No conozco a ese Andrew -13

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Capítulo 13


Estaba tan desconcertada y furiosa conmigo misma, que no dudé en auto reclamarme por mi comportamiento. No sabía si había hecho lo correcto o no. Quería que todas las dudas de mi mente fueran aclaradas en ese momento. ¿Por qué él quería besarme? ¿Por qué no le importaba Abbie? ¿Por qué Andrew Doyle, parecía de repente estar interesado en mí? Eran preguntas que a mi parecer estaban fuera de lugar y sin sentido, basándose en mi vida. Era ilógico que él me quisiera cómo algo más de la noche a la mañana, y la idea se volvía más irónica en mi cabeza considerando que su novia era Abbie Brown, la chica más popular y linda del instituto. Quise desaparecer en ese momento. Las lágrimas corrían por mi rostro como si cada uno de mis ojos fuera una cascada. Enterré la cara entre mis manos y en todo el embrollo que pasaba por mi cabeza, rogué que ni mamá ni Jesús decidieran llegar justo en este momento.

No lograba entender a Andrew Doyle por más que lo intentara. Un día llegaba a mi casa pidiendo clases de tutorías, luego resulta que empieza a bromear conmigo y finge ser mi novio para hacer rabiar a mi hermano, sin más me dice que quiere recuperar tiempo perdido e intenta besarme, me invita por un helado y terminamos en un karaoke cantando una canción tan semejante a nosotros que daba miedo, luego finge que no hubo conexión alguna y desaparece tras Abbie. Dejándome sola. Para llegar después a mi puerta de nuevo pidiendo perdón e intentando besarme de nuevo. Parecía el prototipo de chico cliché, pero lo cierto era que por más cliché que pudiera parecer, no lo era. Cada día se volvía más indescifrable para mí, como si escondiera los miles de secretos atrás de esa mirada que algunas veces parecía pícara y otras tan indiferente, que de alguna u otra forma era sombría.

El sonido de la puerta abriéndose me pusieron los vellos de punta. Cerré los ojos con fuerza y rogué porque fuera mamá y no Jesús, al menos así evitaría otra pelea.

― ¿Kiara hija, qué haces tirada en el piso?

Sorbiéndome la nariz, alcé la mirada para contemplar a mi atónito padre. Él me miró durante unos segundos más y luego se sentó a mi lado abrazándome con fuerza.

― ¿Por qué lloras pequeña? ¿Qué ha pasado?

Recosté mi cabeza en su pecho y fue como si el caudal de las cascadas en mis ojos se hubiese ampliado. Papá puso una mano en mi espalda y con la otra comenzó a acariciarme el cabello. Lo había extrañado.

― ¿No me dirás nada?

Negué.

―A ver, ¿Nada de nada?

Volví a negar y él se hizo el dolido. Como si yo le hubiese apuñalado la espalda, pero lo cierto era que yo era la que me sentía como si hubiesen clavado un cuchillo justo en mi pecho. El dolor subiendo por mi garganta.

― ¿Y si vamos por una pizza? ¿Te parece? ―Me apretó entre sus brazos como si la vida se le fuera en ello. Sabía que lo hacía sólo para intentar que me sintiera mejor. Siempre lo lograba―, Llamé a tu madre y me dijo que estaba con Alejandra.

Levanté la vista y lo observé fijamente. Él no había nombrado a Jesús, por lo que supuse que papá todavía no sabía que su hijo había vuelto a casa. Soltando un suspiro, asentí. Era mejor que saliéramos y que cuando Jesús llegara papá no estuviera aquí, dándole tiempo para pensar que decirle exactamente. Papá era un hombre bastante comprensivo y cariñoso con nosotros, de hecho, a veces lo era mucho más que mamá. Pero, mi padre había hecho mucho para que aceptaran a Jesús en la universidad de Paris y que su hijo haya abandonado los estudios de la noche a la mañana, no le iba a caer muy bien. Sobre todo, que no le haya dicho nada antes de hacerlo.

Corazón TatuadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora