34: Magos oscuros

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Capítulo treinta y cuatro

Magos oscuros


Harry abraza a Sirius y por un momento se me enternece el corazón. Sirius es todo lo que Harry tiene en estos momentos. Luego me mira a mí y se ríe.

—La pequeña Quejicus, ¿eh? Todavía no puedo superarlo.

—Bueno, la comida la robé yo —digo—, así que espero que eso sea suficiente para aceptarlo y salir adelante.

Ante la palabra "comida", los ojos de Sirius se abren grandes y nos mira de a turnos con desesperación. Harry levanta la capa y le da la mochila llena de alimentos. Se nota que no ha comido algo bueno en mucho tiempo. Tiene el cabello más salvaje que nunca, está muy flaco y en el suelo de la cueva lo único que veo son huesos pequeños; supongo que caza como perro y luego come lo poco que halla.

Mientras Sirius se devora todo lo que trajimos, uno por uno hacemos una reverencia ante Buckbeak, y luego de que nos acepte lo acariciamos.

Sirius vino hasta Hogsmeade porque Harry le estuvo contando las novedades de Hogwarts: el Torneo, Karkarov, las sospechas de Moody, Crouch... Y aunque es muy peligroso que esté aquí, nos asegura que nadie en Hogsmeade sospecha nada y que, de todas formas, por aquí nosotros cuatro y Dumbledore somos los únicos que sabemos que se transforma en perro.

Harry mira con curiosidad los diarios que hay en el piso.

El Profeta es mi única conexión con el mundo exterior, lamento decir —explica Sirius mientras come un pastel de carne—. Espero a que tiren a la basura las ediciones y luego las traigo aquí. Me mantengo al tanto.

—Mira estos artículos sobre Crouch... —dice Harry, tomando algunas copias—. Hacen entender que está enfermo, ¡pero bien que pasea por el castillo por las noches!

—Percy dice que es la sobrecarga de trabajo —dice Ron.

—Es lo que debe pagar por haber echado a Winky —refunfuña Hermione.

—¿Winky? —pregunta Sirius mientras devora una pata de pollo tras otra.

—Su elfina doméstica. La echó en el Mundial.

—¿Ella estaba en el Mundial?

—Cuidándole el asiento a Crouch, en nuestro mismo palco —dice Harry—. Aunque él nunca apareció a ocupar su lugar. La echó porque parecía que había conjurado la Marca Tenebrosa. Con mi varita. Muy raro.

—Claramente algún mago obtuvo tu varita y luego de hacer el hechizo el muy cobarde la tiró a los arbustos donde estaba Winky —dice Hermione.

—¿Y no crees que te quitaron la varita en el palco? —pregunta Sirius, ya dejando la comida.

—Puede ser, cuando estaba en el bosque ya no la tenía. No revisé específicamente al salir...

—Pero no fue Winky —insiste Hermione.

—¿Quién más estaba en el palco?

—Bueno, estaban Fudge, Bagman, un búlgaro importante, y bueno, nosotros: Ron y Hermione, todos los Weasley, Leyla con Cedric Diggory y los Malfoy...

—¡Fue Lucius Malfoy! —dice Ron y siento una opresión en el pecho.

—Puede ser, Ron —dice Sirius y me mira—. Lindos tíos tienes, ¿eh?

—No quiero pensar ahora —digo—. Me cuidaban siempre en los veranos. Eran buenos conmigo.

—¿Y qué hizo Crouch cuando acusaron a su elfina? —sigue Sirius.

Leyla y el Torneo de los Tres Magos | (LEH #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora