II

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  Una vez dentro del edificio nos encontramos con un gran salón principal.

   Al entrar en el edificio nos dirigimos inmediatamente una gran sala que servía como una especie de recepción o secretaria. Llegamos a ella de un pasillo enorme lleno de bellas decoraciones del renacimiento y del Rococó tal como la fachada del edificio. Tenía columnas y cuadros hermosos y muchas decoraciones como pequeños ángeles y semi curvas. También estaba lleno de ventanas que permitían la entrada de mucha luz natural y del techo, que estaba pintado como el cielo, azul y despejado, colgaban preciosos candelabros forrados de oro que reflejaban la luz de afuera. El gran pasillo se conectaba con otros más pequeños, pero si igual de decorados que ese.

La "recepción" estaba decorada igual que el pasillo, solo que esta sala estaba llena de escritorios organizados en columnas y filas, todos con la misma distancia entre sí, donde personas escribían en diferentes medios, unos en computadoras, otros en máquinas de escribir, algunos en papel y había unos pocos que escribían en piedra. Las personas que estaban sentadas en los escritorios eran todas muy diferentes, unos vestían ropas modernas y otras menos. Algunos vestían ropas muy extrañas como armaduras, trajes de vestir, algunas señoras parecían princesas con sus esponjosos vestidos y otras parecían campesinas con delantales sucios y rotos. A pesar de todos ser muy diferentes, todos tenían una cosa en común y es que todos eran como el extraño hombre que me acompañaba...todos era translúcidos.

El hombre y yo nos acercamos a uno de los escritorios que estaba en la primera fila. En ese escritorio había una de las mujeres que parecía una princesa. La mujer tenía una cara larga y un poco arrugada, sus ojos y gestos se veían cansados. Su cabello estaba peinado en un mono sofisticado y elegante. su postura era perfecta: su espalda estaba tan recta que podría sostener hasta a un elefante sobre su cabeza sin perder el equilibrio. Era una mujer delgada y sus manos escribían ágiles desconocidas palabras en una máquina de escribir. En el escritorio solo estaban la máquina de escribir y un costoso abanico pintado a mano.

En cuanto se dio cuenta de nuestra presencia levanto su cabeza y nos miró.

- Hola Rose – dijo mi acompañante - ¿Cómo te encuentras hoy? –

La señora, Rose, dejo de escribir, agarro su abanico y lo abrió de una forma muy violenta, tan violenta que hizo un ruido horrendo que me hizo saltar en mi lugar y esconderme un poco detrás del extraño hombre. Aunque el sonido que el abanico producido fue muy fuerte y horrendo parecía que yo fui la única que se sobresaltó por este. Apenada me reacomodé en mi lugar y fingí acomodar mi falda, mirando siempre al suelo.

- ¿Qué quieres Albert? – le respondió rose con un tono de enojo y desagrado, arrugando su seño al mismo tiempo.

- Encantadora como siempre. – susurro mi acompañante volteando la cara. Lo había dicho más para si propio que para mí o que para rose. – cómo puedes ver aquí esta una nueva, vengo a que se registre como es obvio – dijo de una forma ligeramente burlona, imagino que no quería hacer enfadar.

Yo tampoco la quería hacer enfadar, manteniendo mi cabeza baja y sin intervenir, talvez así no me notase. Mi primera impresión de Rose no fue tan buena, me daba un poco de miedo y me sentía como una niña pequeña a su lado.

Rose me miro de pies a cabeza escondiendo la parte inferior con su abanico y después de unos momentos se dirigió a mi dejando su abanico de nuevo en la mesa y preparándose para comenzar a escribir.

- ¿Nombre? –

Yo tarde un poco en responder, me encontraba muy nerviosa teniendo toda la atención de rose sobre mí.

- Vi... Viviane – respondí entrecortadamente mientras sentía mis mejillas tornarse rosadas por los nervios. Rose me miro de una forma un poco molesta y divertida.

- Nombre completo. –

Yo me sentí desfallecer de vergüenza. Agache mi mirada, estaba segura de que era un tomate en ese momento.

- Viviane Adeline de Flin – respondí esta vez sin levantar la mirada del suelo.

Rose escribió lo que supongo que sería mi nombre en la máquina y siguió haciendo más preguntas.

- ¿Edad? –

- Veintidós –

- ¿Nacimiento? –

- Seis de agosto de 1996 –

Continuamos así por un rato. Me pregunto el nombre de mis padres, si había acabado mis estudios, si estaba trabajando y muchas otras cosas que me confundían, porque no tenía la más mínima idea de quienes eran ellos y que harían con toda esa información sobre mí. A pesar de eso conteste todas sus preguntas sin detenerme a pensar en que estaba haciendo.

Todo era relativamente normal hasta que Rose pregunto:

- Una última cosa ¿recuerdas como moriste o aun estas desorientada? -  

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