relojes y Fink

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Una brisa hizo crepitar las hojas de los altos árboles, los hilos rojos se agitaron, la piel sintió una caricia de frescura como muestra de la realidad que le susurraba en sus adentros como a penas un murmullo que debía seguir adelante.

Frente a ella, bajo la mirada sometida de sus ojos, habitaba algo sensacional que como un foco de luz atrayendo a una polilla, atraía también a Jane.

Una pequeña cabaña nacía de las entrañas de la tierra que parecíase ser arte y obra de la propia naturaleza. La madera brillante y cálida continuaba después de unas fuertes raíces que hacían de soporte y fortificación del hogar. Gran cantidad de largas enredaderas verdes se abrazaban a lo largo de las paredes con total azar y belleza mientras que de sí mismas pendían como lágrimas vivas preciosas rosas azules. Eran tan abundantes que a penas era visible la puertecita y las ventanas a tal punto que a simple vista todo era de color azul.

No había un solo clavo, alguna línea de corte perfecto en la madera, si quiera un pulido de esta o algo que indicara que había sido construida por algún hombre.

La joven, aun con el corazón agitado ahora más por su descubrimiento que por el reciente escape que había emprendido caminó excitada hasta la cabaña.

Abrió la manilla que era una ramita arqueada sobre la puerta que no se explicaba como era una puerta y entró.

Sonó entonces una sutil y pequeña campanilla sobre su cabeza junto con una última brisa exterior que había logrado colarse junto con ella antes de que cerrara la puerta.

Algo asustados y confundidos los ojos brillantes y curiosos comenzaron a inspeccionar a su alrededor. La pared derecha estaba llena de diferentes relojes con detalles muy extraños los cuales compartían algo en común: sus manecillas giraban en sentido contrario.

Frente a ella a tan solo unos pasos se encontraba un escritorio envejecido y pequeño que parecía muy cómodo, sobre el cual descansaban algunas hojas en blanco, un tintero, una pluma negra decorada con engranajes y algunas llaves esparcidas con formas poco comunes.

Jane avanzó con cautela hacia la pared izquierda. En ella colgaban cuadros con imágenes realmente desconcertantes que de seguro costaban una fortuna. Eran el vivo retrato de la realidad mezclada con los sueños: Corazones humanos encerrados en jaulas que colgaban de árboles sin hojas cuyas ramas se vestían de cadenas, barcos que navegaban llevando no pasajeros sino bosques sobre un óceano de ojos, lenguas con flores, manos acariciando a otras mientras se incendiaban, nubes de papel y labios de azul, hojas de otoño y cuervos morados, mariposas negras posadas sobre el vientre de una mujer, una cruz hecha de espinas de la cual pendían gotas de rocío y piedras preciosas, un sombrero de copa ensangrentado que parecía olvidado en las profundidades de un lago, la sombra de alguien inclinándose ante una corona agujereada por balas y un símbolo extraño en su centro, la sonrisa de un desconocido con un cuello repleto de letras...

El resto de imágenes eran imposibles de explicar.

La colección en sí era increíble y difícil de relatar en cada detalle que la componía.

Jane pensó de pronto la posibilidad de que alguien más viviera allí, después de todo, el lugar no parecía abandonado sino todo lo contrario, podía sentirse el aroma a un hogar e inclusive a sonrisas y una taza de té, de ser así desde luego que corría peligro, pero por alguna razón aquello parecía no importarle, su conciencia estaba tan extasiada que con tal de quedarse allí además de no volver a ver a su padre era capaz de cualquier cosa.

-lamento la tardanza, yo...- dijo de pronto una voz masculina y armoniosa que fue interrumpida de inmediato por un grito de sorpresa por parte de Jane. Entonces el extraño también gritó como respuesta a lo anterior mientras se miraban por primera vez.

Clocks and TeaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora