Mirage le había contado que era actor, uno famoso. Actuó en varias obras en Brooklyn y finalmente había decidido darse un descanso.
¿Alguna vez habías sentido esa necesidad de salir a tomar el aire por el agobio? Aquello sentía Mangel en aquel momento.
Y no era culpa de Mirage, no. Todo lo contrario, era algo, delgado, carismatico, seductor, castaño... Oh, mierda.
Rubén.
Todo le recordaba a él, y a ese casi estúpido beso que casi se daban. Ya sabía el problema.
Y aunque habían pasado unos días desde aquel incidente, aún sentía el ardor de la yema de los dedos de Rubén en sus caderas.
Mangel asentía a cada palabra que Mirage decía, era muy amable y agradable. Aunque Mangel en realidad no podía entender ninguna palabra, su mente estaba en otro lugar totalmente distinto.
- Y entonces me dijeron: "Mirage, date unas vacaciones." - narraba. Mangel suspiró, su cabeza dolía.
Era el agobio de aquella discoteca, y es que Mangel siempre odió los sitios así.
- Oye, mh, Mirage. - murmuró, interrumpiendolo. - Me encuentro mal, voy a salir un rato a fuera, ¿vale?
El hombre asintió, sonriendo amable. - Por supuesto. Yo sigo aquí trabajando.
El menor le regaló una pequeña sonrisa antes de levantarse del taburete en el que estaba sentado.
La gente bebía, se besaba y se drogaba allí. Mangel logró escabullirse entre la muchedumbre.
Sonrió aliviado al ver el cartel "Exit" con luces neón.
Empujó la puerta, sorprendido al ver que costaba abrirla. Cuando finalmente la abrió, salió del local.
- ¡No, no! ¡Agarra la puert-! - oyó que gritaba alguien.
La puerta se cerró. El chico que antes había gritado aquello gruñó con frustración, llevando sus manos a su cara.
Mangel lo miró. - ¿Que pasa...?
- Una vez se pasa esa puerta, no se puede volver a abrir. - explicó un chico - Es la salida de emergencias.
Y lo peor, es que era necesario pagar para volver a entrar.
El muchacho se alejó un poco de ellos, yendo a fumar a una esquina.
Miró al otro hombre, encarnando una ceja.
- ¿Rubén?
- ¿Ángel? ¿Qué coño haces tú aquí?
- Eso debería de preguntartelo yo a ti.
- Necesitaba que me diese el aire. - bufó, pasando sus manos por su flequillo - Y deduzco que tú también viniste aquí por eso.
Mangel no contestó, pero no hacía falta hacerlo. Rubén lo conocía muy bien.
- Oye, Rubén... Sobre lo del otro día...
Necesitaba hablar con Rubén, saber cuales eran sus ideas. ¿Sería de nuevo como un simple juego, o esta vez sus intenciones eran puras?
Aunque, seamos honestos. Nunca se puede confiar en Rubén Doblas Gundersen, era un experto fingiendo. Y Mangel era quien mejor sabía aquello.
- Es tarde ya y hace un frío de cojones, ¿no crees? - lo interrumpió de Rubén - Lo.peor es que no he traido el coche, vine con unos amigos aquí. Y mi movil ha muerto de batería.
- Oye, Rubén...
- Mejor llamo a un taxi por la cabina telefónica de ahí. Vamos, invito yo.
- Rub-