Uno

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El día tan ansiado llego con demasiada lentitud para su gusto.

Al llegar al aeropuerto, un hombre de cabellos negros con unas pocas canas y ojos verdes lo esperaba con un cartel con su nombre. Al acercarse a él le comento, por lo bajo para que las personas no escuchasen y no se sintiera incomodo, que él era el oficial Niirawa, de la división de Tokio. Desde ese momento, él se encargaría de todo lo referente a su caso, desde las visitas al director de su colegio, hasta de los problemas que pudiera llegar a tener en un futuro.

Al llegar a la casa de su abuela, que era justo como la recordaba, vio como esa ancianita salía por la puerta principal, recibiéndolo con una sonrisa tan grande, que el corazón de Inuyasha se volcó en su pecho. Al llegar a su lado la abrazo con fuerzas contra él, queriendo grabar ese momento en su mente.

Luego de que el oficial se fuera, con la promesa de volver en un mes para charlar con él, con su abuela y el colegio, Inuyasha comenzó a acomodar sus cosas en la habitación que en algún momento fue de su madre.

Juraba que haría lo posible para que su vida fuera completamente perfecta.

Cuando el comienzo del ciclo escolar comenzó, el peli plata ya estaba completamente acostumbrado a la vida junto con su abuela. Había logrado conseguir un trabajo como atención al público en una tienda de ropa masculina, aunque esa ancianita se negó desde el primer momento, ya que insistía en que su abuelo, un gran empresario, había dejado una jugosa herencia, junto con una empresa en funcionamiento. No eran millonarios, pero tampoco pasarían necesidad si él no trabajaba. Aun así, continuo con su idea. Esa distracción lo ayudaba a no pensar continuamente en cosas del pasado que prefería olvidar.

Estaba sumamente nervioso por lo que se avecinaba.

Se levantó más temprano de lo que deseaba, pero aprovechando eso, fue hacia su baño a darse una larga y tendida ducha para quitarse los restos de sueño de su cuerpo. Luego de eso, busco en su closet el uniforme de su nuevo colegio, que constaba de un pantalón negro, una camisa blanca y un saco rojo, junto con una corbata del mismo color del pantalón. Aun no se la había colocado y ya la detestaba.

Al terminar su desayuno y, viendo que aún tenía un poco de tiempo, se despidió de su abuela y con su bolso en mano, comenzó a caminar hacia el colegio.

Hacia tanto que no paseaba con tranquilidad por esas calles, que un sentimiento de añoranza se instaló en su pecho. Aun recordaba como caminaba, junto a sus padres, abuelos y hermano hacia una heladería, donde pedía siempre los mismos gustos: Chocolate y menta. Como amaba esa combinación.

Al llegar al colegio suspiro hondo.

No podía creer que ese semejante edificio, que parecía más un teatro lujoso, fuese su nuevo colegio. De lo único que se acordaba del anterior, era que las entradas, con suerte, tenían puertas. Y no muy lindas.

Queriendo olvidarse de eso comenzó a caminar hacia la oficina del director, notando como todos se lo quedaban mirando a su paso. Si, era verdad que su cabello plateado y sus ojos dorados no era algo que se veía todos los días, pero detestaba que lo vieran así.

Una vez cruzadas unas palabras con el director, este le entrego su programa de estudio, algunos libros y la llave de su locker. Comenzaron a caminar hacia su casillero, donde dejo sus pertenencias y luego hacia su nuevo salón de clases. La verdad era que estaba muy nervioso y ansioso. Era la primera vez, desde que tenía uso de razón, que se sentía así.

El primero en entrar fue el director, el cual le explico la situación a su profesor. Con una señal de su mano lo hizo pasar y, tras dar una bocanada de aire, camino dentro del salón.

NO ME DEJES SIN TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora