Un joven de ojos azules pintaba algo muy concentrado en una hoja apoyada a una libreta, a su lado ya hacía una lata con algunos colores, había que observar detenidamente para notar que algunos estaban más gastados que otros demostrando así que ya era un hábito.
Apasionado, pensé.
Estaba sentado en la banca que daba al frente suyo, entre todos los olores que podía notar en el ambiente, era de la madera de olor escandaloso de los lápices de colores. Pero era curioso.
El no levantaba la mirada, rara vez para pensar mirando al cielo y volver a su trabajo, pero en ninguna de las escasas veces noto mi presencia a pesar de que nuestra distancia no era lejana. Levanto el brazo que movía con dedicación mostrando dolor de este al ser sacudido de tal forma para pintar, a su suerte, la hoja fue llevada por el viento hasta caer el piso tambaleando un poco como amenaza de alejarse aún más seguido de un "No" casi inaudible, con temor a ser escuchado.
Detuve mi descanso y caminé a paso ligero donde reposaba tal hoja con un dibujo, la recogí y volví hacia el chico de la banca sin apuro para observar a detalle lo que tenía en las manos.
El dibujo de un reloj.
Si bien, no parecía profesional, pero era más allegado a algo realista. Curioso también.
Al llegar a mi destino inmediatamente le extendí su pertenencia y pude notar el temblor en sus manos que parecía más propio. La tomó con cuidado de maltratarle y con la delicadeza de sus dedos abrió la libreta introduciendo su creación. Quitó la lata de su lado y la puso al opuesto casi ofreciéndome el asiento ganándose una sonrisa de mi parte.
–Hannibal Lecter, un gusto.
Él examinó el nudo de mí corbata por algo de tiempo, no mucho realmente y fue a dar a mí rostro centrándose casi una centésima en mis ojos para darse el tiempo de analizar algunos minúsculos vellos de mi rostro, demasiado distraído en mí pero lejano a lo que yo decía.
–¿Tu nombre?
–Hmm...
Pareció dudarlo un poco dando vuelta a las yemas de sus dedos frotandolos con la cabeza baja.
–Will... Graham.
Si bien, su nombre se probaba algo elegante y ordenado, un sabor único, era el propio deleite de haber escogido el nombre como si se supiese del futuro del joven.
–Excelente.
Mi sonrisa permanecía ahí y no pensé en ningún momento en apartarle la vista a pesar de que él no parecía interesado en mí conversación, pero no era grosero y prestaba mucha atención.
–¿Eres de aquí?
Pareció no escucharme e igualmente estaba consciente de que lo hizo. Aún así no denotaba tener respuesta, tan solo alzó su mano derecha y apuntó a un edificio que se hacía visible desde el parque donde permanecimos en ese entonces.
–Ahí...
Es lo único que escuché salir de boca para luego mirarme y fijarse de nuevo en mi rostro. Su mirada era observadora, lejos de ser molesta o intimidante desbordaba frescura y mucha intimidad, totalmente cómplice secreto de la conversación.
–Lindo hogar.
Opiné mientras él parecía estar ocupado viéndome, algo yo debía tener pegado en el rostro para que el se muestre tan pegado a él. Agradable.
–Yo allí.
Solo apunté al edificio que correspondía a mi residencia, un color azul cálido casi un poco oscuro que sin embargo, parecía alguno de esos hoteles elegantes para turistas. Decidió apartar su mirada con un poco de temblor de abandonar lo que hacía viendo algo de tiempo para centrarse en mi casa y dibujarse en sus labios lentamente una sonrisa mostrando sus perfectos dientes.
–¿Te gusta?
Pparecía no poder mantener una conversación con él y preguntarle cosas era la única forma que yo encontré mientras tanto de que él pronunciara algo.
–Bello...
Él... ¿Hablo italiano?
–¿Perdón?
–Bello.
Volvió a decir soltando la palabra con seguridad haciendo notar su "italiano" para luego soltar una encantadora risa siendo acompasada con la mía aún sin entender de qué nos reíamos o que sentido tomó la conversación. Su apariencia era muy cuidada, sus vellos faciales muy bien depilados, cosa que no les hacía escasos y con una forma perfecta. Yo no era fanático de estos, pero sin duda la barba y el bigote en su rostro tenía el sabor como tomar un caliente café con leche de la cafetería más cara que alguna vez hubiese visitado, destilaba un exquisito olor, dulce como si entraras a una confitería de linda decoración dónde se siente tibio en los días de invierno capaz de cuidarte del exterior.
Era una presencia única.
Que obviamente estaba disfrutando a cada momento. Aun así, en su ropa se movían con el viento algunos pelos de perro, sin mucho estudio este era un color café casi miel, un travieso y gran can.
–Debo irme...
Me dijo suave casi en un susurro recogiendo sus pertenencias llevándoselas consigo, tal vez quería que se quedará, pero no era nadie para retenerlo.
–Adiós... Hannibal.
Caminó dándome la espalda soltando una exhalación de cansancio por su trabajo dibujando teniendo como destino el edificio que me mostró antes, al aproximarse a la otra acera noté su abrigo encima de la banca, color marrón.
–¡Will!
Casi grité para llamar su atención, ni si quiera reaccionó ni atendió a mí llamado por el nerviosismo de cruzar la calle, iba correr hacia a él pero era tarde, ya había entrado en aquel edificio dejándome en las manos su abrigo, lo guardaría para mañana dárselo si lo veo de nuevo en el parque, tal vez.
El chico más misterioso que he conocido. Y sin duda... El más único.