Capítulo 3

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-Ay Gavin, ¿cómo puedes alimentarte tan mal? Si es que es independizarte y convertir tu nevera en puros congelados y comidas ya preparadas. 

Suspiro con cierto pesar, desde que mis padres aparecieron por la puerta mi madre no ha dejado de husmear todo su alrededor. Probablemente eso no me inquietaría tanto si no tuviese a un chico en la habitación. Carraspeo un poco y miro a mi padre en busca de ayuda, sin embargo él está bastante absorto en el partido de fútbol que ha puesto en la televisión.

-Garret, por favor, la televisión te va a poner tonto con tanto fútbol y tantos deportes. Deja eso y ven a echarme una mano con la cena. 

-Mamá, no hace falta, yo ya...

-Miriam, relájate. Te recuerdo que esta no es nuestra casa. Deja de hacer las cosas a tu manera, que aunque sea la casa de tu hijo es suya y no tienes los mismos derechos que cuando vivía con nosotros.

Mi madre, a diferencia de lo esperado, refunfuña y lo deja estar. Me mira con sus pequeños ojos dulces, queriendo buscar algún tipo de queja de mi parte.

-Cariño, ¿dónde está el baño? 

Yo señalo al lugar correcto con pesar y mientras mi madre corretea al baño, yo me dejo caer en una de las sillas de la cocina. Suspiro para mis adentros y me masajeo las sienes en busca de algo de paz. Estoy demasiado tenso y preocupado por los sucesos que puedan llevarse a cabo en toda la noche. Voy a ser incapaz de pegar ojo por si a mi madre se le da por intentar entrar en mi habitación para ver el tipo de vida que llevo. Sí, ella siempre ha sido demasiado curiosa. A veces en exceso.

-Papá, ¿te apetece alguna cosa?

-Lo que sea, hijo mío. Sabes que yo no tengo mucho problema con la comida.

Dejo escapar una sonrisa, ya que a fin de cuentas en eso soy bien parecido a mi padre. Voy hasta la nevera y saco un tapper de macarrones con queso. Los echo en un plato y lo caliento unos minutos en el microondas con otro plato encima para evitar que salte. Una vez listo, se lo sirvo a mi padre mientras ocupo el hueco a su lado. Él me lo agradece y mientras degusta el plato, sigue atento a los resultados del partido. Yo intento unirme en su pasatiempo, pero sé que el fútbol y yo no nos llevamos bien. Siempre he sido un inútil en los deportes, por no hablar de que me aburría demasiado viendo cualquier tipo de partido o competición por la tele. Era incapaz de encontrarle la gracia a aquello. 

Con un disimulado bostezo, saco mi teléfono para ver la hora y de paso si he recibido algún mensaje. Aunque enseguida me arrepiento cuando encuentro la última conversación que tuve con Shirley. Esa en la que acordamos una fecha para que pudiera recoger las cosas que tiene en mi piso. Siento un nudo en el estómago al pensar lo vacío que estará todo una vez que ella se vaya de mi vida. Lo grande que será cada parte de la casa, incluso aquellas que no compartíamos juntos.

Apago la pantalla con el mismo peso en el corazón cuando me doy cuenta de que mi madre está tardando mucho en volver. Eso me inquieta y me incorporo con la excusa de ir a coger algo de mi habitación. Sin embargo, cuando ya estoy por subir las escaleras, escucho la exclamación de sorpresa de mi madre y el mundo se me cae encima. Corro hacia allí sin pensarlo dos veces y de fondo escucho los pasos de mi padre detrás de mí. Cuando llego y encuentro a mi madre con una expresión sorprendida y sus ojos puestos en el interior de mi habitación, sé que ya es tarde. Que acabo de cavar mi propia tumba y que ya no voy a poder excusarme una vez que descubran todo lo de Shirley. Con una mirada algo desesperada, alzo mi mano hacia mi madre con la intención de detener lo inevitable.

-Mamá...

-Hijo -Sus ojos me encuentran en medio de aquella oscuridad. Estoy con el corazón en la garganta, especialmente al no entender qué intenta decirme su mirada-. ¿Por qué no nos habías dicho que tenías un gato?

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⏰ Última actualización: Jun 16, 2021 ⏰

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