Con tan solo 16 años, Ren se había convertido en uno de los sujetos más influyentes en el culto Jashin. Un grupo de personas que se encargaba de cometer crímenes entre ellos, robos, extorsiones, ayuntamientos, destrucción de propiedades y claro, muerte.
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Una tarde de verano, el joven entrenaba en un terreno abandonado que él mismo había adaptado para obtener mejores resultados.
Estaba tan concentrado en su rutina que no se percató de otra presencia dentro de aquel territorio.
-Si sigues asi terminaras hecho polvo, no seas tan idiota- se traba de Anko, su amiga de la infancia, que a pesar de las diferencias, ella decidió seguir a su lado.
-Se lo que hago, no tienes nada de que preocuparte- sonrió el religioso para acercarse a la chica.
-¿Por qué te exiges tanto?, mira, tus nudillos están sangrando- dijo la menor tomando un pedazo de tela, improvisando un vendaje.
-Es solo precaución, aveces nos tomamos con algunos obstáculos- habló Ren notando el cambio tan drástico que sufrio su cuerpo en los ultimos años, era obvio que ya no era aquel estúpido mocoso lloron.
Al terminar su labor, Anko decidió hablar firmemente con el creyente.
-Los jashinista me contaron que encontraste a tu padre-
El mayor frunció levemente el ceño para después darse vuelta. Tenía intención de marcharse, pero la chica de los dangos logró sujetarlo del brazo.
-¿Qué planeas hacer cuando lo tengas de frente?- se atrevió a preguntar Anko.
Hubo un momento de silencio hasta que el jashinista decidió volver a hablar.
-No lo sé, pero necesito verlo, siento que hasta que no lo enfrente, no podré seguir con mi vida- se sinceró el creyente.
Anko meditó un poco las palabras de su amigo, sabía que ese asunto no le correspondía pero aún así, era bastante doloroso ver como la oscuridad se iba tragando a su mejor amigo.
Y con un gran dolor, la chica lo liberó.
-De acuerdo, solo prometeme que te controlarás, hay muchas personas que ahora dependen de ti- sonrió la joven tratando de ocultar su angustia.
Ren asintió dedicandole una pequeña sonrisa a Anko.
Se conocía lo suficiente para saber que cuando ese día llegara, su mundo daría un gran giro.
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Un año más tarde el plan estaba más que listo. Ren había estudiado cada movimiento de su presa, solo esperaba el momento oportuno para atacar y justo ese viernes a las 11 de la noche, indicaba que era el momento perfecto.
Su padre había salido a un bar a las afueras de la ciudad, un sitio sucio y aislado en donde sólo llegaban escorias para ahogar sus penas.
El creyente se posicionó frente al establecimiento con mil emociones fluyendo por su cuerpo.
"Ya no hay vuelta atrás" pensó el fanático adentrándose en el lugar.
Miró alrededor dándose cuenta de que estaba casi vacío, con excepción de un grupo de hombres que al fondo bebían y reían de manera exagerada.
Entonces lo vio, ahí en medio de la mesa se encontraba ese demonio que durante años lo torturó.
A paso lento, Ren se acercó al mueble, llamando la atención de los presentes.
-Buenas noches caballeros, ¿están teniendo una velada agradable?- sonrió el religioso.
Todos pararon su escándalo para dedicarle una mala mirada al chico.
-¿Qué demonios quieres, estúpido mocoso?- preguntó uno de los sujetos.
Ren esbozó una enorme y tétrica sonrisa que solo demostraba una gran locura.
-Lamento mucho la interrupción, solo vine a saludar a mi padre- dijo el religioso enfocando la vista en su tutor.
Eso dejó en shock al mayor.
-Imposible, esa asquerosa rata murió en un incendio hace varios años-
Aquel comentario hizo que la sonrisa de Ren se hiciera más grande y torcida.
-Pues tuviste muy mala suerte, porque aun sigo con vida y todos estos años tus palabras han estado resonando en lo más profundo de mi mente, torturándome día y noche, y creo que ya es momento de callarlas- de manera sigilosa sacó de su chaqueta un afilado cuchillo.
-Jajajajaja es sorprendente, parece que a los parásitos como tú hay que matarlos con cuidado- el hombre de aspecto descuidado se levantó de su silla tratando de intimidar a su hijo.
-Ya no soy un niño, esta vez no te será fácil darme un golpe- dijo Ren colocándose en posición de ataque.
-Tal vez, pero se te olvida que yo estoy acompañado, estúpido mocoso- sonrió el mayor indicándole a los presentes que se pusieran de pie.
Pero eso no intimidó al creyente, al contrario, parecía muy divertido con la situación.
-Jashin-sama, por favor observame- susurró el menor antes de atacar.
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A la mañana siguiente, la venganza de Ren estaba por todas las noticias. Dentro de aquel Bar, el chico había ofrecido varios sacrificios, entre ellos a su padre, que estaba dentro de un extraño símbolo, con las manos ensartadas, el pecho estaba abierto y en su abdomen tenía gravado el símbolo de Jashin-sama.
Aquel acto por parte de Ren fue tan barbárico, que hizo que los miembros del culto le tuvieran un gran miedo, pero sobre todo respeto. Eran el líder que desde hace años estaban esperando. Y en poco tiempo los seguidores de Jashin se habían vuelto el grupo más temido de la ciudad.
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El joven creyente se había especializado en la reparación y manejo de motocicletas, ya que era el transporte que más se usaba dentro del culto.
Esa tarde, Ren estaba terminando de guardar las herramientas, cuando uno de sus seguidores se acercó para hablarle.
-Si que eres especial chico, gracias a ti somos la pandilla más temida tal vez de todo el país- sonrió aquel hombre de vestimenta negra.
-No me puedo llevar todo el crédito, ustedes también han hecho un increíble trabajo- sonrió Ren limpiándose el aceite de las manos.
-Jajajaja solo un idiota se negaría a tus ordenes-
Ren soltó una pequeña risita para luego sentarse y empezar a fumar.
-Te envidio muchacho, tienes todo lo que siempre soñaste-
El líder del grupo apartó su cigarro frunciendo levemente el ceño, ¿realmente tenía todo lo que había soñado?.
Al rato, ya que todos se habían marchado, el joven Ren decidió ir directo a su casa para descansar, pero en el camino se topo con una pareja y en medio de esta, se encontraba un pequeño niño, los tres reían y jugaban de una manera tierna.
El jashinista contempló la escena durante unos minutos recordando las palabras de su subordinado.
-Creo que lo que siempre deseé fue una familia como esa, llena de amor y apoyo- confesó Ren agachando la mirada.
"Pero me parece que un demonio como yo, ya no tiene derecho a algo así" apretó los puños entendiendo que sus acciones le arrebataron aquella hermosa posibilidad.
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