Día 4

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Creo que comer tanto me hace bien.

Aunque mi hambre sea atroz, aunque siga teniendo la sensación de que por mucho que coma no logro saciarme, comer de esta manera tiene un efecto inmediato sobre los temblores de mis piernas, sobre los hormigueos y sobre mi movilidad en general.

Esta mañana desayuné con Pay y con Impa, en la planta baja. Pay vino a traer mi bandeja, como siempre, pero yo la esperaba vestida y con mis nuevas sandalias de cuero. Ha sido divertido, la pobre no sabía qué cara poner.

Después hemos salido a la aldea.

Impa dice que nadie sabe quién soy, o quién era, aún no se ha difundido la noticia. He sentido un enorme alivio al saberlo, no estoy preparada para volver a meterme en ese personaje que era la princesa de Hyrule. Es más, no sé si quiero volver a hacerlo, pero esto no se lo he dicho a Impa. Ha puesto algunas pegas, pero he conseguido convencerla de que no me va a pasar nada por sentir un poco de sol en la cara.

La aldea ha cambiado con los años, pero no mucho. El Cataclismo no ha logrado infectar su corazón, los sheikah han conseguido esconderse bien aquí. No muy lejos de aquí la masacre fue horrible, lo sé porque yo misma vi el enjambre de guardianes atravesar los Picos Gemelos y aventurarse hacia la ciudad de Hatelia. Pero por lo que puedo ver, por cómo las antiguas calles y construcciones perviven, ese daño no llegó del todo a Kakariko. Los sheikah fueron alcanzados de otra manera. Lo fueron muriendo en campo abierto, tratando de defender a las pobres gentes. Ahí el daño fue devastador. Y según lo que me contó Impa, el clan Yiga ha sido su peor enemigo durante todo este tiempo. Así que ya apenas hay sheikah, sólo quedan los habitantes de esta aldea y los de los dos pequeños laboratorios de Necluda y Akalla.

Cuesta imaginarlo.

Cuando vivía en el castillo había un ala de la Ciudadela sólo para los sheikah. Aquella pequeña colonia era casi cuatro veces el tamaño de la aldea de Kakariko. La mayoría de los sheikah de la Ciudadela eran guardias de élite, entrenados para proteger a mi familia y al reino, y eso a pesar de tener a la guardia real. Rara era la vez que no había disputas entre sheikah y guardias reales, tal vez dedique algún espacio de este diario sobre ese tema, como registro histórico. También había un enorme asentamiento sheikah al oeste del castillo. Ahí estaba el principal laboratorio de investigación, el lugar desde donde se dirigían todas las excavaciones y donde se analizaba cada piedra, pergamino o artefacto que hubiesen desenterrado en cualquier rincón remoto de Hyrule. Había una guarnición de sheikah en las caballerizas reales, y otra en las zonas de entrenamiento para caballeros. Y por supuesto había guarniciones sheikah en cada punto donde había aparecido una Bestia Divina. Ellos fueron los responsables de dar con ellas, y ellos las sacaron de las entrañas de la tierra, con ayuda de los distintos pueblos donde fueron halladas.

Mientras camino por las humildes y pacíficas calles de la aldea, me pregunto cómo pudo un pueblo tan fuerte y avanzado sufrir semejante masacre. Los sheikah que viven aquí ahora no parecen grandes exploradores, ni científicos, ni tampoco soldados de élite, a excepción de los dos guardias que custodian la casa de Impa, y que nos han saludado con curiosidad al vernos salir. No. La aldea de Kakariko es una aldea de pequeños comerciantes y granjeros.

Pay y yo hemos ascendido por un sendero empinado hacia una zona llena de huertos. Ahí los sheikah cultivan todo tipo de hortalizas, nosotras hemos ido a comprar zanahorias. Por el camino he visto que hay un par de comercios abiertos, una chica nos ha saludado e invitado a comprar algo. Pay ha negado, ha enrojecido hasta las orejas y ha apretado el paso. Yo la he seguido más despacio, es cierto que mejoro a pasos agigantados, pero me faltaba un poco el aire al ir a este ritmo.

Los huertos están repletos de vida, y los almendros y cerezos están en flor, eso me hace ver que estamos en plena primavera. La verdad, mi noción del tiempo es muy particular, digamos que casi inexistente durante un siglo, y borrosa y desubicada en estos pocos días de mi nueva vida.

Una anciana sheikah nos atiende. Por supuesto me examina de arriba abajo, pero no hace preguntas. Pay le dice que soy una invitada que está pasando unos días en casa.

"¿Y el muchacho?" pregunta la anciana, sin apartar los ojos de mí. Supongo que él también es un invitado especial de Kakariko. O, en otras palabras: un forastero igual que yo.

"Link salió ayer de viaje, volverá pronto."

La anciana nos vende una cesta con zanahorias y varios tipos de hortalizas. Pay deja un puñado de rupias en su mano y ambas nos despedimos, para volver a casa.

A casa. No quiero pensar en ello, pero es un sentimiento que empieza a asaltarme ahora que siento que mis fuerzas regresan y empiezo a pensar con claridad. Además de no saber quién soy, tampoco sé a dónde pertenezco. No puedo acaparar mis cuatro paredes por siempre, pero, tampoco tengo ningún lugar a dónde ir.

"¿Estás bien?"

La pregunta de Pay me pilla por sorpresa. Sin haberme dado cuenta me había parado en mitad del camino. Aparto estos pensamientos de mi mente y juntas volvemos a casa. A su casa.

Hemos pasado casi todo el día cocinando. Yo he dejado mis cuatro paredes abandonadas, y me he unido a la actividad con Impa y Pay. No estoy cansada, pero no me apetece encerrarme y tener que enfrentarme a ninguno de mis demonios interiores. Me siento vulnerable como nunca antes me había sentido, y temo que eso me afecte y me convierta en una carga mayor para esta pobre gente.

Al caer la noche me retiro a mi pequeño refugio de la planta superior, pero aún no tengo sueño. Al fin hay luna llena y... y es una luna excepcional. Ya no hay más luna carmesí. Era de suponer que sería así tras acabar con Ganon, pero reconozco que he aguardado este momento con inquietud, pues no sabía qué iba a pasar cuando este día llegase. Desde mi ventana no alcanzo a verla bien, y quiero documentar el momento con mayor precisión, sólo por si la luna carmesí ha variado su ciclo o algo parecido.

He bajado en camisón y con mis sandalias nuevas, y me he asegurado de no hacer ningún ruido, aunque la madera ha crujido un poco con mis pisadas. Tampoco logro ver bien desde la ventana del piso de abajo, así que decido echar un vistazo desde afuera, en el porche de la casa.

"No deberías estar aquí afuera."

Su voz me pilla tan por sorpresa como su presencia. Pero ahí está, tan tranquilo, con la vista clavada en la calle vacía que hay frente a nosotros.

"Link, ¿Cuándo? Quiero decir... Pay dijo que irías a buscar a Prunia, ¿qué ha pasado?"

Él ignora mis preguntas y suspira, como con agotamiento. Después se quita la capa para echármela por encima. La verdad es que sí hace frío en la calle.

"Vuelve a la cama."

No quiero ir a la cama, ¿por qué diablos no responde a mis preguntas? ¿Cómo puede presentarse así como si nada y pretender que no muera de un infarto? ¿Qué hace aquí parado en mitad de la noche?

"Por favor."

Y con esas dos palabras es capaz de desarmarme por completo. Aunque me da rabia que lo tenga tan fácil.

Link ha vuelto a la aldea, y yo vuelvo poco a poco a la vida. Ahora hay muchas cuestiones que deben resolverse.

En Kakariko, entre mis cuatro paredes, envuelta en la capa de Link,

-Zelda B.

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