Cuatro

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Los meses pasaron mas rápido de lo pensado para ese joven que, junto a su abuela y grupo de amigos, lograba pasar los días casi sin pensar en su pasado. Era verdad que, cada tanto en la noche, su mente comenzaba a divagar entre su asqueroso repertorio de recuerdos.

Cualquier ruido que sentía lo ponía alerta por miedo a que Naraku lo hubiese encontrado, a que intentara algo y no le importaría que hiciera con él lo que quisiera, pero en esa misma casa se encontraba su abuela y bajo ninguna circunstancia la pondría en peligro.

Mas veces de la que queria admitir había armado su bolso para irse lejos de allí, perderse de todo y todos. Queria alejar a su amada abuela de algun peligro inminente... Un peligro que no existía.

Con rabia volvia a tirar el bolso dentro de su armario y con sigilo se adentraba en la habitación de esa ancianita, solo para verla dormir y para cerciorarse de que estuviera bien. Con cuidado se recostaba a su lado y tomaba su mano, contando los segundos, temiendo perderla.

Mas de una vez se había dormido y amanecido tapado con esas frazadas que olian a dulce. Cuando bajaba su abuela lo recibia con una enorme sonrisa y una taza de leche caliente.

En esos momentos era cuando su miedo, irracional debía admitir, se esfumaba.

Por otro lado, Kaghome se había hecho muy pegado a él. Iban juntos a todos lados y, algunas veces, se había quedado a dormir en su hogar. Claro esta, en otra habitación.

Sus sentimientos, confusos pero al mismo tiempo certeros, eran irremediables e irreprochables.

Estaba totalmente enamorado de esa jovencita con linda sonrisa y carácter fuerte pero, al mismo tiempo, amable. Era todo lo que deseaba en ese mundo pero, aun asi, sabia que no la merecia. Que no ella merecia un joven con un pasado normal y un futuro que no fuera incierto.

Nuevamente, sus miedo comenzaban a asaltarlo logrando que la ansiedad consuma su mente.

Kaghome siempre le decía que era un joven misterioso y que, lo único que deseaba, era que confiara tanto ella como para contarle porque siempre se perdía en un mar de confusión y ansiedad que la preocupaba por demás. Inuyasha solo sonrio, besando su frente. Aunque quisiera, no la pondría en peligro contándole mas de lo que sabia en ese momento.

Nunca sabia cuando su pandilla aparecería nuevamente. Además, temia que lo pudieran juzgar por su pasado y, ahora que tenia una vida normal, no queria arruinarlo y quedarse solo. Otra vez.

A su vez, Kaede había convencido a Inuyasha para que comenzara a hacerse cargo de algunos papeles de la empresa de su abuelo y como si eso fuese poco, Sesshomaru le entrego lo que le correspondia de la empresa de su padre, asi que su mente estaba aun mas atiborrada de cosas. No sabia que hacer con tanta responsabilidad, ya que era demasiado dinero para su gusto.

Mucho dinero del cual no queria saber nada.

Lo de su abuelo lo acepto, porque era dinero de su querida Kaede también, pero lo entregado por su padre lo dono a distintas fundaciones como orfanatos, hospitales, centro de animales, entre otras cosas. Estaba 100% seguro que ellos lo necesitaban mas que él, que podia subsistir con pocos centavos en su bolsillo. No le faltaba comida, techo ni ropa, y para él era suficiente.

Esa noticia no tardo mucho en darse a conocer en su colegio. Inuyasha bufaba cada vez que caminando por los pasillos todas las féminas lo miraban como cara de enamoradas y, la mayoría de los chicos, lo miraban como si quisieran arrancarle el rostro.

Desde ese punto varios rumores comenzaron a girar en torno a él. Intentaba no hacerle caso a eso porque no eran otra cosa que eso, malditos rumores, pero su punto de inflexión estaba llegando y eso no era nada bueno. Las palabras de su psicóloga regresaban una y otra vez a su mente.

NO ME DEJES SIN TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora