2. Una rebelión.

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Normalmente nunca hablaba con él

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Normalmente nunca hablaba con él. Pocas veces se acercaba a mí para buscar alianzas con mi distrito, pero su reputación le pisaba los talones y nunca lo conseguía. No era el más agradable de todos, pocas personas lo toleraban, mientras que los demás no tenían remordimiento al dejarlo hablar solo.

-Nadie sabe lo que pasó en sus juegos- sus palabras iban cada vez más arrastradas. Y su aliento apestaba a una extraña mezcla entre ron y whisky. Di unos pasos hacia atrás pues temía que fuera a vomitar sobre mí.

-¿Cómo es eso posible?- Haymitch alzó su vaso al aire, brindando a lo lejos. Giré mi cuerpo para ver a Peeta sosteniendo una copa de champagne, devolviéndole el brindis.

-Todas las cámaras se apagaron, fueron un par de minutos. Pero fue muy confuso para todos- empezó a caminar, golpeando con las espaldas de algunos presentes, fuera por su descaro o su incapacidad de caminar en línea recta –Cuando la imagen volvió, estaba censurada. Nicolette estaba en medio de un paisaje nevado, totalmente desnuda y cubierta de sangre. Y la transmisión se cortó-

-Pero, los 69° juegos fueron en las montañas- se detuvo en seco, girando repentinamente, si no me hubiera detenido ahora mismo habría golpeado su cabeza –Les dieron trajes para escalar, era un clima cálido, ¿Cómo terminó en algo nevado?-

-Nadie lo sabe- su alegría era confusa, recordaba con tanta emoción que parecía estar hablando de un simple cuento de fantasía –Por eso Snow se dedicó a eliminar la escena final. Muy pocos pudieron verla, pero ahora no hay registro de ella-

Recuerdo muy poco de esos juegos, los tributos de mi distrito murieron en el baño de sangre por lo que mi interés se esfumó pasados los 10 minutos

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Recuerdo muy poco de esos juegos, los tributos de mi distrito murieron en el baño de sangre por lo que mi interés se esfumó pasados los 10 minutos. Entre los patrocinadores se escuchaban halagos al tributo femenino del 3. Sin embargo no creí que durara, pues varios pensaban que seguía con vida por ser bonita. Incluyéndome.

Haymitch finalmente se libró de mí, yendo con la adoración del Capitolio. Habían anunciado su boda, lo que detonó en un centenar de lágrimas y lamentos. Quizás conmovieron tanto a los presentes que ya no tendrían la necesidad de buscar placer en cuerpos ajenos. Realmente deseaba que esa fuera la verdad.

La Princesa De Plata •Finnick Odair•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora