IV : Té.

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Como las anteriores mañanas, Lecter ya se encontraba en la puerta del apartamento de Will, estaba siendo puntual. Se tomó su tiempo para arreglar cualquier arruga de su traje para luego extender su mano y tocar la puerta. La respiración agitada de las mascotas de William se hicieron presentes así también como los arañazos que posiblemente dejarían marca en la madera oscura de la puerta, los ruidos no cesaron hasta que fue abierta la puerta. Los perros lo recibieron y Will parecía muy feliz el día de hoy, esperaba le cuente que lo mantenía así.

Extendió la puerta y retrocedió dejando pasar al más alto quién dejaba una estela de olor muy agradable para el olfato de William. Amargo.

-Buenos días, Will.

Una sonrisa sutil se dibujo en el rostro del nombrado mientras le miraba, como de costumbre, William se dedicaba a examinarle sin pronunciar ninguna palabra. No tenía respuesta aparente, aún así, Lecter se sentía satisfecho.

Will se giró decidido para ir rumbo a la cocina pero la mano del Doctor Lecter en su hombro lo detuvo extrañandolo ¿No desayunarian?

-Hoy no, Will. He preparado el desayuno en mí casa, no sería muy cortés de mi parte no hacerlo aunque sea un sola vez.

William se volvió con los pies girando y le mostró una amplia y dulce sonrisa al doctor Lecter. Otra vez sintió algo en su pecho, como si abrazaran su corazón con delicadeza, tan solo miro a William a los ojos con una pequeña curvatura de labios, sin duda el mundo se detenía para Lecter cuando sus ojos cruzaban con el mar cristalino encerrado en los ojos de aquel chico, era casi tanto como una realidad donde él mismo se sumergía en la profundidad de tal belleza sin la preocupación de ahogarse dejando que las aguas tibias calen en su piel y huesos como si fuera una pluma pequeña de tantas sobre el en un grande y blanco cisne.

Pronto su vista se aclaró de esa ensoñación y visualizo a Will vistiendo su abrigo, este era puesto con delicadeza como si la piel fuera a desprenderse de si, era silencioso.

Hannibal abrió la puerta causando un pequeño rechino en esta que hizo cerrar los ojos de Will con molestía y vió como su piel se se erizaba, notó que los oídos de Will eran muy sensibles a los sonidos... Pero ahora tal vez no era momento para un estudio a la personalidad de su acompañante.

Está vez tuvo cuidado y cerró la puerta casi sin producir algún sonido lo que causó un suspiro de alivio en Will, su diagnóstico era verídico. Pronto, el más joven por pocos años extendió su mano hasta un cabello cobrizo suelto que se deslizaba lentamente por la frente de Hannibal para luego acomodarlo firmemente tocando un poco de la piel de este dejando rastro de su tacto, sus rostros tan cerca cada uno admirando la belleza del otro, pero claramente este acto no habría sido apropósito, las intenciones de William eran claras, esto naturalmente debía ser una casualidad.

-Vámonos, Will.

Susurró Lecter para el contrario como si de un secreto de tratase. Bajaban las escaleras a paso ligero mientras Hannibal era el único que tomaba el barandal, era un acto genuinamente de elegancia que entregaba porte al mismo, era algo que Will guardo en su mente mientras le observaba por el rabillo del ojo. Cruzaban el parque mientras Will mantenía la cabeza en alto observando algunas aves y la agonía de algunas hojas al caer, era un alivio que fuese invierno. Realmente William odiaba el sol.

Las escaleras con un toque de mármol recibían a William al igual que un barandal de madera pulida. Hannibal le invitó a subir primero y como si lo imitase tomó el barandal y prosiguió a subir escuchando una risa ronca característica de su acompañante.

-¿Imitándome Graham? -sostuvo Hannibal mientras subían y notó que la mano de Will ahora temblaba mientras la deslizaba por el largo barandal.

-Y-yo no... No... -dijo Will con un tono bajo como de costumbre.

Tra le dita.© -HannigramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora