Día 16

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Lleva un par de días siguiéndonos.

No he querido decirle nada a Link, pero noto su presencia, acechando. A veces creo que es sólo una sensación, pero otras, creo ver los ojos entre la maleza, o como una sombra que se mece en la hierba de la pradera.

Dejamos a Redo y el Lago Hylia hace ya algunos días. No encontramos ninguna pista del hermano desaparecido y tuvimos que decidir si volver al norte o seguir nuestro trayecto hasta el sur, hasta la costa. Link cree que, en caso de vernos perdidos, lo mejor es ir al origen del problema, así que hemos (hemos, porque por primera vez me ha pedido opinión) decidido ir hasta la Posta de Idilia. Son varias jornadas de viaje, y sabemos que podemos tardar bastante, pero tal vez encontremos más pistas en el camino.

De momento no hay pistas, pero sí una belleza que me deja boquiabierta.

La naturaleza ha tomado posesión de nuestro mundo. En ausencia de seguridad para viajar, y ante de la necesidad de ocultarse del Cataclismo y sus guardianes, las gentes se han recluido en pequeñas comunidades ocultas al ojo inexperto. Eso deja todo el espacio a que la hierba crezca gigante, como un océano. Los huertos han sido borrados y ahora hay campos que crecen salvajes, árboles que se multiplican. Bosques tan frondosos que las copas de los árboles son un techo denso que apenas deja pasar la luz. Las lluvias son abundantes y los riachuelos han prosperado en su búsqueda de una salida al mar. El aire es tan puro que más de una vez me he descubierto a mí misma con los ojos cerrados, respirando, dejando que se llenen mis pulmones.

A veces ha llovizneado. Pero se trata de una lluvia tenue que apenas te besa las mejillas. Los atardeceres después de la lluvia se vuelven rosas y luego púrpuras, y a veces, las nubes se abren y hay tantas estrellas que casi había olvidado que estuvieran ahí, intemporales, brillando sobre nuestras cabezas. Oigo cantar a los grillos, y si acampamos en el borde de algún bosque, las aves nocturnas llenan el silencio. Y ahora, esa criatura.

Link y yo no hemos hablado mucho estos días. Hay una especie de entendimiento silencioso entre nosotros, y es muy agradable. Siempre le ayudo a buscar leña para el campamento, y mientras preparamos la cena, él me habla de más atardeceres, de pueblos lejanos que no conozco, y de mil y un nombres que son nuevos para mí. Es una charla tranquila que llena mi corazón de paz, y de una esperanza que jamás habría creído posible. Si existe alguna medicina para mi alma sin duda es oírle hablar junto al fuego, mientras nos cubre un manto de estrellas.

Anoche, la criatura se acercó demasiado.

Link y yo estábamos acampados en el extremo de un bosque de árboles bajos, junto al borde de un riachuelo, y él nos observa con sus dos luces brillantes desde la otra orilla. Era extraño, porque no era miedo lo que sentía con su acecho, era más bien una inquietud o simple curiosidad.

"No tengas miedo.", dijo Link, como si pudiera leerme la mente.

"Lleva días detrás de nosotros."

"Lo sé, pero es inofensivo. Si quisiera atacar o robarnos comida ya lo habría hecho."

"¿Entonces por qué nos sigue?"

"No lo sé. Creo que se ha perdido. Encuentra compañía en nosotros, los lobos son animales sociales y lo más normal es que vivan en manada."

"¿Es un lobo? ¿Lo has visto bien?"

"Anoche sentí lástima y dejé algo de comida para él cuando tú te fuiste a dormir."

No sé por qué lo hice. Pero agarré un trozo de carne asada y me puse en pie, en dirección a los dos ojos brillantes.

"Zelda, ¡espera!"

Los ojos retrocedieron un poco al verse descubiertos, así que me acerqué mucho más despacio.

"Tranquilo, no voy a hacerte daño, ¿ves?"

Dejé el pedazo de carne justo en el borde de los arbustos, y me agaché a esperar. Nuestro amigo asomó el hocico por debajo de las ramas para olisquear la carne y volvió a mirarme, como si estuviera solicitando mi permiso para comer. Nunca había visto a un animal salvaje comportarse de esa manera.

"Adelante, es para ti."

El lobo sacó la cabeza por completo. Era un animal magnífico, con dos ojos tan brillantes como el cielo en verano, y un pelaje hermoso y abundante. Alargué la mano y aunque él se tensó un poco con desconfianza, pronto me permitió acariciarlo mientras comía la carne que le había puesto.

"Lo sabía, está hambriento."

Al girarme, descubrí a Link con la mano en la empuñadura de la espada y la mandíbula encajada.

"Estás loca. Podría haberte mordido."

"Sabía que no lo iba a hacer. Tiene hambre y está herido."

Miré a Link y él suspiró, volviendo a relajarse y a soltar la Espada.

"No es una buena idea, Zelda. Sé que no es peligroso, pero-

"Tú fuiste el primero en querer alimentarlo."

"Una cosa es alimentarlo y otra es... eso que tú estás haciendo."

El lobo disfrutaba tanto con mi caricia como con la comida, y una especie de sensación ajena y al mismo tiempo familiar me oprimió el pecho. Aun en este momento no soy capaz de explicarlo.

"Sólo hasta que se haya curado.", dije a Link. No necesitaba decir más, él y yo ahora nos entendemos con pocas palabras.

"Maldita sea, si parece como si lo hubieras hipnotizado. Nunca he visto a un animal volverse dócil tan rápido", refunfuñó a mi espalda al ver cómo el lobo se acercaba más y me lamía los dedos en agradecimiento.

Los tres cruzamos el riachuelo hasta el campamento. Los tres hemos viajado juntos un par de días, de alguna manera. Es mejor así. Link lanza miradas de desconfianza al lobo, que ha decidido dormir hecho un rosco a mi lado. Pero sé que también él está contento con la idea de cuidar del lobo un tiempo, el necesario para que se cure, y tal vez el necesario para entender por qué nos ha elegido.

En el campamento junto al riachuelo, abrazada al suave pelaje del lobo,

-Zelda B.

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