Once

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-Jefe – Murmuro y noto como su cuerpo transpiraba, y no por la pelea con Otaka. Su cuerpo comenzó a temblar y un miedo irracional invadio su sistema nervioso. Tenia que huir de allí junto con Kaghome y los demás.

- ¿Jefe? – Pregunto y miro a ese hombre que entraba como si fuera amo y señor del mundo. Era alto, de cabellos largos y negros, como ojos de igual color. Vestia íntegramente de negro lo que resaltaba su palida piel y le daba un aire aun mas maligno, como si eso fuese posible. Lo único que resaltaba en él era el pañuelo rojo que tenía atado en su brazo derecho.

- Hemos llegado justo para la fiesta – Rio y, sus secuaces, comenzaron a rodear a los allí presentes.

- ¿Tu quién eres? – Pregunto con brusquedad al ver como ese hombre se acercaba a Inuyasha e interrumpía su pelea.

- Mejor cierra la boca, Otaka – Intento frenarlo, sin dejar de mirar a Naraku que tenía esa sonrisa maligna pintada en su rostro. Alguien iba a morir ese día y eso no le causaba más que escalofríos.

- ¿Qué me calle? Ni creas – Gruño, sin dejar de mirar a ese hombre que le sonreía – Ese hombre, que no se quién es, vino a interrumpir nuestra pelea.

- Bankotsu...

- ¿Quieres explicaciones? – Interrumpió a Inuyasha. Se acercó al peli plata, pasando su brazo por encima de sus hombros – Vine a ver qué tal estaba mi protegido- Ya que, cuando salió del reformatorio, no se dignó a comunicarse conmigo – Lo miro fijamente sonriendo, pero Inuyasha sabía que esa sonrisa solo limitaba su ira contenida. Cuando explotara, alguien saldría herido y solo rogaba que fuera él y no sus amigos.

- ¿Protegido? ¿Reformatorio? – Bankotsu miro a ambos y comenzó a reír como un loco - ¿Qué clase de gánster eres? – Continúo riendo, mientras se agarraba el estómago – Mira, me interesa muy poco lo que seas, pero estas interrumpiendo unos asuntos que tengo que terminar de arreglar con él – Señalo con su navaja e Inuyasha lo miro entre odio y lastima. Ese maldito infeliz estaba cavando su propia tumba.

- ¿Peleas con una navaja? – Miro al peli plata y luego miro sus manos – Él tiene las manos desnudas. Que penoso de tu parte.

- ¿A ti que mierda te importa? – Escupió con veneno, pero Naraku solo rio, mientras guiaba su mano hacia su espalda.

- Toma – Le entrego un revolver, mientras lo miraba fijamente. Inuyasha lo miro sorprendido al igual que todos los presentes ¿Acaso pretendía que lo matara? – Ahora el que estará en desventaja será este pobre mocoso – Bankotsu miraba sin creer la escena. ¿Era alguna especie de mala broma?

- Naraku... No...

- ¿Naraku? ¿Desde cuándo me llamas con tanta confianza? – Lo tomo de su nuca, hincando sus largos y finos dedos hasta lograr que ese peli plata hiciera una mueca de dolor – Soy tu maldito jefe, perro. Recuérdalo – Volvió a ofrecerle el arma, pero Inuyasha no la tomo.

- ¿Esto es una especie de mala broma? – Murmuro el pelinegro con un nudo en su garganta.

- Claro que no. No puedo permitir que mi protegido este en desventaja – Miro nuevamente a Inuyasha, acariciando su mejilla para limpiar restos de sangre – Además, tú ya lo has lastimado. Me parece justo.

- Pero... Pero... - Intento refutarle, pero su voz se cortó. Su cuerpo comenzó a temblar y sentía como sus piernas fallaban. ¿Acaso iba a morir? Podía sentir como la maldad provenía de ese hombre y solo rogaba que Inuyasha no le hiciera caso. ¿Por qué no lo había dejado en paz cuando tuvo la oportunidad?

- Tómala – Miro a Inuyasha, el cual solo le devolvía la mirada sin decir nada. En esos años se había vuelto un inepto y eso le molestaba.

- Inu... - Susurro con terror la azabache. ¿Ese hombre que le ofrecía un arma a su novio era Naraku? No. No podía ser. Inuyasha ya no se encontraba en esa banda, se había alejado. ¿Por qué estaban allí? ¿Acaso le había mentido? No. Sería incapaz de hacerlo. Su cuerpo estaba tenso y la adrenalina, mezclada con miedo corría sus venas.

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