XI
Los ojos de Jane se abrieron de golpe encontrandose con el techo blanco de la habitación y entre confundidos y sorprendidos buscaron orientación.
Recobrando el sentido, Jane empuñó sus manos, recordó lo ocurrido anteriormente y lo primero que vino de forma desesperada a su mente fue la incertidumbre sobre algo pequeño e importante.
-¡la tarjeta de Fink!, ¡¿dónde está la tarjeta de Fink!- se sentó sobre la cama, se dio cuenta de que ya no llevaba puesto su vestido sino la larga camisola blanca para dormir. No estaba, su preciado tesoro no estaba, ¿cómo podría haberlo perdido así?, de una forma tan estúpida y fácil?
Se maldijo a si misma, presionó sus labios tentandose a lanzar el jarrón de porcelana que descansaba tranquilo a su lado y en vez de eso hizo un chillido de dolor y angustia que fue la alarma suficiente para que alguien entrara a acudirla.
-¡¿te encuentras bien?!- gritó Charles apareciendo apresurado. Jane se giró a mirarlo mientras las lagrimas le bordeaban los ojos.
-sí- mintió sintiendose tonta cuando su rostro la delataba tan bien.
el chico cerró la puerta, en alguna otra ocación aquello podría haber tenido otro significado, pero la confianza era tanta entre ambos que a nadie le importaba si el otro estaba con pijama o casi desnudo.
Charles tomó asiento frente a su cama y la miró con tranquilidad.
-si no me explicas no entenderé nada.- le mencionó esperando a por una respuesta concreta.
-perdí algo- contestó Jane.
-¿Qué cosa has perdido exactamente?.
-una tarjeta...
-¿y por qué es tan importante?.
-no creo que deba decirselo a un traidor como tú- Charles sonrió suavemente y buscó algo entre sus bolsillos, tras encontrarlo, estiró los dedos para enseñarselo.
-¿acaso un traidor habría guardado esto?- los ojos de Jane brillaron de alegría y de un brinco abrazó a Charles.
-¡Gracias!, ¡que haría sin tí!- ella nunca le había agradecido algo de esa forma a nadie, sino todo lo contrario, Jane solía decir "gracias" y nada más, incluso su tono de voz sonaba como si en realidad cualquier gesto de gratitud por ella así debiera ser, por lo menos en el caso de Charles, al parecer la chica estaba acostumbrada a que le hiciera favores, pero no a que le guardase algo tan importante. Ya había olvidado la última vez que había sentido el contacto de su piel, siempre tan suave y cálido. Los años, las obligaciones y las reglas definitivamente los habían distanciado demasiado y aunque ella tenía un rostro y un cuerpo diferente, esa alma de niña traviesa y torpe seguía ahí, solo por eso podía reconocerla. Jane seguía siendo la misma y él, también esperaba seguir siendo el mismo a pesar de todo.
-creo que harías lo de siempre: ser una tonta y, dime una cosa, ¿por que quieres tanto esa tarjeta?.- Jane se apartó de él y le miró como si fuese a decir algo que era de regañar.
-pienso que tiene un misterio, algo muy especial e increíble.- Charles hizo silencio unos minutos. Ya había anticipado esa respuesta desde el momento en que la tarjeta estuvo en sus manos. Solo de ella podría esperarse una respuesta así y de nadie más a menos que estuviera loco.
-quiero mi cesto de lanas- pidió la chica de pronto.
-¿ya piensas tejer?.
-sí, anda tráemelo.- siguiendo las palabras más como una orden que como un favor le entregó su cesto de lanas que a penas estuvo sobre la cama fue el momento exacto en que de forma instantanea los dedos de Jane comenzaron a mover los palillos a una velocidad impresionante.
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Clocks and Tea
FantasyLa joven Emilie Jane ha vivido toda su vida encerrada en su hogar, lejos de la ciudad, en un prado donde solo hay silencio. Oculta por obra de su padre se decide a exigirle la libertad que tanto desea, tras un trato logra conseguir una posibilidad...