Mangel salió de su apartamento corriendo escaleras abajo. Su hija, que llevaba en brazos su oso de peluche y sobre sus hombos una mochila amarilla, trataba de seguirle el paso a su progenitor.
El pelinegro trataba de llamar al teléfono de Rubén, en un desesperado intento de poder contactarse con él y suplicarle que lo esperase.
- ¡Mierda! — masculló en un murmullo, irritado de escuchar ya por cuarta vez el contestador.
- ¿Pedimos un taxi, papá?
Mangel se odió a si mismo por no saber conducir. Nota mental: aprobar el examen de conducir. Nunca sabes cuando estarás en una situación así.
Aunque trató de encontrar algún taxi libre estacionado, no lo encontró. Todos los parkings estaban vacíos.
- ¿Que tal se te da correr kilómetros?
- Sabes que corro igual de lenta que papá, papi... — murmuró Maya, frunciendo el ceño.
Mangel comenzó a planear otra ruta alternativa mientras su hija se sentó en un banco mientras observaba a la gente pasear y balanceaba sus piernas al aire.
El claxon de un coche lo hizo dejar de pensar. Entreabrió los labios al ver quien era el dueño de aquel descapotable rojo.
- ¿Mirage?
El mayor se quitó las gafas de sol azules que llevaba. Apoyó su codo en la ventanilla.
- Mangel, ¿que te pasa? Te veía preocupado y... — murmuró.
- Mirage, llévanos al aeropuerto, — suplicó — por favor.
Aunque el de cabellos rizados estaba algo confundido por aquello, no dijo nada. Solo asintió rapidamente.
- Por supuesto, subid.
Mangel llamó a Maya, para que entrase al coche. La nila, obediente, entró.
- Tenemos prisa, Mirage. ¿Crees que podrías ir rápido?
Una sonrisa se extendió en el rostro del mayor, quien tronó sus dedos rápida mente y los volvió a colocar sobre el volante.
La velocidad aumento mucho, notablemente. Mientras Mangel trataba de llamar y dejaba correos en el buzón de Rubén, Maya hablaba con aquel hombre se cabellos rizados.
- ¿Te gusta el bacon?
- Mucho.
- ¿Tienes novia?
- Mh nop.
- Es una lástima. — dijo la castaña — ¿Puedo ser tu novia?
Mirage no pudo evitar reir, enternecido. Era la primera vez que alguien le decía algo así.
- Vaya, no lo sé. ¿Por qué querría ser una chica tan guapa como tú, novia de alguien como yo?
Maya rió un poco.
- Bueno, sé que soy guapa, pero tú también lo eres. Eres miy lindo, ¿lo sabías? — sonreía tontamente Maya, apoyando su mejilla en el hueco en el que podía asomar su cabeza para mirar al hombre.
- Oh, me halagas mucho, linda.
- ¿Entonces somos novios?
- Claro, si tú quieres.
- ¡Papá, tengo novio! — chilló la niña entusiasmada.
Mirage aguantó una carcajada. Pero es que aquella niña era demasiado linda y tierna.
- Maya, deja a Mirage conducir.
- ¿Eres famoso? Me suena haber visto tu cara antes...
- Sí, bueno, soy actor. — sonrió orgulloso.