7. Las entrevistas.

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Todos sin excepción se han quejado de los juegos

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Todos sin excepción se han quejado de los juegos.
Aunque lo hacían de maneras diferentes; los del uno y del dos con palabras melancólicas y llegadoras. Únicamente para los ridículos del Capitolio, pues nadie más sería tan ignorante para creerse esas lágrimas falsas.

Si bien los primeros distritos no estaban para nada relacionados con el ataque rebelde que veníamos planeando, habían sido de gran ayuda al dar a conocer su desacuerdo con la idea de hacernos volver.

En pocas palabras, nadie sería tan hipócrita como para decir que estaban contentos con entrar nuevamente a la arena. Cada quien podría hacer su mejor aporte para que cancelaran los juegos, aunque a estas alturas, sería imposible.

Pero teníamos que aprovechar hasta la más mínima oportunidad.

Era el turno de Nicolette, y por primera vez, miré con atención la pantalla frente a mí. Seguían acomodando mi ropa, pero todo mi cuerpo se había desconectado de la realidad, delante de mí, aun si no estaba cerca, podía oler su exquisito aroma.

Llevaba el cabello suelto con ondas más marcadas de las que se le formaban de manera natural, como siempre, una delicada corona plateada posaba en su cabeza. En su cuello, con una cadena de lo que parecía ser oro con una gema justo en el centro. Su vestido era todo de pedrería, era un vestido sin tirantes, por lo que en el busto se formaba un corazón que ocultaba su pecho. El resto del vestido era pegado y no dejaba de brillar, después de la rodilla, el vestido se transformaba en un centenar de hilos colgando color anaranjado.

Llegó saludando a Caesar con un beso en la mejilla, de fondo, se escuchaban a los hombres del Capitolio gritar y soltar varios chiflidos sin descaro. Las mujeres, igualmente le aplaudían con emoción.

-Nuestra Princesa de Plata, es un honor tenerte una vez más- el conductor tomó la mano de la hermosa chica haciéndola girar, como si fuera un premio y estuviera ofreciéndolo a todos los espectadores.

-Quisiera decir lo mismo- su rostro cambió, sus cejas bajaron y su sonrisa se disolvió, aunque al instante se formó. Pero su objetivo había sido claro y todos lo vieron, ella quería que vieran su tristeza, su miedo.

-Oh cariño, ¿Qué es lo que te pasa?- Caesar llevó su mano a la mejilla de la chica, donde se tomó la libertad de apretar uno de sus cachetes.

-Tengo miedo, Caesar. Realmente me siento aterrada, no por lo que me pueda pasar, sino que, dejaré algo sin terminar- sus palabras causaron murmullos entre todos los presentes, incluso mis estilistas dejaron su trabajo para ponerle atención.

-¿Nos contarás? ¿Quieren que nos cuente?- Caesar se volteó al público, y con inusual emoción gritó la pregunta a todos los Capitolinos, que al instante les informó su repuesta, un obvio "sí" sonó a coro –Dinos princesa, ¿Qué te abruma?-.

Nicolette llevó una de sus manos a su pecho, y como si tuviera un dolor en el corazón, miró a la cámara delante de ella y una lágrima limpia resbaló por toda su mejilla –Creo que me he enamorado- todo el salón se inundó de suspiros, algunas mujeres de grandes sentimientos derramaban lágrimas junto con ella –Y no podré decírselo, pues sé que su corazón le pertenece a alguien más-.

La Princesa De Plata •Finnick Odair•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora