Siete.

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Mangel gruñó al ser consciente de que los papeles que llevaba en la mano se cayeron al suelo. Se colocó de mejor manera la bufanda y comenzó a recoger los papeles.

Alguien se unió a él para ayudarlo, en silencio. Mangel no necesitó levantar la mirada para saber quien era, notaba que era Rubén, porque ese ardor calido le calaba los huesos.

- Ten. — dijo Rubén, tendiendole los papeles caídos.

El universitario le arrebató las hojas de un manotazo al otro alto estudiante. Gruñó. Se negaba a decir <<Gracias>>.

- Gracias. — susurró. ¡Malditos buenos modales!

- De nada. — contestó Rubén.

Mangel retomó su camino, enfadado e indignado.

¿La razón? Su "amistad" con Rubén era demasiado rara y especial. Había una gran tensión entre ellos, luego hablaban, Rubén lo ignoraba y Mangel se indignaba. Así día a día.

- Ha sido una buena semana, ¿que tal la tuya? — comentó Ruben, caminando tranquilo al lado de Mangel.

- Normal. — respondió cortante.

Mangel caminaba a paso ligero, tratando de hacer que Rubén lo dejase de seguir. Pero gracias a los enormes pies de payaso que Rubén tenía, caminaba a su lado con total tranquilidad.

- ¿¡Puedes dejar de seguirme!?

- ¿Por qué?

Mangel paró de caminar. Se giró hacia Rubén, desafiante.

- ¡Oye, a mi no se me ignora durante una semana y después me hablan como si nada!

Rubén se frotó los ojos con la mano derecha.

- Yo no te he ignorado. — se excusó.

- ¿Ah, no?

- No, simplemente he optado por no hablarte. — se excusó.

- ¿Y eso es mejor o peor?

- Un pelín mejor. — sonrió leve.

- Oh vaya. Menos mal. Ya no me siento tan mal. — dijo sarcástico.

- ¿Ves? Esa es la actitud. Tampoco es para tanto, ¿verdad?

Mangel le dió un pequeño puñetazo en el hombro.

- ¡Ay, coño! — se quejó Rubén.

- Eres un exagerado. — el menor rodó los ojos — Oye, ¿por qué te caigo tan mal?

Rubén lo miró durante unos instantes, entrecerrando los ojos.

- No me caes mal, Rogel. ¿Que te hace pensar eso?

- Oh, no sé. Me ignoras, por ejemplo.

Rubén negó.

- No me caes mal... — contestó — Sabes cómo soy.

Mangel suspiró.

- A veces no te entiendo, Rubén.

El mayor se encogió de hombros.

- Eres demasiado... — gruñó el andaluz.

- Pero bueno, Rogel, ¿que te pasa? ¿Acaso sufres el sindrome premenstrual?

Aquelló descolocó a Mangel.

- ¿¡Sindrome....!? ¿Yo? ¿¡P-pre...!? ¡Eres un idiota!

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