La puerta de la cafetería se abrió, dejando ver a un hombre con una niña en brazos. Rubén estaba con su traje negro y corbata, hablando por teléfono con una persona mientras que con la otra mano sujetaba a Maya.
La pequeña tenía una cara de cansancio y de malestar.
Alex al verlos encarnó una ceja.— Mh, hola.
- Tengo que hablar con Mangel, Alex. — dijo Rubén en un susurro, antes de volver a su conversación telefónica — Verá, señor Watson, ahora estoy un poco ocupado...
- ¡Mangel, ven!
El chico acudió a la llamada, siendo observado por el chico que hacía días lo estaba intentando cortejar.
Al ver a Maya, Mangel se preocupó.
- ¿Que ha pasado? — preguntó. Doblas apagó el teléfono.
- La profesora llamó. Dijo que Maya había vomitado. — suspiró — Como no contestaste a las llamadas del colegio, tuve que salir de la puta empresa corriendo.
El menor lo ignoró. Cogió en brazos a lo único que le importaba en su vida, su Maya.
La pequeña soltó pequeños quejidos de malestar. Apoyó su cabecita en la unión del hombro y cuello de Mangel, abrazandolo por el cuello con aires de cansada.
- Será un resfriado. — murmuró.
- Sí, ha estado tosiendo todo el camino. — comentó Ruben, quien miró el movil varias veces seguidas.
- ¿Podrías quedarte a cuidarla, Rubén? — suplicó Mangel.
El alto chico de cabellos castaños negó. — Lo siento, no puedo.
- Doblas, tengo más de diez jodidas mesas que atender. ¿Y tú no puedes encargarte de cuidar a nuestra hija durante unos instantes?
- Pero es que...
El móvil de Rubén comenzó a sonar. Mangel miró la pantalla del teléfono.
"Jefe Watson"
- Tengo una reunión en veinte minutos,
Mangel le cogió el movil a Rubén. Aceptó la llamada y comenzó a hablar.
- Disculpe, no me conoce, soy Miguel Ángel. — habló, amablemente — Verá, el señor Doblas ha tenido un percancer. Su hija está enferma y debe cuidarla.
El señor Watson encarnó una ceja, sin reconocer la voz del chico.
- Entiendo, pero... ¿Qué habrá de nuestra reunión con los de Apple?
- Oh, estoy seguro de que el señor Doblas se encarhará personalmente de ello, no se preocupe. — sonrió, miró al mayor.
- Está bien, mh... Trataré de hablar con ellos. — murmuró el hombre — Que se ponga mejor su hija...
- Gracias. — se despidió cordial. Al colgar, su cara volvió a seriedad — Te quedas con la niña. Le pones el termómetro y le das Ibuprofeno.
Mangel le volvió a emtregar a la pequeña en brazos. Rubén frunció el ceño.
- Pero... yo no tengo idea de como hacer eso.
- ¡Improvisa, por el amor de Dios! — exclamó, quitandose el delantal.
- ¿¡Y si la mato de una sobredosis!?
Mangel lo fulminó con la mirada — Más te vale hacerlo, no me des máa razones para matarte, Doblas.