingresar al Torneo; no solo porque eres un adulto y te haces responsable de tus decisiones y todos los daños de participar (ahora que lo pienso, en ese caso, ¿qué hacen con todos los accidentes que tenemos los menores solamente por cursar en Hogwarts?). También es que te faltan años de formación. Hermione dice que lo más práctico sería transformarse en un sugmarino o algo así, pero no tenemos el entrenamiento para eso, y Harry aseguró que no quiere que le quede un porispopio (ese tubo que usan para ver bajo el agua) en ninguna parte.

¿En qué se transformará Cedric? ¿Qué método usará? ¿Estará tan perdido como Harry?

No pienses en eso. Calma. Vacía tu cabeza.

Respiro profundamente y me pongo a revisar otro tomo de la biblioteca, pero ya ni sé lo que busco. Paso la vista sobre las palabras sin absorber nada.

En clase me tienen que llamar la atención todo el tiempo para despertarme o traerme de vuelta a la realidad, y en las comidas apenas tengo apetito. Siempre evito a toda costa mirar la mesa de Hufflepuff, pero por más que de día intente no verlo, de noche sueño con él, con Harry, a los dos les va mal en la prueba y luego...

—Permiso —dice Selene y me devuelve al Gran Salón. Se sienta en la mesa de Gryffindor y me pasa un brazo por los hombros—. ¿Cómo estás?

La miro con desconfianza.

—Solo quería saber qué se siente salir en El Profeta —me explica—. Muchas gracias por tus tips de cómo sobrevivir a la ruptura con un ex famoso, me aseguraré de pasarle la nota a Cho cuando Diggory caiga a mis pies.

Me da un beso en la mejilla, una palmada en la cabeza y se aleja. Por un segundo siento que lo mejor es quedarme sentada, pero mientras lo pienso me levanto y en un par de zancadas la alcanzo y le lanzo un hechizo que la hace trastabillar. Me lanzo encima de ella y nos tiramos del cabello y chillamos mientras siento que alrededor se llena de gente que está mirando. De repente comienza a llover dentro del comedor y todos gritan, algunos aplauden, y nosotras seguimos peleando en el suelo hasta que nos separan de afuera, tirando de nuestras túnicas. Estamos empapadas por la lluvia y casi no veo, pero entiendo que Selene continúa gritando. Me quito el cabello de la cara y veo que quien me separó a mí es mi hermana Paula, la delegada de Ravenclaw. A su lado está McGonagall, que nos mira con decepción. Miro alrededor para comprender más y veo que Moody observa la lluvia con mucho interés mientras Flitwick intenta deshacer el chaparrón con diferentes hechizos, sin mucho éxito.

Entre todas las miradas, distingo la de Snape, que está muy serio y niega con la cabeza. Cuando ve que captó mi atención, mira hacia la lluvia y después me vuelve a mirar. Yo bajo la cabeza, cierro los ojos y pienso en tranquilizarme, y a los pocos segundos la lluvia se desvanece y solo queda una triste gotera. Flitwick se rasca la cabeza, confundido, al igual que muchos otros.

Leyla y el Torneo de los Tres Magos | (LEH #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora