Cuatro.

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Mangel dió un portazo. Rubén no se inmutó, miró al hombre de más baja estatura.

- Rubén, tenemos que hablar sobre Maya.

- No hay nada que hablar, Miguel Ángel. — le respondió con calma. Se ataba la corbata frente al espejo de su dormitorio.

- Oh, ya lo creo que hay que hablar. — gruñó — ¿Que es eso de que tienes pareja?

A Rubén le sorprendió aquello. ¿Por qué le interesaba tanto?

- ¿A qué viene el repentino interés, Miguel? — inquirió. Gruñó leve al ver que era aun un desastre atandose la corbata.

- ¿Acaso no lo ves? Maya es pequeña aun, y piensa que hay oportunidad entre nosotros. Si apareces con una chica, se enfadará demasiado.

- ¿Y qué sugieres que haga?

- Dale tiempo. Tenemos que hablar con ella. — murmuró.

Rubén suspiró fastidiado.

- Tiempo, claro. — gruñó — Lo siento, estoy ocupado estas semanas.

Mangel se apoyó en el armario, que una vez fué suyo, con los brazos cruzados. Miraba a su ex marido con una cara de fastidio.

Rubén gritó un <<¡Joder!>> al cansarse de intentar atarse la corbata.

El menor caminó hacia él y lo ayudó. Rubén quedó en silencio.

- Sigues siendo un desastre al parecer.

- Ya sabes que nunca cambio.

- Sí, lo sé. — murmuró — ¿Cómo te fue con el señor Watson? Según me contó Maya, querías impresionarlo con tu empresa.

- Ya sabes, mostré mi mejor sonrisa y mi aire más orgulloso. Fingí que estaba totalmente seguro.

- Aunque por dentro estabas que te cagabas de miedo.

- Exacto.

Rió suave. Terminó de atar la corbata de Rubén.

Era extraño. Estar así con él era tan extraño. Sin estar enfadados y odiandose.

Mangel dejó sus manos apoyadas en el pecho de Rubén, con la mirada perdida en la corbata, pensando. Rubén se permitió observar sus hermosos y grandes ojos marrones.

Querían decirse algo, pero el orgullo los bloqueba. Mangel salió de su trance, carraspeando.

- Yo, mh, bueno eso... — susurró — Necesitamos hablar con Maya, pero no ser muy directos.

- Miguel Ángel, no creo que pueda. Este fin de semana iré con mi novia a un restaurante, y estaré ocupado con reuniones.

El menor asintió, sin decir nada. Se cruzó de brazos, Rubén lo analizó. Se veía que quería gritarle, pero que se guardaba las ganas.

- ¿Qué? ¿Quieres decirme nada?

- No, nada. Tengo que irme ya.

- Bueno, está bien. — murmuró el mayor, mirandolo sin expresión.

- Fué un horror verle, su Majestad el Capullo. — fingió una reverencia y una sonrisa tan falsa y llena de rabia que Rubén casi lo mira sorprendido.

Meneando sus caderas, Mangel salió de aquel dormitorio. No necesitaba que nadie lo acompañase, conocía aquella gran mansión.

Demasiado bien.

Rubén lo observó irse. Nunca supo si Mangel meneaba las caderas para provocarlo, cosa que funcionaba, o por el simple mero hecho de que caminaba de aquella forma.

Negó, suspirando cansado.

- Te lo advertí el primer día que nos conocimos, te lo advertí. — susurró, apoyandose en un mueble de aquella habitación. Echó su cabeza hacia atrás, apoyandola. — Te advertí que lo pasarías mal conmigo, conozco mis demonios... Y sin embargo luchaste por ayudarme.

Silencio.

- Y terminaste quemandote, Miguel Ángel... — musitó — Soy idiota, lo sabes bien...

°°

Mangel cerró la puerta del coche, donde lo esperaban Maya y Luzu ya montados. Cerró los ojos, respirando aire una y otra vez.

- Mangel, ¿estás bien?

- Luzu, te ruego que no me hables ahora. O te juro por el Santo Dios de los Homicidios que te mataré por un ataque de rabia.

Silencio.

Maya miró a su padre. Sabía lo que ocurría entre sus padres, no era estúpida.

Pero sabía que la principal culpa la tenía su padre Rubén, y un poco de culpa el orgullo de su otro padre.

Mangel abrió los ojos tras unas cuantas más inspiraciones para calmar su rabia.

Encendió el motor del auto al girar la llave. Agarró el volante con fuerza.

- Papá, ¿a donde vamos?

- A comer un helado. — informó — ¿Por qué no coges esto y escuchas un poco de musica mientras dibujas?

Mangel le tendió unos auriculares a su niña. Sabía que era muy curiosa y estaría todo el tiempo mirando el MP4.

Rubén se asomó al enorme balcón de su dormitorio. Pudo ver el coche blanco de Mangel perfectamente.

Escuchó como comenzó a avanzar aquel auto.

Pero, antes de que se perdiese de vista aquel auto, vió como Mangel sacaba su brazo izquierdo, mostrandole su dedo corazón.

Rió trisite, negando.

Se lo merecía.

Se lo merecía tanto...

Por haber hecho trizas el corazón de Mangel.











Sweetmahe ust_rogel

Hey, Auron...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora