Especial 3. Mi historia de amor.

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Nicolette (1ra persona)

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Nicolette (1ra persona)

Esta era mi primera fiesta, las manos me temblaban y estaba segura de que también me sudaban. El estómago me dolía gracias a lo ajustado del vestido; no podía creer que un vestido fuera tan elegante como inapropiado.

La gente se movía a mí alrededor con mucha facilidad, como si pasarse la noche en una fiesta era lo más común en sus vidas. No me hacía sentir para nada cómoda. Sabía lo que tenía que hacer, o al menos lo sospechaba.

Angeline, del distrito 2 se encargó de explicarme con sumo detalle lo que ocurría en estas fiestas y como debía ser nuestro comportamiento. Me parecía repulsivo, pero no podía negarme. La vida de Beetee y Wiress dependía de a qué hombre llevaba a la cama esta noche.

Más de uno intentó acercarse a mí, al parecer desprendía un olor de inexperiencia y primeriza pues los hombres se acercaban como avispas a mí.

Muy seguido llegaban con copas de lo que parecía ser champagne, en la primera oportunidad que tenía, lo tiraba en alguna maceta o cesto de basura.

Si mi sentido del tiempo no fallaba, la fiesta estaba cerca de terminar. Por lo que si seguía como ahora, saldría limpia de esta noche.

Mis ganas de seguir se derrumbaron cuando un hombre, cercano a los 40 años me tomó de la cintura y empezó a besar mi cuello. Quejidos salieron de mis labios, los cuales se veían rápidamente callados por las palabras de molestia del hombre.

-Tyron, vamos, esta noche esa chica es mía- miré con susto al frente, por lo menos él se veía mucho más joven, pero no dejaba de ponerme los pelos de punta.

El hombre se separó de mí –No me arruines la noche Seneca- abandonó mi cintura para darle un manotazo sin fuerza al pecho del hombre.

-No querrás hacer eso de nuevo, sabes que trabajo con el presidente Snow, ¿No es así?- habló con mucha confianza y orgullo, mientras que a mí me dieron ganas de vomitar.

-Tú ganas esta vez- pude ver como giró los ojos, se volvió a mí, dejo un beso en mi mejilla y antes de irse dijo –Nos volveremos a encontrar-.

Una vez que se perdió de mi vista, llevé una mano a mi estómago, sintiendo como éste se revolvía por dentro. Miré al hombre que había ahuyentado al mayor, aún no se iba.

Entrelazó su brazo con el mío, y sin prestarle mucha atención alrededor me llevó al siguiente piso de la mansión. Abrió la habitación y me hizo entrar. Una vez solos, me soltó.

 Una vez solos, me soltó

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La Princesa De Plata •Finnick Odair•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora