VIII : Antinoo.

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Después del día anterior, William ya hacía muy temprano en el consultorio de su acompañante, fue tan antes que no esperaban pacientes, ni Molly había llegado, habían venido más temprano de lo que habitualmente Hannibal vendría considerando la poca relación que tenía William con espacios nuevos y el mero temor que se hacía presente en estos casos, era una nueva experiencia totalmente distinta.

Hacía mucho frío y este hacía tiritar a Will en su sitio mientras el Doctor abría la puerta del Consultorio que verdaderamente lucía estupendo desde afuera aunque fuera ridículamente elegante. Invitó a pasar al otro extendiendo su mano hacia adentro quién tenía los ojos llorosos por el frío y se abrazaba a sí mismo apretando su boca. Luego paso Lecter cerrando la puerta con mucho cuidado de que no la cerrará el aire de golpe.

-Acercate, Will.

Ofreció con una leve sonrisa extendiendo sus brazos para darle un abrazo e inesperadamente tuvo a William que se tiro de golpe a su pecho abrazándole con fuerza como si fuera a morir de hipotermia. No era una buena idea levantarse temprano cuando hacía mucho viento y cuando la temperatura no era la más elevada y buena para esta ocasión.

Los brazos de su amante cubrían su espalda y una mano, como ya era costumbre, en los amados rulos del mismo. Saint Sebastian tal vez estaba odiando haber nacido en otras épocas y que su causa de muerte no haya sido amar a Will Graham, el haber sido el preferido de tantos amantes que pudo haber tenido, no hacerse realidad. Que otro hombre tenga en sus brazos la belleza que ningún renacentista y barroco pudo representar, la belleza que no habían encontrado, el hombre de Vitruvio ya no era más perfecto cuando ocurrió el nacimiento de aquel joven de otra época tan distinta a todas las suyas, la idoneidad era una persona, que con el egoísmo de Eva solo era para el lituano, Hannibal Lecter.

-Hoy no me dijiste buenos días.

Dijo en el silencio el doctor cerca del oído del otro haciendo florecer el nerviosismo y la tensión a quien hablaba quitándole de la cabeza lo buena que parecía la opción de mirar a Hannibal, no podía moverse pero al menos ahora su boca sí respondía.

-Lo siento...

Sintió la sonrisa del otro ensancharse en su rostro y pudo saber que algo traía aquella acción, si no podría descubrir de que se trataba, lo haría tarde o temprano aunque Hannibal no tenía la opción de ser un libro abierto para él, era más que todo una voluntad escondida en lo más profundo de sus intenciones.

-Me temo no poder perdonarte, Will.

La preocupación se hacía creciente y tenía como necesidad, saber el por qué de ese rechazo, que le enseñara lo cuan grave era esta falta para obviar su repetición las veces que sean necesarias y mostrar su arrepentimiento.

-¿Por qué?

Se separó un momento para verle y asegurarse de que no se encontrara molestó que por supuesto, no era así.
Si de estos temas se trataba, Lecter no iba a ir en serio, no aceptaría que le pida perdón por algo innecesario.

-Porque aún no nos hemos besado.

Él corazón de William fue perceptivo haciendo que la emoción se instalara en todo su cuerpo esperando con ansiedad el contacto de sus bocas y la danza de sus labios que no se comparaba con la danza de Henri Matisse. Aquella emocion era simplemente, increíble.

Hannibal se inclinó un poco y atrajo el rostro de su amante al suyo propio juntando sus frentes e inhalando el rico olor de William mientras cerraba sus ojos y se separaba lo suficiente para cerrar sus labios en los del otro joven quien tenía su mano hecha puño en el abrigo oscuro de quién lo besaba para que de alguna manera se mantuviera allí con él. Lo despacio que se acariciaban era solo con el fin de disfrutar el contacto así también como mantener la escencia de la castidad allí. A William le gustaba ser besado y lo bien que se sentía la boca de aquel doctor sobre la suya, se sentía completamente querido por él y no quería desprenderse de ese contacto por mucho tiempo.

Tra le dita.© -HannigramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora